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G. L./J. P.
SAN SEBASTIÁN.
Domingo, 20 de enero 2019, 10:02
El dicho de que una imagen vale más que mil palabras se ha aplicado a rajatabla en el proceso judicial abierto contra Pablo Ibar. Ha sido una imagen, por muy fugaz y borrosa que fuera, la que ha condenado al preso de origen guipuzcoano a ... pasarse más de media vida en prisión, con la amenaza de la inyección letal durante dieciséis años. La captura de las cámaras colocadas en el lugar del crimen que se le imputa ha condicionado el caso Ibar de inicio a fin.
Porque al igual que en los juicios anteriores, también esta vez la principal prueba de la Fiscalía ha vuelto a ser el vídeo que recoge el momento en el que los asesinos acaban con la vida de las tres víctimas. La grabación completa consta de 22 minutos y comienza con la irrupción de dos individuos en el salón del domicilio de Sucharski. Uno de ellos llevaba la cabeza cubierta con una capucha; el otro portaba una gorra con visera. Tras asesinar a las tres personas, el autor de los disparos pasó delante de la cámara ante la que se despojó de la capucha. La grabación, pese a su deficiente calidad, permite vislumbrar a un joven de aspecto latino que se echa la capucha sobre el hombro antes de abandonar la dependencia.
Aun cuando el fiscal aseguraba que la persona que aparece en el vídeo es Pablo, la defensa ha presentado un contundente informe elaborado por Raymond Evans, fundador de las empresas Foreign Image Analysis Group y Forensic Image Scientific Working Group, que estudió las características morfológicas de Pablo con la persona que aparece en el vídeo.
Sus conclusiones fueron presentadas en 2009 durante las sesiones en las que el abogado de Ibar demandó que se celebrase un nuevo juicio. Evans afirmó que dada la mala calidad y la escasez de pruebas de vídeo e imágenes fijas y las diferencias entre Ibar y la persona que cometió el delito, «simplemente» no es posible llegar a la conclusión de que el perpetrador y Pablo Ibar son la misma persona».
El especialista explicó que «las diferencias observadas» arrojaban «muchas dudas acerca de cualquier conclusión de que Pablo sea la persona que aparece en la cinta de vídeo o las imágenes extraídas de éstas». Y añadió que por el simple hecho de que alguien tenga cierto parecido con otra persona «no nos permite llegar a la conclusión de que son la misma persona».
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