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La pandemia aumenta la adicción al alcohol, el juego por internet y los ansiolíticos en Euskadi

La angustia, el estrés y la soledad que ha traído el Covid provocan recaídas y nuevos enfermos atados a drogas blandas de fácil consumo en el hogar

Domingo, 31 de enero 2021, 07:19

La pandemia de coronavirus ha provocado en Euskadi un aumento de las adicciones a las drogas legales, sobre todo al alcohol, el juego por internet y los ansiolíticos. En este último caso con una incidencia mayor entre las mujeres. En menor medida, también ha ... crecido el consumo de tabaco y cannabis. Así lo pone de manifiesto un estudio elaborado por el Departamento de Salud del Gobierno Vasco que, respecto a las drogas ilegales, detecta que se ha producido un cambio en las pautas de consumo hacia la toma en soledad en lugar de en grupo, así como más crisis emocionales y situaciones de urgencia entre sus consumidores, pero sin que se haya podido constatar si la ingesta de este tipo de sustancias ha aumentado, disminuido, o se ha mantenido.

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El estudio, elaborado por el Centro de Documentación y Estudios SIIS, de la Fundación Eguía Careaga, se basa en la percepción expresada por los profesionales que trabajan en el ámbito de la prevención, el tratamiento y la intervención directa a personas con problemas de adicción, así como en su experiencia durante los meses transcurridos desde que comenzó la crisis sanitaria.

Es un hecho constatado que la crisis del Covid ha traído más situaciones de angustia, estrés y soledad, que no han sido inocuas entre la población que sufre algún tipo de adicción, sus familiares y el resto de su entorno. El confinamiento y las tensiones generadas en los hogares por 24 horas diarias de convivencia, la pérdida del empleo o el temor a perderlo, o la ausencia o escasez de relaciones sociales son elementos que han afectado, y afectan, al conjunto de la ciudadanía, pero que tienen una especial incidencia entre los colectivos más vulnerables. Entre ellos, las personas con adicciones, que a lo anterior han debido sumar las dificultades para abastecerse de las sustancias que consumen y, en su caso, para acudir a los centros y programas de apoyo.

Sirva como ejemplo de esto último que nueve de cada diez técnicos de prevención (88,2%) han realizado trabajo telemático, virtual o desde casa; el mismo porcentaje declara que ha sufrido la cancelación o suspensión temporal de programas; y ocho de cada diez (82,4%) constata un descenso de la participación de usuarios en los programas, actuaciones o intervenciones que habitualmente realizan.

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Cifras

  • 74% de los profesionales en el tratamiento o intervención de adicciones percibe un aumento del consumo de alcohol entre los hombres, y un 65% lo observa entre las mujeres.

  • 52% del personal asistencial advierte un incremento del consumo de psicofármacos (con o sin receta) en las mujeres. En el caso de los hombres, esa percepción la tiene un 43%

Internet y videojuegos

Si el empeoramiento de las situaciones personales de los ya adictos es un motivo de preocupación, más relevante es todavía que la pandemia ha incrementado el número de personas 'enganchadas'. Especialmente a sustancias y actividades legales. Las dificultades para abastecerse de drogas duras, primero por el confinamiento y posteriormente por las limitaciones de movilidad instauradas, como los toques de queda nocturnos o la imposibilidad de salir del municipio de residencia, han jugado sin duda un papel determinante en la elección de sustancias más blandas entre quienes han recurrido a estupefacientes para tratar de sobrellevar la pandemia.

El análisis alerta de que uno de los principales cambios sociales detectados durante la pandemia ha sido el aumento del uso de internet, las redes sociales y los videojuegos debido a la cantidad de horas que ha habido que pasar en casa. Vinculado a esto, se constata un aumento «espectacular» del juego 'on-line' adictivo y de la pornografía, especialmente entre la población joven.

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También ha crecido el consumo de alcohol, motivado principalmente por situaciones de estrés y ansiedad. En este punto, se constata tanto la existencia de nuevos adictos como de alcohólicos que han recaído mientras estaban en un proceso de desintoxicación o incluso lo habían dejado. Algo similar, aunque en menor medida, sucede con los fumadores de tabaco y/o cannabis.

