El cerebro humano se distingue del de otros animales, en especial de nuestros primos en términos evolutivos, los primates homínidos, por ser más grande, con una corteza más gruesa y extensa y con más neuronas formando redes más complejas. ¿Cuándo apareció el primer cerebro similar ... al que poseemos hoy en día? Los paleontólogos utilizan los moldes craneales que descubren en los yacimientos para extrapolar cómo era el cerebro que los habitaba. Tras morir, el cerebro no se conserva, no puede fosilizarse, pero el estudio de su huella en la cara interna del cráneo es una fuente de información útil y fiable para conocer sus transformaciones. La investigación más reciente es la del grupo M. Ponce de León que examinó el molde de 39 cráneos de miembros del género homo de entre 70.000 y 2 millones de años de existencia. Encontraron que la morfología del surco orbitofrontal variaba con el tiempo y que el cambio más profundo se produjo hace 1,6 millones de años. El planeta había sufrido una crisis climática y estaba habitado por homo erectus y ergaster. Su capacidad craneal era de unos 900 cc. Vivían en bandas de 80 a100 individuos, cazadores activos que usaban primitivas lascas y sofisticadas bifaces y lanzas. El grupo era primordial para la supervivencia y era fundamental mantener su cohesión a través de la cooperación.
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El cráneo de un homo erectus hallado en Georgia constata que eran solidarios y compasivos. Se trata de un anciano desdentado que no hubiese sobrevivido sin ayuda ni recursos en aquel clima gélido. El surco orbitofrontal alberga al área de Broca, implicada en el lenguaje y la destreza manual. Entonces, ¿tenían ya un lenguaje como el nuestro? Parece que no. El estudio del genoma de fósiles o paleogenética sugiere que la presencia de las estructuras encefálicas no basta para tener un lenguaje complejo. El análisis del gen FOXP2, el gen del lenguaje, fue decisivo. El equipo de S. Pääbo (futuro Premio Nobel) encontró una mutación en este gen que ocurrió hace 50.000 años solo en homo Sapiens. Esto apoya la idea de que el lenguaje previo era un protolenguaje o un lenguaje gestual, con escasas vocalizaciones y sin la fuerza simbólica del lenguaje sintáctico.
El cerebro crecía para que su dueño se adaptara a los cambios en el hábitat causados por variaciones climáticas que condicionaban su alimentación y la protección de depredadores. Pasó de los 600 cc del homo habilis a los 900 cc del homo erectus y homo ergaster, los 1200 cc del homo heidelbergensis y rhodesiensis, y finalmente a los 1400 cc de neandertales y sapiens. El crecimiento no fue uniforme sino que fue mayor en áreas prefrontales, parietales y temporales. Para ello bastaron discretas mutaciones en unos pocos genes. De este modo, fueron aumentando las capacidades y habilidades de las diferentes especies del género homo. Todo se inició con el bipedismo y el uso de las manos con precisión para fabricar utensilios que permitieron cazar, dominar el fuego y comunicarse por gestos, y culminó con el lenguaje oral, facilitador definitivo del pensamiento simbólico, abstracto y jerarquizado y de la organización cohesionada de grupos en actividades complejas. No obstante, a medida que el conocimiento avanza, el puzzle se complica.
El biólogo T. Dobzhansky afirmó que «la evolución humana tiene dos componentes, lo biológico u orgánico y lo cultural o superorgánico que no son ni mutuamente excluyentes ni independientes». En su opinión, la evolución es fruto de la interacción entre biología y cultura. Y concluyó con su célebre «en biología nada tiene sentido si no es a la luz de la evolución». La evolución no tiene fin ni final. Evolucionamos ahora más a través de la cultura que de mutaciones genéticas, en un viaje apasionante sin propósito, dirección ni destino concretos.
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