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La sala 6900 en la que el juez Dennis Bailey imparte justicia vivió ayer el penúltimo acto del drama en el que se ha convertido la vida de Pablo Ibar. El último se escenificará puede que dentro de unas hora o unos días, eso ... nadie lo sabe, cuando el portavoz del jurado entregue al magistrado un papel doblado por la mitad en el que habrá redactado la decisión final instantes antes de su lectura pública. Este jurado considera al acusado 'culpable' o 'no culpable'. «La vida de Pablo está ahora en manos de las doce personas que componen el tribunal», decía Cándido Ibar, el padre de Pablo, al terminar la vista.
La Corte de Browrad County, en Fort Lauderdale, un turística localidad situada al norte de Miami, vivió la jornada más intensa y a la vez tensa de cuantas hasta ahora han tenido lugar dentro de proceso judicial contra Pablo Ibar. A estas alturas, ya todos conocen que aquel joven que se hizo mayor en el corredor de la muerte, que engendró a sus dos hijos entre rejas, se enfrenta a la pena capital por tercera vez en veinticuatro años. Está acusado de las muertes de tres personas, Casimir Sucharsky, dueño de un club de Miami, y dos modelos, Sharon Anderson y Marie Rogers, ambas de 25 años. Los tres fueron asesinados a sangre fría en 1994 por dos individuos que acababan de asaltar su casa, en Miramar, en el extrarradio de la capital del estado de Florida. Pablo siempre ha mantenido su inocencia y ha negado toda implicación en el caso, aunque hasta ahora de poco le ha servido.
La cita ayer en la corte era a las 9.30 horas. En las cinco semanas transcurridas, el juez había acordado que los miércoles fuesen jornadas de descanso. Así, las partes podrían recapitular y comprobar qué había ido bien y qué no tan bien. A la vez, les permitiría preparar a los testigos que todavía no habían subido al estrado. Pero ayer no hubo descanso. Dennis Bailey reservó el día para que acusación y defensa presentaran sus informes, los últimos antes de que el jurado se retirase a deliberar.
Nadie de la familia Ibar quiso perderse la sesión. Cándido, el padre, estuvo acompañado por su segunda esposa, Paula A. y dos de sus tres hijos: Michael, hermano de Pablo, que acudió con Samantha, su actual pareja, y Franck, de 23 años, que llegó con su novia Tylor. No pudo estar presente el otro hermano de Franck, Steven, de 24 años, que se encuentra trabajando en Georgia. Estos dos mocetones son fruto del segundo matrimonio de Cándido.
Tanya Ibar, la mujer de Pablo, llegó acompañada por sus padres, George y Alvin, además de por su hermana María José, a quien todos conocen como' Mimi' y de su otra hermana, Heder, la menor. «A los dos hijos los he dejado con un familiar», dijo Tanya a las puertas de la sala de vista antes del inicio de la sesión. También estuvo presente Cándido Creis, cónsul de España en Miami, que siempre que sus ocupaciones le han permitido ha asistido a las sesiones, se ha mantenido al lado de la familia y ha prestado la ayuda y apoyo que le ha sido posible.
A la vista acudió Shet Peñalver, que fue detenido con Ibar y absuelto en la repetición del juicio. Peñalver departió amigablemente con Michael Ibar así como Tanya, la hermana de ésta y la madre de ambas.
Pero la sala no solo albergó a quienes se hallan en estos momentos al lado de Pablo. También estaban presentes familiares de las tres víctimas, entre ellas, padres y hermanas de Sharon Anderson y Marie Rogers. Igualmente acudió una hija de Casimir Sucharsky, una joven que era un niña cuando mataron a su progenitor. Todos ellos siguieron con suma atención las disertaciones que tanto el fiscal como la defensa efectuaron ante el jurado.
Tras un proceso que ya se prolonga ya nada menos que veinticuatro años y después de los dos juicios anteriores -en el primero el jurado no llegó a un acuerdo por lo que tuvo que repetirse y en el segundo Pablo Ibar fue declarado culpable- y sin olvidar las múltiples apelaciones celebradas, las cartas de la Fiscalía y las de los abogados de Ibar son de sobra conocidas. Llevan años boca arriba.
El primero ayer en tomar la palabra en una sala repleta de público fue Charles Morton, el fiscal, el mismo que en 2000 arrancó al jurado un veredicto de culpabilidad que hizo que Pablo ingresase en el corredor de la muerte. Morton se encontraba ya retirado, pero fue rescatado para que en el proceso actual, ayudado por otro compañero fiscal, llevase también el peso de los interrogatorios.