Sin poner en duda la efectividad de la medida para contener la expansión del virus, desde su ámbito de actuación los profesionales de la atención a personas adictas subrayan cómo los cierres de la hostelería «han ayudado al descenso del consumo social» de estos productos en espacios públicos, pero en modo alguno han reducido el problema de la adicción, pues la ingesta se ha trasladado al ámbito privado. Un trasvase que, en su opinión, resulta «más peligroso» al consumirse de forma individual y en solitario.

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El informe aborda el problema de las adicciones desde la perspectiva de género, diferenciando las situaciones de hombres y mujeres. Las mayores diferencias son que los problemas relacionados con el juego por internet son principalmente masculinos y, en cambio, en las mujeres se observa un aumento destacable en el consumo de psicofármacos bajo prescripción médica.

Más ingresos en la desescalada

La mayoría de los profesionales de atención a personas adictas muestran su «sorpresa» por que durante los meses de confinamiento estricto se produjesen menos ingresos hospitalarios y brotes detectados de los esperados. Una circunstancia que en modo alguno significa que en marzo y abril descendiera el consumo de drogas, sino porque «el problema estaba invisibilizado». Así quedó demostrado en la fase de desescalada, cuando se produjo un aumento de los ingresos, que repuntaron todavía más cuando se llegó a la llamada 'nueva normalidad'.

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Lo que sí ha dejado la crisis sanitaria es un aumento de las situaciones de 'acompañamiento de urgencia', especialmente en actuaciones asistenciales relacionadas con la salud mental. En este sentido, el estudio reconoce que «aunque el teletrabajo ha funcionado bastante bien y las nuevas tecnologías han facilitado la adaptación de los profesionales de apoyo a esta nueva forma de trabajar», ninguno de los encuestados pone en duda la importancia del trabajo presencial hacia los pacientes. En consecuencia, se lamenta que a pesar del incremento de casos de adicción observados, se hayan cerrado servicios, recursos, etc. por parte de las autoridades públicas. Por el contrario, se valora el hecho de que se haya ofrecido alojamiento y alimentación a aquellas personas que se encontraban en una situación de mayor vulnerabilidad, aunque consideran que ha sido escaso. Una segunda crítica apunta a la respuesta ofrecida a las personas consumidoras desde la Atención Primaria. Entre las cuestiones concretas censuradas destacan la «dificultad para contactar», que se «priorizara el servicio telefónico a la atención presencial», o el «aumento de la prescripción de psicofármacos».

Cifras

  • 29% de los técnicos de prevención constata un aumento de la adicción al juego con dinero en los hombres. Mayor es el porcentaje de quienes aprecian comportamientos adictivos respecto a los videojuegos (65%) y el uso de internet y redes sociales (59%).

  • 88% de los profesionales ha sufrido una cancelación de su programa de apoyo o terapia.

Otra secuela de la pandemia es una mayor estigmatización y rechazo social hacia aquellos colectivos con adicciones que ya antes eran más vulnerables, como las personas sin hogar, de etnia gitana, inmigrantes o reclusos y exreclusos.

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Cristina Teixeira | Adicción al alcohol

«Me pasé el confinamiento borracha todo el día. Me bebía tres litros de vino blanco después de comer»

5 meses en Proyecto Hombre. Cristina «feliz» por la ayuda recibida. arizmendi

La historia de Cristina Teixeira, como la de muchos adictos, empezó a cambiar en el momento en el que tomó conciencia de que había tocado fondo. El confinamiento y las largas horas en casa, la incertidumbre de la pandemia, el temor a ser contagiada y su pasado, que tenía un poso en su vida que solo conseguía disolver en alcohol, le llevaron a incrementar un consumo que ya venía produciéndose desde hacía seis años.

Esta portuguesa de 47 años, residente en San Sebastián desde hace 32, cuenta su historia desde un banco en las instalaciones que Proyecto Hombre tiene en Hernani. Accede a la entrevista nerviosa, pero agradecida por la ayuda recibida. «Aquí somos una gran familia, y te hacen sentir arropada».

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Llegó a San Sebastián con 15 años. «No es por buscar una excusa, pero me he sentido muy sola en mi vida, he sufrido violencia de género... Las adicciones siempre surgen porque hay un problema de fondo», contextualiza.

Su consumo de alcohol cruzó la barrera hacia el peligro hace seis años. Ahora, con perspectiva, se da cuenta que fue en el momento en el que «aunque tuviera pan en casa, salía a comprar. Buscaba cualquier excusa para ir al súper y comprar alcohol».

