Reflexiones en tiempo de pandemia (I): La salud
El árbol de la ciencia ·
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El árbol de la ciencia ·
Urge devolver el prestigio arrebatado a la OMS que debe ser la voz única en la prevención de futuras pandemiasEs tiempo de reflexión serena, constructiva y crítica para planificar el futuro y prevenir. Una nevada o una lluvia torrencial propicia que se implanten planes de vialidad invernal o de limpieza de ríos. Tras el atentado de las Torres Gemelas se redoblaron esfuerzos contra el ... terrorismo. Desde el tsunami se aplican sistemas de detección precoz de maremotos. El siniestro de Fukushima demonizó la energía nuclear. La emergencia climática desencadenó una ola de sensibilización para reducir las emisiones de CO2.
Irónicamente, una epidemia es más mortífera y, sin embargo, recibe menos atención política y mediática. Las tres pandemias de peste mataron a 200 millones de personas y la gripe de 1918 se llevó por delante a 50 millones. Desde entonces, hay brotes de cólera, fiebre amarilla, zika o paludismo, pero es difícil que se conviertan en pandemia por su mecanismo de transmisión. No obstante, un mundo globalizado y con una movilidad desaforada está en riesgo permanente de pandemia, en especial si la causa es un virus que pasa de animal a humano y se transmite por vía aérea (estornudo, tos). Es un enemigo terrible porque es invisible y parece tan lejano e inofensivo en sus comienzos que no se percibe como una amenaza. La gripe nos visita cada año, pero tenemos cierta inmunidad y nos anticipamos con vacunas. El SARS, la gripe A y el ébola crearon alarma e inquietud, pero quedaron circunscritas a Asia y África y afectó poco a Occidente (es la cruda y triste realidad). Como efecto colateral, decisivo para entender la crisis actual, la gripe A minó la credibilidad de la OMS que recomendó hacer acopio de vacunas. Como no fueron precisas, fue acusada de alarmista y de actuar en connivencia con la industria farmacéutica. Hoy nos arrepentimos pues algunos políticos y sus asesores en salud pública hicieron oídos sordos a las sucesivas alertas que la OMS lanzó desde enero. Esta pandemia no es un «cisne negro» imposible de prever y prevenir, aunque los duros de oído quieran matar al mensajero.
Ahora toca controlar la situación (su esfuerzo está siendo esencial) y aprender. Para ello, hay que superar dos debilidades del ser humano: su frágil memoria y su tendencia a reaccionar solo cuando se siente amenazado. No parece que lo que estamos viviendo vaya a olvidarse una vez llegue un fármaco o la vacuna que devuelva la normalidad. Habrá rebrotes y más pandemias y para enfrentarlas podrían plantearse acciones como: 1.-Actuar en origen para cortar la transmisión de virus de animales a humanos. 2.-Devolver a la OMS su autoridad y prestigio científico en prospectiva, epidemiología y salud pública. Es el radar. Los gobiernos deberían acatar sus indicaciones y actuar con diligencia coordinada, libre de ideología. 3.-Invertir en medidas preventivas y multiplicar la ayuda a países en desarrollo para que las adopten. 4.-Aumentar la inversión en I+D biomédica para crear plataformas de predicción y producción acelerada de test diagnósticos, fármacos y vacunas. 5.-Dotar de modo permanente a la Sanidad de equipos humanos, recursos materiales y protocolos precisos para actuar con premura, aunque parezca innecesario porque «en Sevilla nunca nieva». Cierto, pero cuando nieva, nos pilla en bolas. Y sin vacuna ni fármacos, nevará.
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