En el que probablemente fue el último informe de su carrera profesional, Morton demandó del jurado un veredicto de culpabilidad, al igual que lo había hecho hace diecinueve años. Como no podría ser de otra manera, sustentó su tesis en las pruebas que bajo su punto de vista le benefician, especialmente en el vídeo que muestra las imágenes de los asesinatos y que fueron obtenidas de una cámara de seguridad que Sucharsky tenía instalada en la salón de su villa. Morton mantuvo ante el jurado que fue Ibar quien efectuó los disparos. Que tras haberlo hecho se despojó de la camiseta que le cubría la cara y pasó delante del sistema de grabación. Citó a los testigos y peritos que sustentan su afirmación, entre ellos a los inspectores de policía que llevaron el peso de la investigación. Pidió al jurado que no se dejase influenciar por la presencia de medios de comunicación llegados desde España, a los que ayer no se les permitió acceder de la sala con el pretexto de que no había asientos vacantes. Los periodistas se vieron en la necesidad de seguir las disertaciones a través de un circuito cerrado.
El representante del ministerio público, durante las casi dos horas que duró su informe, se mantuvo en todo momento en pie delante del jurado, al que mostró algunas de las evidencias policiales que ha utilizado en este proceso. Con un tono a veces muy enérgico y siempre sobreactuando, recordó además que su tesis está corroborada por manifestaciones de los testigos Klemenzo y Gary Foy, quien afirmó haber visto a Pablo al volante del coche de Sucharsky el mismo día de los hechos.
No pasó por alto la ocasión para incidir en la presencia de un rastro de ADN de Ibar hallado en la camiseta que llevaba el autor del triple crimen. Se trata de una prueba aportada hace dos años, sin que en los juicios anteriores nadie se hubiese hecho eco de la misma.
Los abogados que defendieron la inocencia de Ibar fueron Joe Nascimiento y Benjamin Waxman. El segundo fue quien logró del Tribunal Supremo de Florida que el juicio pudiera repetirse. Ambos fueron rotundos al afirmar que la acusación no había logrado desvirtuar el principio de presunción de inocencia. Desacreditaron las manifestaciones de los testigos de la acusación, sobre todo el de Gary Foy. Sostuvieron que en las condiciones en las que efectuó el reconocimiento de Pablo es imposible que pudiera reconocer al acusado.
La defensa hizo especial hincapié en la calidad del vídeo. Recordó las manifestaciones de su experto, el perito británico Raymon Evans, para quien la calidad de las imágenes obtenidas hacían imposible que pudiera llevarse a cabo una identificación real de Pablo.
Nascimiento incidió en la endeblez de la prueba de ADN aportada por la defensa. Dijo que no es razonable pensar que una prenda que el autor de los disparos mantuvo sobre su cabeza durante veintidós minutos y con la que luego se secó el sudor contenga rasgos genéticos de Pablo tan insignificantes, de apenas cinco 'locis' cuando cualquier tribunal exige un mínino de entre 13 y 15. Los abogados no dudaron en señalar que una muestra tan reducida solo puede ser consecuencia de una contaminación que se habría producido en los laboratorios o tras la incorrecta manipulación de las evidencias. En este sentido, los letrados pusieron de manifiesto el inadecuado trato en la cadena de custodia y volvieron a poner de manifiesto lo que todos los testigos presenciaron gracias a un documental emitido por ETB, cuyas imágenes muestran al propio fiscal Morton manipular varias pruebas sin protección alguna en sus manos.
VEREDICTO
Opciones. Las deliberaciones que el jurado inició ayer pueden desembocar en tres decisiones 'no culpable', 'culpable' y 'juicio nulo'. Esta última probabilidad se produciría solo en el supuesto de que los miembros del tribunal popular no llegasen a un acuerdo respecto al veredicto.
Debates Se desarrollarán en dependencias del propio tribunal, normalmente en un horario de entre 9 de la mañana y 8 de la tarde. Al final del periodo de tres días, fijado por el juez, el magistrado preguntará al jurado si necesita más tiempo y, de ser así, no habrá problema en concederlo, ya que no existen plazos legalmente establecidos. No obstante, si el juez estimara que el jurado se demora más de lo que cabía suponer para un caso de esta envergadura, lo habitual es que se reúna con ellos para determinar si hay posibilidad de que alcancen la unanimidad dentro de las horas siguientes. De no ser así, disolvería el jurado y declararía juicio nulo.
LAS PRUEBAS
Presunción de inocencia Los miembros del tribunal deben iniciar sus deliberaciones con la presunción de que es inocente. Fueron debidamente informados de que «la carga de la prueba» la tiene que presentar la acusación y que a Pablo, en virtud de dicha presunción, no se le pide que demuestre ni pruebe nada.
Derecho a no declarar El magistrado señaló que Pablo Ibar había ejercitado un derecho fundamental al elegir no testificar. «Esto no se debe considerar como una admisión de culpa» y el jurado no debe verse influenciado en forma alguna por esta decisión.
INCOMUNICADOS
Sin móvil El jurado acudirá a las conclusiones con maletas para tres días. Tienen la obligación de entregar sus teléfonos móviles y ordenadores.
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