Dudo en entrar al grupo de WhatsApp llamado 'Pescaderia' en el que participan conocidos y están encantados. El pescadero te envía vídeo semanal para que veas el aspecto de los salmonetes y la merluza. Tú eliges y reservas. De momento me decanto por lo presencial; ... así me entero de que ya no dan perejil «porque es de tierra y puede producirse contaminación cruzada». Asienten varios clientes. Presencialmente veo también que una niña se escapa llorando: «Me da miedo el pez (un bonito) y eso (una ventresca) tiene sangre. Es de un animal que han matado». Su madre asiente y le deja ir.
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Somos de otra pasta. He visto, sin traumas, matar pollos, he olido plumones chucarrados; también despellejar conejos y recuerdo gritos de un cerdo moribundo. Ahora nos cuidan más, incluso nos advierten del peligro del mosquito tigre que puede vivir en el agua encharcada del plato de una maceta.
'Almas' es el título de una exposición, de Nacho Zubelzu, que se presenta en las cuadras de un pueblo cántabro. Un cuadro se muestra delante de una vaca atónita y otras obras junto a varios cerdos que ni siquiera parecen atónitos. Acrílicos sobre cristal en ese singular espacio pretenden, según el autor, constituir para el espectador (humano) una experiencia sensorial, olfato incluido.
No se quiere provocar -dice Zubelzu- sino descontextualizar, trasladar la cultura al medio rural. Por eso es arte y por eso no lo es la ventresca sangrienta en la pescadería. Demasiado obvio.
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