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La situación se agravó aproximadamente al inicio del confinamiento, cuando su ingesta se descontroló por completo. «Mi hija me decía que bebía mucho y que tenía un serio problema, pero como todo adicto, le decía que yo controlaba».

Cristina es paciente de riesgo por la bronquitis crónica que padece, y le aterraba salir a la calle. En aquel momento compartía un piso de alquiler en la capital guipuzcoana del que se pasó tres meses «sin salir para nada». «Le decía a una persona que me trajera el alcohol a casa, estaba sola, encerrada en mi habitación y empecé a beber muchísimo. Después de comer me podía beber tres litros de vino blanco tranquilamente». Reconoce que se pasó el confinamiento y la desescalada «borracha todo el día, y luego ya no podía parar».

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Pero llegó un momento, en el que las palabras de su hija le calaron y pasó una noche sin dormir, «pensando en que tenía un problema grave y que necesitaba ayuda». El 23 de agosto empezó su proceso de desintoxicación en Proyecto Hombre. «Tuve una recaída a principios de septiembre, pero desde entonces no he vuelto a probar el alcohol. En Navidad se me pasó seriamente por la cabeza la idea de beber, pero no lo hice», se enorgullece.

Hace dos semanas que comenzó en el programa residencial Itxaro. Duerme de lunes a viernes en las instalaciones del centro, «y cuando salgo, voy con mi hija, nos sentamos en una terraza, me tomo mi cortadito, veo a la gente alrededor con alcohol y no me llama. Siento una paz... Es como si estuviera volviendo a ser la Cristina que era antes, y eso me emociona muchísimo», exclama. Le apena no haberse dado cuenta antes, «pero todavía tengo 47 años y puedo darle la vuelta a la vida».

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Le brillan los ojos al hablar de los dos pilares en los que se apoya. Su hija y su nieta de un año «me dan la fuerza que necesito para seguir luchando». Su propósito es que «cuando mi nieta crezca, vea a su abuela como una abuela normal, que le lleve de paseo, al parque... Que vea a su abuela sana».

Iván Hernández | Adicción al juego

«Robé joyas a mis padres para seguir apostando, y desde entonces no tengo la llave de su casa»

6 años en Aergi. Ivan llegó a la asociación sin ser consciente de su adicción. usoz

El confinamiento domiciliario de marzo fue para muchos adictos al juego el argumento perfecto para empequeñecer aún más ese micromundo, esa relación de amor y odio que mantienen con las apuestas, y que se volvió aún más íntimo y opaco con las aplicaciones móviles.

No fue el caso de Iván Hernández. Lleva alrededor de cuatro años sin recaer, aunque reconoce que, además dedicándose a la hostelería, «si no estuviera en terapia, ahora estaría debajo de un puente, muerto o en un manicomio... No lo sé, pero no estaría hablando contigo», afirma. Durante el primer estado de alarma, explica que se aferró mucho a las tres sesiones telemáticas diarias que ofreció de refuerzo Aergi, la asociación para el tratamiento de adicciones.

Este irunés de 38 años llegó a este centro de Lasarte-Oria hace seis años. Lo hizo obligado por su familia, sin ser consciente de su problema con las apuestas deportivas, y creyendo que su rehabilitación se debía más a un castigo, a una penitencia que debía pagar por haber llegado a hacer «lo impensable». «Volví de un viaje a París, donde me pasé el día apostando, y mis padres estaban en Extremadura. Necesitaba dinero para seguir jugando, así que fui a su casa y les robé las joyas para empeñarlas. Estaba convencido de que iba a poder recuperarlas, pero no fue así. Y cuando se enteraron de lo que había hecho, lo que quedó fue un roto muy serio. De hecho, a día de hoy no tengo las llaves de su casa».

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Su relación con las apuestas empezó con 12 años. Confiesa que desde niño había sentido la necesidad de pasar desapercibido, lo que relaciona con su homosexualidad, pero no fue hasta que empezó a trabajar en un bar, en el que pusieron una máquina de apuestas deportivas, cuando algo hizo clic en su cabeza. «Empezó de forma tonta con los compañeros de curro. Pusimos un pequeño bote de diez euros, pero una vez que se terminó ese bote, empecé mi propio camino y cada día iba a más y a más».

