Lo bueno de que nos vayan a fusilar a todos es que no nos fusilarán en los cuarteles de Loiola. Veintiséis millones de hijoputas -como de cualquier otra cosa- ocupan una barbaridad y costará organizar la cola. Para cuando se empiece a oír apunten, fuego ... y todo eso, Donostia ya habrá recuperado los terrenos para esparcimiento de los constructores y disfrute de los ciudadanos. Los que queden, que alguno quedará.

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El asunto ha enfadado a Odón Elorza. Con razón. Años de alcalde peleando para recuperar los cuarteles y ahora, esto. Así que se subió a la tribuna del Congreso en Madrid y pidió la lista. ¿A quién van a fusilar?, preguntó. ¿Eh, a quién? Es un temerario, se arriesga a que le contesten ¿tiene usted tiempo?, saquen un papel y empiecen a leer. Puestos a fusilar, hay que fusilar bien.

Pero allí nadie sabía nada. Son su gente, acusaba Odón, metiendo cizaña. Por supuesto que es nuestra gente, respondían ofendidos. Otro sacó un crucifijo de un tío suyo cura que, según dijo, fue despedazado con un hacha por los republicanos. Los de Esquerra no, los de la Guerra Civil.

El famoso chat de antiguos mandos militares es muy oportuno, porque pone en valor y da a conocer a la ciudadanía los desvelos de estos servidores de patria en un momento tan crítico. En medio de una epidemia sin precedentes, la primera gran guerra de la era posmoderna, ante un enemigo invisible y cruel que no conoce la clemencia (ni la Convención de Ginebra), alguien tenía que dar el paso al frente. El sacrificio y la generosidad, como divisas.

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Hay que reconocer la prudencia del manifiesto. Porque pone bien claro, aunque haya quien se empeña en no querer ver, señor Elorza, que no se va a fusilar a nadie por vicio. El recluta a cargo de las operaciones, un tal general Beca, pone por delante que «no queda más remedio que fusilar a 26 millones de hijos de puta». Está muy claro, se hace porque «no queda más remedio». Él no quiere, pero está obligado.

Así que hay que ser cínico y malpensado para preguntarse (como hacen algunos) si a todos estos héroes de guerra se les va a juzgar por el delito de rebelión del Código Penal actual o se va a esperar un poco para que se beneficien del nuevo, ese traje a medida del Gobierno para sacar del talego a los sediciosos catalanes. No cabe duda de que la Fiscalía sabrá mantener la calma.

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No conviene caer en provocaciones, como cayó el exalcalde Elorza, porque se amontonan los asuntos gravísimos sobre la mesa. Por ejemplo, la desaparición del castellano decretada por la nueva ley de educación. O las celebraciones de Navidad, asuntos ambos con trasfondo religioso, lo que ya es casualidad tratándose de un país laico a carta cabal.

Por una parte, celebro que no me vayan a fusilar en Loiola, que es mi barrio. No quiero que sea algo sentimental. Tantos desfiles vistos, tantos toques de corneta... Que conste que no me lo tomo como algo personal. ¿Quién soy yo en el devenir infinito del universo? Tampoco voy a exigir que me fusilen el 3 de mayo y llamen a un pintor famoso para que inmortalice -valga la paradoja- el momento.

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Por otra, no me importaría que fuera en Loiola. En un trance así, cierta familiaridad igual consuela. ¿Qué hago yo ante el pelotón de fusilamiento en las murallas de Hondarribia, por decir algo? No me decido, la verdad. Comprendo que no se pueda elegir, veintiséis millones es mucha gente para que cada uno venga con sus caprichos.

Y esa es otra, lo de la última voluntad. A ver qué empieza a pedir el personal, que nos conocemos. Si antes, cuando se podía, íbamos cinco a un bar y pedíamos cinco cafés distintos (yo, solo, cortito, que parezca que me están timando porque me ponen media taza), esto puede ser la casa de tócame Roque. Nos vamos a eternizar. Hay que ir pensándolo y tenerlo decidido, que si no es un caos.

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Por lo demás, las cosas marchan estupendamente, la vacuna está al caer (a mí que no me pongan la rusa) y vamos a llegar todos al momento de la verdad en perfectas condiciones.

Tampoco tengo gran cosa más que añadir. Pues nada, como dice Santi en ese estupendo chat, un abrazo a todos y ¡viva España!

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