Un funcionario con una mascarilla camina junto a los escaños vacíos del Parlamento Europeo en su sede de Bruselas, EFE

Plagios, engaños y mentiras

El árbol de la ciencia ·

Falsear el currículo o plagiar la tesis son causa de dimisión inmediata de un político en muchos países

Domingo, 24 de abril 2022, 12:49

¿Debe dimitir un político que falsea su currículo o plagia su tesis? El neurocientífico Dan Ariely asegura que sí porque es un síntoma de deshonestidad enraizado en un fenómeno psicológico denominado «¡qué demonios!». Hasta hace poco, la teoría vigente sobre la deshonestidad era el « ... modelo simple del crimen racional»: el sujeto pone en la balanza los beneficios y perjuicios que le acarrea la comisión de un acto inmoral y toma la decisión que más le favorece.

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Ariely la cuestionó aportando numerosas pruebas tras años de investigación con estudios muy ingeniosos que narra en su libro «La verdad (honesta) sobre la deshonestidad». Primero demostró que todos somos deshonestos, pero hasta un límite. Es decir, todos somos un poco deshonestos. El escritor JK Jerome lo describe jocosamente en su libro «Tres hombres en una barca» cuando un pescador reconocía que mentía sobre el tamaño de los peces capturados, pero solo en un 25% porque «mentir más es pecado». Un 25% era el límite aceptable y sobrepasarlo era punible. La flexibilidad cognitiva humana permite racionalizar esta situación con un objetivo: lograr que la trampa conviva con una imagen de persona maravillosa e intachable. Este amaño mental se aplica en coyunturas ambiguas que incitan a no ser honrado.

Esa mancha revela un bajo estándar moral y anuncia un infinito potencial de deshonestidad

La estrategia mental «¡qué demonios!» es distinta. Se pone en marcha tras cometer el primer fraude. El cerebro se dice: «si ya lo hice una vez y no pasó nada malo, ¿qué demonios va a pasar si lo repito?». Para comprobarlo, Ariely analizó cuánto mentían dos grupos de estudiantes al realizar un test. Un grupo lo completó con gafas de sol de marca falsa y otro con unas auténticas. Todos conocían el origen de las gafas. Como era de esperar, todos mintieron un poco, pero los que llevaban gafas de imitación (es decir, ya habían engañado una vez), mentían más. La ingeniosa prueba mostró idéntico resultado en infinidad de condiciones, lo que lleva a concluir que defraudar una vez abre la puerta a más trampas. Esta constatación es especialmente preocupante en personas que desempeñan cargos de responsabilidad o son imagen pública porque sus decisiones pueden ser perjudiciales o un mal ejemplo para mucha gente.

El cerebro no trabaja duro para resistirse a la tentación y hacer lo correcto. Es automático

Por esta razón, la respuesta a la pregunta que abre la columna es afirmativa y falsear el currículo o plagiar la tesis causa el cese fulminante del culpable… en países como Alemania o Suecia. No se puede confiar en alguien con esa mancha, inocente en apariencia, pero reveladora de un bajo estándar moral y anunciadora de un infinito potencial de deshonestidad y de un porvenir salpicado de mentiras, promesas y misiones incumplidas cuya repercusión en la ciudadanía es muy negativa. No cabe ser vanguardia ni faro. ¿Podría dormir si viviera en un país gobernado por alguien así? Como sociedad, es crítico actuar cuando se detecta el primer fraude para prevenir futuras conductas indecentes. Ariely apunta otras cualidades dañinas en torno a la deshonestidad, como la opacidad, la contagiosidad y la colaboración, que explican su fácil propagación y los lazos entre política y negocios (puertas giratorias, cajas B, clientelismo sectario, comisiones).

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Estos estudios muestran correlaciones, no causalidades. No hay un gen ni un centro cerebral de la integridad. Cuando se miente se activan circuitos implicados en la creatividad (hay que autoengañarse. ¡Son mentiras sinceras!), la resolución de conflictos (¿por qué hago esto si debería hacer lo contrario?) y la toma de decisiones (lo voy a hacer bien) y se bloquean redes relacionadas con sentimientos de asco, disgusto y vergüenza. ¿Y qué sucede en quien nunca miente ni defrauda? Cabría pensar que una parte del cerebro se impone a otra tras una lucha titánica. Sin embargo, las áreas frontales que participan en la toma de decisiones están en calma. No hay conflicto. El cerebro no trabaja duro para hacer lo correcto. Es algo automático. Y aunque es más costoso para el cerebro, actuamos como Homo 'improbus ac turpiter' porque es una ventaja evolutiva. ¿Solución? Educación, vigilancia y castigo. Es de sentido común.

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