![Pedro, guipuzcoano que perdió a su hijo en Biescas: «La incertidumbre de no saber dónde está tu hijo, si estará vivo o no, es brutal»](https://s3.ppllstatics.com/diariovasco/www/multimedia/2024/11/08/Imagen%20023%20CAMPING%20BIESCAS-kIwF-U2201767765518Y9G-1200x840@Diario%20Vasco.jpg)
![Pedro, guipuzcoano que perdió a su hijo en Biescas: «La incertidumbre de no saber dónde está tu hijo, si estará vivo o no, es brutal»](https://s3.ppllstatics.com/diariovasco/www/multimedia/2024/11/08/Imagen%20023%20CAMPING%20BIESCAS-kIwF-U2201767765518Y9G-1200x840@Diario%20Vasco.jpg)
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El escenario es otro pero el dolor de la tragedia se comparte con la misma intensidad. Pedro Soria, vecino de Trintxerpe de 64 años, perdió a su hijo Jon hace 28 en la devastadora riada de Biescas, y estos días vive pegado al televisor viendo, ... angustiado, cómo se suceden las imágenes provocadas por la DANA en Valencia. «Lo estoy viviendo muy mal, esto está siendo todavía más brutal, increíble, Lloro viendo las noticias», expresa. Más de una semana después, los equipos de emergencia siguen buscando desaparecidos. «Los familiares tienen que estar sufriendo muchísimo, porque eso es lo peor. Me pongo en su piel y es brutal, muy muy duro, la incertidumbre de no saber dónde están, cómo estarán... Siempre tienes la esperanza de que vayan a aparecer. Mi hijo, que entonces tenía 9 años, un niño, lo hizo tres días más tarde en la presa Sabiñanigo en el río Gallego», cuenta este hombre, removido por dentro. Ha pasado «mucho tiempo» de aquel horror pero «eso no se te olvida nunca, es imposible. Eso se te queda ahí para siempre y si es un hijo, ni te cuento».
La riada del 7 de agosto de 1996 dejó marcado en la retina imágenes de caravanas y coches amontonados junto a una maraña de árboles, maleza y fango arrastrados por una enorme crecida que asoló el camping oscense de Las Nieves. Hubo 87 fallecidos y 200 heridos. María José Idígoras, vecina de Lasarte-Oria; Begoña Azkarate, de Antzuola; Nekane Mitxelena, de Errenteria; el novio de ésta, Iñaki Murua, también de Errenteria; Patxi Mugarra, de Oñati, y Jon Soria, de Trintxerpe, fueron los seis guipuzcoanos fallecidos. Su hijo Jon se encontraba veraneando en el camping con sus tíos, que «se iban a casar al mes siguiente». Nada hacía presagiar que aquel lluvioso 7 de agosto iba a acabar en tragedia.
Eran las siete de la tarde cuando la lluvia empezó a alcanzar una fuerte intensidad en el barranco de Arás, una cuenca de 18 kilómetros cuadrados de superficie que desembocaba, a través de un estrecho cuello de botella, en el terreno ocupado por las instalaciones de los acampados. Durante más de una hora, cayeron 185 litros por metro cuadrado. Los diques de contención de la torrentera se rompieron y una gigantesca ola arrasó con todo tras su paso.
Ese día, Pedro había salido con la bici de montaña y al regresar a casa con su mujer y su otro hijo, de 8 meses, pusieron la tele y vieron las noticias. «De repente sonó el teléfono, era mi amigo Eduardo, que vivía cerca de la zona. Nos dijo 'la cosa es grave, veniros para aquí'. Cogimos el coche en un viaje trágico donde vas pensando de todo» pero sin imaginar la dimensión de la catástrofe. «Llegamos a las horas y accedimos al camping con un todoterreno. El paisaje era caótico. Árboles y tiendas de campaña arrancadas, la carretera reventada, coches en el río... Nos pusimos a buscar a Jon. Los servicios de Emergencia de Aragón y la Guardia Civil buscaban supervivientes y habilitaron una borda para llevar los cuerpos. Íbamos caminando con frontales, llenos de barro hasta arriba, y de repente te chocabas con algún cuerpo. Era una desesperación, un caos», recuerda este hombre, aficionado a la montaña y que se conoce cada palmo del pirineo aragonés.
La riada fue tan salvaje que se llevó por delante la tienda donde acampaban sus familiares. «Mi hermana vio cómo el agua se llevaba la tienda de campaña con los dos, con el que iba a ser su marido y con mi hijo. Ella se pudo salvar porque le agarraron pero Jon y mi cuñado estaban dentro y ambos murieron. Mi hermana estuvo años en 'shock' y de aquello habla lo justo. Mi otro hijo, que entonces era un bebé, aunque no conoció a su hermano, también ha sufrido mucho», dice.
Aquel día, Jon y sus tíos pensaban salir de excursión pero como llovía un poco decidieron esperar en el camping hasta que amainara. Sin embargo, la lluvia fue ganando en intensidad y horas más tarde, el temor acampó en Biescas. La crecida fue extraordinaria y súbita y en cuestión de minutos, la zona quedó completamente sumergida. Su tienda se ubicaba en la zona centro del camping, «donde bajó todo el barro, el lodo, troncos y todo. Llovió muchísimo, una cantidad excepcional, y salió todo disparado. Las esquinas se salvaron un poco, entre comillas». A pesar de todo, Pedro mantenía la esperanza de que su hijo «apareciera en un hospital, en un frontón... Fueron tres días horribles. Al final los servicios de emergencia lo encontraron en la presa. Yo quería ir a identificarlo pero mis amigos y familiares no me dejaron». En cierto modo, hallar su cuerpo fue un «descanso».
Los equipos de rescate y los vecinos trabajaron durante días en la búsqueda de supervivientes. Un año después, al remover el cauce del barranco próximo al lugar de la tragedia apareció el último de los cadáveres, el de un niño. «Me estoy temiendo que ocurra lo mismo en Valencia, siempre salvando las distancias porque lo que está pasando ahora es inmenso. Hay tanta gente todavía desaparecida», lamenta este vecino.
Aunque la ausencia aún «duela» a rabiar, con los años la «angustia» se ha ido «atenuando» y se queda con el lado amable de la vida, con esos 9 años que disfrutó con su hijo. «Es un lugar donde tengo muy buenos recuerdos con él. Solíamos veranear en ese camping desde que abrió. Era de primera categoría y una buena base para hacer montaña o esquiar en invierno. Solía cargarme a Jon a la espalda desde pequeñito e íbamos al monte. Era nuestro mundo, la montaña», recuerda con cariño. Por eso es un lugar al que vuelve. «Suelo ir en los aniversarios a llevar flores al monolito», levantado en 2016 en recuerdo a las víctimas. «Pirineos es mi sitio y siempre que voy procuro pasar por ahí».
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