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La defensa de la acusada de matar a Aintzane Pujana tuvo ayer uno de sus días más importantes del juicio con la intervención de la médica especialista en psiquiatría Blanca Morera Pérez, quien examinó a la procesada y realizó un informe sobre su estado e ... historial clínico en abril de 2021 a petición de la propia abogada. La estrategia de esta pasa por acreditar que su clienta sufre un trastorno límite de la personalidad, diagnóstico precisado por la psiquiatra y enfermedad que podría haber jugado un papel fundamental la noche de los hechos, el 1 de enero de 2021. La abogada de la encausada reconoció que su representada «había acuchillado» a Pujana «guiada por las manos» del acusado porque «ella tenía miedo de acabar de la misma manera» que la donostiarra presuntamente asesinada.
Partiendo de este relato que defiende la letrada, la psiquiatra calificó que el trastorno límite de la personalidad «es uno de los más graves» de la psiquiatría por la dificultad que existe de abordar su tratamiento. Apuntó que «el 10% de los que lo sufren se terminan suicidando». La especialista explicó que «el inicio de este trastorno en K. -inicial de su nombre- se puede establecer en el período perinatal. Cuando fue adoptada -de Rumanía- con tres años y pico tuvo marcas físicas de maltrato y un trastorno psicomotriz importante». Añadió que los informes médicos de la época «ya mostraban la dificultad que tuvo para establecer relaciones interpersonales desde la más tierna infancia».
De las numerosas fugas que realizó de los centros en los que estaba interna entre los 12 y 16 años la dinámica era la de «huir siempre con una pareja, con 12 años se fue de Usurbil con un chico de 28 años. Estamos hablando de una menor incapaz de vincularse emocionalmente, deseosa de ser querida y que establece toda sus relaciones a través de la sexualidad y el consumo de drogas».
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Precisó que la encausada «no tiene un problema cognitivo. La dificultad empieza cuando la realidad hay que ponerla en contacto con los elementos emocionales para planificarla, conocer las consecuencias y saber cómo relacionarse. Ese es el lugar en el que K. no tiene ninguna posibilidad de que haga ese tipo de trabajo» y donde existe en consecuencia «un riesgo de victimización. Cualquier persona que se acerque puede conseguir de ella prácticamente cualquier cosa», afirmó.
Uno de los conceptos que más se repitió fue la conducta «impulsiva» de la acusada. «Es enormemente impulsiva, no hay período de reflexión entre la recepción del estímulo y la conducta. En las escalas de impulsividad» los guarismos son «muy superiores a los que estamos acostumbrados». Recordó que durante las cinco horas que la entrevistó el 21 y el 28 de abril de 2021 «no pudo permanecer mucho tiempo en un estado emocional, no tiene equilibrio para ello. No había manera de que pasara más de media hora sin que tuviera que interrumpir la entrevista para salir a fumar».
La procesada se mostraba impasible ante el relato que estaba haciendo la psiquiatra de su perfil, una actitud que se ha mantenido durante todo el juicio. No ha hecho ningún gesto, ningún comentario, y preguntada la médica por esto mismo por el fiscal, sobre cómo es posible gestionar esa «impulsividad sin mover ni un músculo todos estos días», respondió que «esa impulsividad se encuentra a la hora de tomar decisiones», lo que puede provocar que en su próxima testificación -se espera que sea este jueves la de los dos acusados- «puede no medir las consecuencias de lo que diga. En la entrevista en el momento que había una pregunta incómoda quería fumar».
Precisamente esa presunta incapacidad de no saber medir las consecuencias es donde la defensa de la acusada se detuvo. Preguntada por qué consecuencias puede tener no pensar en las consecuencias, valga la redundancia, explicó que «K. no creo que pueda planificar nada porque no anticipa las consecuencias, que es lo que conlleva planificar algo. Tiene una conducta de cortocircuito, piensa en este momento y en los próximos minutos». La abogada le preguntó si es «congruente» que su representada participara de esa manera en los hechos que acabaron en el crimen y la psiquiatra afirmó que «es congruente que K. estuviera buscando sobrevivir, es lo que ha hecho toda su vida. Entiendo su vida como una historia de supervivencia».
Defendió que «es lamentable entender como capricho el consumo de drogas y la prostitución, ha estado atrapada en la prostitución. Me contaba que su fantasía era que un hombre la sacara de ahí y la convirtiera en una reina», e indicó que «me relató que el acusado la maltrataba. Tenía una relación de dependencia sobre él».
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