Gema Varona | Directora del Instituto Vasco de Criminología
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Gema Varona | Directora del Instituto Vasco de Criminología
«Lo que quieren las víctimas de abusos en la Iglesia son garantías para que no vuelva a pasar»La directora del Instituto Vasco de Criminología de la UPV/EHU y presidenta de la Sociedad Mundial de Victimología, Gema Varona, ha investigado durante años los abusos sexuales dentro de la Iglesia católica española y ha participado en el estudio más ambicioso sobre esta cuestión ... que se ha realizado en España. «A nadie se nos escapa que muchas víctimas han fallecido o que no van a dar un paso al frente, y ese acto de reparación es muy importante para todas ellas y para la sociedad», afirma.
– El Defensor del Pueblo presentó este jueves en las Cortes el Informe sobre los abusos sexuales en la Iglesia con una serie de recomendaciones para reparar a las víctimas. ¿Cómo valora el plan de respuesta del Gobierno?
– Habrá que ver cómo se ejecuta y qué resultado tiene. Hay unas recomendaciones muy específicas. Por poner un ejemplo, está toda la cuestión de una reparación económica, que nunca va a reparar el daño producido, pero sí es importante porque hay muchas personas que necesitan pagar una terapia especializada, que ya la pagaron, que no pudieron trabajar... Y para muchas víctimas es importante porque es una forma de expresar el reconocimiento por lo que ha ocurrido. Es decir, cómo es posible que una institución tan respetable como la Iglesia, con una vocación religiosa, educativa, haya podido responder de esa manera en el sentido de que hubo procesos de minimización, de negación, de culpabilización de las víctimas, incluso de represalias.
– Cerca de un centenar de víctimas de pederastia han negado que la Iglesia les esté indemnizando.
– Bueno, es que la Iglesia no ha indemnizado más que a unas muy pocas víctimas, y a veces se ha hecho cuando no ha tenido más remedio y de una manera en la que algunas víctimas han llegado a decir que se compraba su silencio.
– Entre las medidas propuestas está la de celebrar un acto público de reconocimiento a las víctimas.
– Sí, ya se hizo en la Catedral de la Almudena, pero es importante que también el Estado responda, porque tenía una serie de obligaciones de cuidado, de supervisión de la educación. Y que no se nos olvide que estamos hablando de víctimas que eran menores, algunas de muy corta edad. Ese acto público ya se ha hecho en muchos países y en Australia, por ejemplo, algunas iglesias tienen una escultura o placa de recuerdo a las víctimas. La memoria es también una forma de reparación para lo irreparable. A nadie se nos escapa que muchas víctimas han fallecido o que no van a dar un paso al frente porque es muy costoso en términos humanos, y ese acto de reparación es muy importante para todas ellas y para la sociedad.
– Tan importante como reparar es prevenir...
– Cuando entrevistamos a las víctimas no hay esa diferenciación, es decir, cuando se les pregunta cómo cumplir, de alguna manera, el derecho a la reparación muchas lo que quieren es que les aseguren que se han puesto las condiciones necesarias para que esto no vuelva a pasar, es lo que se conoce como las garantías de no repetición'. Cambiar las condiciones que lo hicieron posible es favorecer el 'nunca más, contra nadie más'.
– ¿Cree en una justicia restaurativa que sienta a curas pederastas con sus víctimas?
– Primero de todo me gustaría aclarar que la justicia restaurativa, que tiene ya medio siglo, no es impunidad, no es el camino más fácil y no es banalidad, pero tampoco es café para todos. Dicho eso, la justicia restaurativa parte de un principio fundamental, que es la voluntariedad y surge porque hay necesidades de las víctimas de reconocimiento, de participación, de expresarse en su propia voz que no se colman con la justicia al uso.
– ¿Qué reclaman?
– Lo que estamos viendo es que la mayor parte de las víctimas no están tan interesadas en encontrarse con su agresor, sino con un representante de la Institución que se responsabilice de ese daño, en el sentido restaurativo, no en el sentido jurídico penal, precisamente para ofrecer esas garantías de no repetición. Además es una oportunidad de oro para que la Iglesia se ponga al frente de todo lo que son procesos de justicia restaurativa en este campo. Hay daños intangibles que no se pueden abordar por el derecho, incluso aunque no estuviesen prescritos. Es el daño que se ha hecho en la confianza, en las creencias espirituales que sostienen la vida, además en menores. Es el daño a las familias que confiaron a sus hijos a una institución para que les educasen, en valores cristianos, católicos. Es el daño que se ha hecho a la comunidad de creyentes, a toda la sociedad por lo que supone el papel de la Iglesia. Esto no son solamente unas manzanas podridas y la manera de reaccionar ha hecho que el cesto también se pudra.