Empezó en las casas de apuestas, pero pronto pasó a jugar a través del móvil. Lo primero que hacía nada más levantarse y lo último antes de dormir era apostar. Daba igual el evento o la disciplina deportiva, «mientras hubiera dinero, yo apostaba», y cuando no lo había, «me arrastraba de cualquier manera para conseguirlo, mentía a mis padres para que me dejaran dinero, les juraba que era para otras cosas y nada más salir por la puerta me lo gastaba apostando».

Llegó un momento en que el dinero llegó a perder su valor para Iván. «Había veces que ganaba 6.000 euros, pero lo perdía todo, si no era ese mismo día, lo hacía al día siguiente», confiesa. A la necesidad compulsiva de apostar se le suma además una tensión nerviosa incontrolable. Al final de su época en activo, señala que era tal dicha tensión, «que pesaba 20 kilos menos que ahora, que tampoco es que me sobre mucho, y sentía de verdad que me podía dar un ataque al corazón o un ictus en cualquier momento». Para Iván, la publicidad que incita a las apuestas deportivas se merecería un capítulo aparte. Para él, pasear al lado de una casa de apuestas o ver los anuncios en televisión «es muerte, es una bomba». Tanto es así, que «tomé la decisión de no ver la tele, porque por mucha ley que hayan sacado, sigue habiendo anuncios o crean nuevas fórmulas de captación».

Vicente Navas | Adicción al alcohol

«Me di cuenta de que tenía un problema con el alcohol al ver que me estaba quedando solo»

Un año en Proyecto Hombre. Vicente, feliz de ir «por el buen camino». arizmendi

Vicente Navas cumple ahora su primer año en rehabilitación. Este mes de enero celebra su primer aniversario alejado del alcoholismo que le tuvo obnubilado durante años y ahora se muestra abiertamente feliz, porque, como reitera, «he vuelto a ser el Vicente que era».

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Este tolosarra de 61 años tenía un consumo continuado y cada vez más abusivo del alcohol, hasta el punto de llegar a beber «cuatro o cinco cervezas por la mañana, otro tanto por la tarde, además de lo que bebía a escondidas», reconoce.

A diferencia de algunos adictos, a Vicente, la idea de que su consumo era excesivo le rondaba la cabeza. Ya lo había sufrido en su entorno familiar con dos hermanos, y eso le llevó a intentar poner freno a su situación hasta en dos ocasiones, pero sin demasiado éxito. «La segunda vez, lo intenté con cerveza sin alcohol, pero la realidad era que me bebía una 'sin' y luego 20 'con'». «Llegó un momento en el que me pidieron mis hijos y mi suegra que buscara ayuda profesional, y así terminé en Proyecto Hombre», resume.

Recuerda el «temor» de aquellas primeras sesiones. «En las primeras reuniones estaba nervioso y fue lo más difícil para mí. Te entran dudas de si te van a salir las palabras. A ver qué digo, qué no digo, a ver si se van a reír de mí... Pero todo lo contrario. Además de los terapeutas, que son muy buenos, el resto de compañeros también te ayuda a liberarte. Hacemos mucha piña».

En su caso, al haber iniciado el tratamiento antes de la llegada de la pandemia, durante el confinamiento contó con apoyo profesional, y continuó con las sesiones por vía telemática que mantuvo Proyecto Hombre para los usuarios del centro.

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«Desde que vine aquí, no he vuelto a recaer», señala este tolosarra. Y eso que la situación que vivió en casa durante el confinamiento no se lo puso nada fácil. «Mi suegra dio positivo, y tuvo que estar diez días ingresada. Lo pasé muy mal porque ella tiene 93 años, no podía respirar, y decían que la gente de esa edad es de mucho riesgo. Yo también di positivo, y estaba en casa solo, porque mi mujer ya falleció, y se me hizo duro, pero no pensé en el alcohol en ningún momento», subraya orgulloso.

En su caso, la idea que más le reconforta es sentir «que vuelvo a ser el de antes». «Llegué a un punto en el que me venía el hijo o la hija con algún problema y, bah, olvídame. No estaba hablando yo, sino el alcohol».

Su adicción fue encerrándole en su propio mundo, hasta que «me di cuenta de que me estaba quedando solo. En ese momento, tome conciencia de que tenía un verdadero problema». Sus hijos le dieron un ultimátum: «Me dijeron: el alcohol o nosotros. Y entonces pensé que la familia estaba primero».

