Cuca Iturri prepara con ilusión su primer viaje del año, «a Fuengirola, con buen tiempo y buenos paseos, a disfrutar». J. USOZ
Cuca Iturri | Jubilada donostiarra de 84 años

«Quiero recuperar la alegría de las pequeñas cosas»

Rumbo a la sociedad pospandemia ·

Cuca Iturri, jubilada donostiarra de 84 años, espera retomar su vida «con precauciones, pero sin dejar de hacer»

Jueves, 24 de febrero 2022

Cuca Iturri está acostumbrada a la soledad. Es viuda desde hace más de 30 años, «pero nunca había sentido lo que pasé durante el confinamiento más duro», cuenta cuando echa la vista atrás. «Mi marido se fue hace mucho y todavía me pesa cerrar la puerta, saber que no está». Los primeros meses de la era pandemia le resultaron duros, «no poder hablar con nadie más allá del teléfono, no tener ese contacto cercano con la gente, ni si quiera de mi familia, estar sola todo el día», describe. «Y eso que me entretengo porque hago muchas cosas, hago punto, ganchillo, coso, veo la tele...», enumera. «La soledad es buena cuando tú la buscas, no cuando te la imponen».

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Por eso decidió nada más acabar la primera ola, «disfrutar de las cosas, de la vida, no quitarme de celebrar», pero puntualiza, «con toda la prudencia». Así que, «en lo que nos han dejado» se ha reunido con sus amigas para caminar, para festejar cumpleaños, o para ir de comida. Aún así, tiene pendientes muchas cosas que no ha podido hacer en dos años. La primera en la lista es reunir a toda su familia. «No lo hemos hecho en estos dos años, y no por mí, porque ellos no han querido, porque les daba miedo que me pudiera contagiar y me pasara algo. Sé que lo hacen porque me quieren pero creo que es hora de hacerlo, de vernos todos juntos».

Su sector

  • 22% de la población en Gipuzkoa en enero de 2020 estaba en la edad de jubilación (161.618 personas), el 57% de ellas eran mujeres. En Euskadi hace dos años el 22% de la población general tenía 65 o más años.

  • Esperanza de vida: En 2019 las mujeres tenían una esperanza de vida de 86,6 años y los hombres de 80,8. La población vasca es más longeva que la media de la UE (83,6 mujer por 78,3 hombre).

  • Soledad: El 43% de las personas que viven solas en Euskadi son mayores de 65 años, 3 de cada 4 son mujeres.

  • Satisfacción: Los mayores de 65 años puntúan con un 7,53 sobre 10 el nivel de satisfacción con la vida

Cuca tiene tres hijos, 5 nietos, y 4 biznietos. «Les he ido viendo estos dos años, pero siempre me advertían de que todos a la vez no, que les inquietaba que me pudiera contagiar». Tienen un cumpleaños en marzo, «que ya me han dicho que lo celebraremos en abril, cuando comprueben que todo ha mejorado de verdad». En enero Cuca dio positivo. «Tengo las tres vacunas y me tocó», cuenta. «Lo pasé mal, no te creas. Eso de que ómicron es leve, será para el que le toque. A mí me dejó baldada».

Tras su convalecencia salió convencida de que quiere «recuperar la alegría de las pequeñas cosas». Irse de merienda con las amigas, no faltar a sus encuentros de costura en el hogar del jubilado de Bidebieta... «No me hace falta grandes fastos, pero sentirme viva», manifiesta.

El peor momento

La soledad del primer confinamiento, «no poder hablar con nadie más allá del teléfono»

Un deseo

«Poder juntarme con toda mi familia, hijos, nietos y biznietos, y sin que alguno sienta miedo»

Dos años después retoma los viajes que «tanto» le gustan. La primera cita en su agenda es Fuengirola (Málaga), va con una prima «que no lo ha pasado nada bien en los últimos tiempos». Cuca tiene ganas de sol, buen tiempo, paseos al borde del mar. «Ya he estado allí otras veces y me gusta. El clima es perfecto, el plan tranquilo que tenemos me satisface, no necesito grandes cosas y donde nos alojamos tenemos todo a mano», explica. La siguiente cita, Zamora, «con los del barrio», ocho días para conocer la zona. «Este es más cultural, con excursiones y acompañada de mis amigos. Ya me han dicho que el alojamiento estará muy bien y que la zona es bonita. Lo disfrutaré», añade. Y en sus pensamientos, «si todo va bien, y me alcanzan los números», a la Costa Brava, a Playa de Aro, en octubre. «O quién sabe, a lo mejor me sorprenden con un crucero», dice riendo, «que nunca he estado en uno, y me encantaría. ¿Te imaginas? El problema es que es mucho dinero», reconoce.

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Cree que estos dos años le han traído «un ramalazo de vejez» pero «no solo a mí, también a mi entorno», aclara. «Decían que íbamos a salir mejor de todo esto, y yo no tengo esa sensación», apunta. «Veo que en general la gente se ha vuelto más egoísta. O a lo mejor es que yo miro a las personas con otros ojos, y lo que ha cambiado es mi mirada», confiesa.

Entre las rutinas diarias de las que disfruta, Cuca ayuda a sus compañeras a coser. «Vengo al hogar del jubilado y comparto lo que sé. Pasamos el tiempo y hacemos cosas que nos gustan. Estoy ahora atareada preparando unos pendones para las fiestas», explica. «Luego el pincho y el vinito no lo perdono».

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