– ¿Qué ha cambiado desde que en 2013 el Instituto Vasco de Criminología empezara con los primeros estudios sobre pederastia en la Iglesia?
– Ha cambiado mucho, los dos últimos papados han cambiado, se han hecho reformas, aunque creo que todavía en el derecho canónico queda una reforma pendiente, que es cómo se tratan las víctimas. A veces nos gustaría ver avances mucho más rápidos porque España es un país muy lento comparando con los otros. Aquí se ha negado durante mucho tiempo que esto fuese un problema, cuando se estaba viendo que lo era en todo el mundo. Cuando empezamos a trabajar en la comisión del Defensor del Pueblo, Francia y Portugal ya tenían informes. Y a nivel de gobiernos autonómicos también hay diferencias. Por ejemplo, Navarra ha hecho una apuesta y tiene una ley ya de hace unos años específica una comisión de reparación, ofrece un servicio específico de justicia restaurativa, etc. Y Cataluña también ha trabajado a nivel parlamentario para oír a las víctimas.
– En el caso de las diócesis vascas, ¿qué se ha encontrado a lo largo de estos años de investigación?
–Cuando empezamos a solicitar información, la respuesta fue la no respuesta o el decir que no había casos, cosa que evidentemente luego se ha visto que no era así. De las tres diócesis, parece que la que más activa en cuanto a respuesta ha sido la de Bilbao, pero sigue quedando mucho por hacer.
–El próximo 25 de noviembre se celebra el Día internacional de la eliminación de la violencia contra la mujer. ¿Qué mensaje lanzaría?
– Creo que en violencia de género también se ha hecho mucho, tenemos una ley integral del año 2004, más luego toda una serie de avances normativos, servicios, etc. Nunca vamos a poder eliminar la violencia de género, como nunca vamos a poder eliminar otro tipo de delitos, pero sí minimizarlos, prevenir mejor y desde luego, tratar mejor a las víctimas. En este esfuerzo, recientemente hemos celebrado el Encuentro Antonio Beristaian e invitamos a todos los cuerpos policiales y todos dijeron la frustración que es cuando ocurre alguna agresión especialmente que puede terminar en feminicidio. Son comportamientos complejos, a veces inesperados y es muy difícil llegar a esa cifra de cero.
– ¿Qué se puede hacer en este sentido?
– Como se está haciendo en muchos países, intentar dar una respuesta más individualizada, yendo a los colectivos más específicos, por ejemplo, mujeres mayores que llevan mucho tiempo sufriendo la violencia de género, personas con discapacidad, personas extranjeras, personas con escasos recursos, etc. También tenemos que seguir apostando por una mayor coordinación y una mayor concienciación de la sociedad. Tenemos que dar un paso al frente, no ser indiferentes.
– Desde su amplia experiencia en el campo de la victimología, ¿cree que en ocasiones la sociedad culpa a las víctimas?
– Sí, claro, por supuesto. Lo hemos visto en el caso francés (el de Giselle Pellicot) y en numerosísimos casos en nuestro contexto español. Es muy interesante el debate que está habiendo en la sociedad. A veces una película, una serie, por ejemplo la de 'Querer', crea un ámbito conversacional para hacernos pensar qué es lo que funciona, no funciona... Lo que vemos es que todavía tenemos esa idea de víctima ideal: se suele identificar con una víctima que consideramos que es totalmente inocente, que no ha hecho nada indebido, que sea respetable socialmente... y a lo mejor a una prostituta no se le entiende tanto como otra víctima. Pero las víctimas ideales no existen.
– ¿Cómo valora el caso de Giselle Pellicot al que se ha referido?
– Es un caso que pone sobre la mesa que esta va a ser una tarea perpetua y de todos los gobiernos, de la sociedad, de los policías, jueces... no solo de las víctimas que denuncien. También pone sobre la mesa cómo hubo personas, de todos los estratos sociales y profesiones y edades, que claramente vieron que eso estaba mal pero no dijeron nada, poniendo por delante su reputación, y cómo hubo hombres que se defendían diciendo que ellos creían que la víctima estaba fenomenal. Este caso deja claro que hace falta una mejor educación sexual, en toda la sociedad, no solo en los colegios.
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