El hombre de 47 años detenido el miércoles por matar presuntamente a su madre en Irun ha ingresado este viernes en la cárcel de Martutene. El varón, con problemas de salud mental, ha pasado esta mañana a disposición judicial y tras prestar declaración, el Juzgado ... de Primera Instancia e Instrucción nº 2 de Irun, en funciones de guardia, ha decretado su ingreso en prisión.
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El trágico suceso ocurrió el miércoles en una vivienda de la calle Kostorbe Alde de Irun, cuando el presunto parricida se personó en la casa de su madre, de 74 años, y la agredió supuestamente con un cuchillo, según informó el departamento vasco de Seguridad. La mujer, Mirentxu A. B., falleció horas más tarde en el Hospital Donostia a causa de las graves heridas sufridas.
La tía del hombre y la pareja de la víctima intercedieron entre ambos para frenar el ataque. Una vez agredió a su madre, el hombre abandonó el lugar en motocicleta. Una patrulla de la Ertzaintza de Irun acudió al lugar del suceso en una vez fue informado de los hechos y detuvo al hijo de la víctima en unos pocos minutos en la calle Jesús de la Parte Vieja.
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El varón permanecía desde entonces en dependencias de la Ertzaintza y estuvo ayer presente durante la inspección policial a su vivienda, situada en la calle de Jesús, muy cerca de la trasera del ayuntamiento irundarra. También inspeccionaron el ciclomotor en el que huyó hasta su casa tras el apuñalamiento. Los agentes también abrieron la tapa de la alcantarilla ubicada junto al portal, de tan solo tres viviendas. Todo en busca de evidencias. Tras pasar esta mañana a disposición judicial, el juez ha decretado su ingreso en prisión por el homicidio de su madre.
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Tanto los vecinos de la mujer fallecida como los de su hijo relataban ayer consternados lo ocurrido. «Lo único que puedo decir es que Unai adoraba a su madre. Solía visitarla casi a diario, y cuando hacía bueno hablaban durante horas en la parte trasera de la casa», aseguraban, consternados, unos allegados de la víctima.
Preguntado por el detenido, un vecino de esta calle no pudo contener unas lágrimas. «Me da mucha pena por ella, que era muy buena mujer, y también por él. Era un bonachón: tenía problemas mentales, pero no era ni agresivo ni conflictivo», aseguró. «Su única hermana -apuntó una vecina de la víctima- vive fuera, y él estaba muy unido a su madre», quien residía en una casa familiar junto a su segundo marido -enviudó del primero, padre del matricida- y su hermana, ambos presentes en el momento del crimen. La otra hija de Mirentxu y su nieta se han desplazado ahora a esta vivienda del barrio de Santiago.
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La mujer había ayudado a su hijo a acceder al piso en el que vivía, y era ella quien iba a las reuniones de la comunidad. El detenido era una persona «querida» en su calle y en el barrio de su madre, junto al Stadium Gal. Dado su estado de salud mental, trabajaba como jardinero en una empresa de economía social. Integraba la brigada que cuidaba los jardines de la zona de Kostorbe, aunque ahora estaba de baja. Tanto en su vecindario como en el materno y en el bar de la plaza Mosku donde solía tomar café por las tardes, varias personas coincidían en que en los últimos días les había confesado que «le habían cambiado la medicación y no le estaba haciendo bien». En la calle de Jesús últimamente le habían oído «discutir más por teléfono con su madre, pero nada exagerado». Luego pidió perdón a los vecinos «por si nos había molestado con las voces».
A menudo en el bar compartía café con dos o tres amigos y en enero llevó una tarta por su 47 cumpleaños. «Era muy correcto y no muy hablador. Yo pensaba que vivía con su madre porque hablaba mucho de ella», afirma un hombre en este bar, donde lo recuerdan como «muy motero», a menudo vestido con cazadora y botas de moto, aunque pilotaba un ciclomotor Rieju de 50 cc. Cogía la moto a diario para ir a trabajar, a las 6.30 horas. Para no despertar al vecindario, iba en punto muerto por la calle abajo hasta que la arrancaba. «Era muy respetuoso, el último que esperas que pueda hacer algo así. Pero estaba enfermo y a saber qué pasó por su mente», lamentaba un vecino.
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