En los doce meses que lleva en rehabilitación, los seis últimos en el programa Itxaro -durmiendo de lunes a viernes en las instalaciones que Proyecto Hombre tiene en Hernani- «he comprendido que por el alcohol no te lo pasas mejor. Con mi Coca-cola o mi agua con gas y limón exprimido puedo hacer la misma juerga, cuento chistes igual y me río mucho».

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Y lo que considera más importante, «mi alrededor está muy orgulloso de lo que hago, y ver eso de mis hijos, mis nietos y mi suegra no lo cambio por nada».

Aritz Iturria | Adicción a las drogas y ansiolíticos

«Recetar ansiolíticos a un adicto es peligroso. Tienes barra libre a una pastilla milagrosa y muy adictiva»

Cuatro años en Aergi. Aritz asume que no puede bajar la guardia. usoz

Fue hace cuatro años, pero Aritz Iturria recuerda perfectamente el día que cruzó por primera vez la puerta de Aergi, la asociación guipuzcoana para el tratamiento de las adicciones. Lo hizo pasado de vueltas. De hecho, él creía que le llevaban al psiquiatra, «porque mis síntomas eran de locura, ya no era capaz de distinguir la realidad». Pero en su lugar se encontró una sala con más de veinte personas dispuestas a escucharle. Abrirse, ser sincero consigo mismo y empezar a nadar hacia la superficie, tampoco fue tarea fácil.

Este vecino de Bera, de 39 años, duda al preguntarle cuál es su adicción. «No soy adicto a una única cosa. Lo soy a todo tipo de drogas, y con el tiempo me he dado cuenta de que a nivel emocional tuve una adicción muy fuerte a una persona, también a la forma compulsiva de trabajar, y a las benzodiacepinas».

Empezó a consumir drogas con 15 años. Para esa edad, «ya había probado de todo: LSD, anfetas, coca...». Con 22 empezó con un consumo continuado de cocaína, y lo peor llegó cuando rondaba los 28 años. «Fue empezar a consumir un día y no parar durante 7 años». «Siempre he trabajado en la hostelería, normalmente con cargo en cocina. Trabajaba de forma compulsiva, estuve metiendo 13 horas al día durante muchísimo años. Salía y me iba a tomar algo, igual caía alguna raya. Todos se iban a sus casas a dormir, y yo me iba a la mía, pero con mi bolsa de coca en el bolsillo. Dormía cuatro horas, a la mañana siguiente, un espidifen, varios cafés, y cuando entraba el bajón hacia la tarde, anfetas. Y en esa rueda, un día tras otro, hasta que llegaba a mi límite físico y mental, y tocaba fondo. Entonces, cambiaba de domicilio o de ciudad y vuelta a empezar», resume.

Cuando empezó su proceso de desintoxicación, «mi adicción estaba en pleno apogeo y el médico me recetó ansiolíticos para calmar los nervios». Aquella medicación se convirtió «en la pastilla milagrosa. Me las tomaba como caramelos, barra libre. Tomaba una, me bajaba de vueltas, pero luego me entraba de nuevo la tensión nerviosa, y me tomaba otra. Llegué a estar una temporada tomando cuatro benzodiacepinas al día. Se convirtieron en un 'solucionador'. Igual que hacía antes, que cuando estaba estresado consumía coca para relajarme, pasé a tomar ansiolíticos».

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Más allá del uso tan extendido de este fármaco, a su juicio, «hay un gran desconocimiento por parte de muchos médicos de lo que es una adicción y de lo peligroso que es recetar ansiolíticos a personas adictas. Estas pastillas, son muy adictivas, y deben tomarse como un medio para lograr un fin, no como la solución a todos tus problemas. Y de eso me he dado cuenta en terapia. Ahora sigo tomándolas pero con la cautela necesaria», apunta.

Al inicio del confinamiento, en marzo, reconoce que tuvo un desliz con las drogas. «Estaba enrevesado y no me conectaba a las sesiones online que daba Aergi», pero más allá de ese bache, «lo he llevado bastante bien».

Después de tantos años, Aritz ha aprendido a conocerse. Ahora es plenamente consciente de los efectos que tiene su adicción y cómo manejarlos. «Siempre hay altibajos, la enfermedad tiene demasiada fuerza y sé que no me puedo acomodar», confiesa.

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