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Está en Leintz Gatzaga. En el confín suroeste de Gipuzkoa. A 80 kilómetros de San Sebastián. El restaurante Arrate es uno de los mejores del valle de Leniz y, tal y como suele suceder en ocasiones, un gran desconocido en la capital del territorio. Nos gusta dar a conocer rincones más o menos secretos a gente que, por lo que sea, le cuesta salir del marco incomparable. Así que una excursión recomendable consiste en visitar esta localidad, junto al santuario de Dorleta, otra joya escondida, y darse después un homenaje en este local peculiar.
Digo peculiar porque hasta hace poco sus platos se cantaban. Ahora tiene carta, aunque no aparecen los precios. Tampoco tiene página web. Ni Facebook ni Instagram. Una filosofía de antaño de la que apenas quedan unos cuantos irreductibles. El restaurante es pequeño, tiene ocho mesas en su interior, aunque desde las obras de 2013 presenta un aspecto más moderno, más acogedor. Además, en verano disponen de una terraza exterior siempre bienvenida.
Pero el verdadero festival procede de sus fogones, siempre volcados a los platos de cuchara. El cocido se viste de glamour en el Arrate. Los garbanzos se presentan en sólido o en líquido, acompañados de rape y almejas u hongos y foie. Platos contundentes pero sabrosos. Deliciosos. También hay marmitako, ensaladas y un arroz meloso con bogavante que se saborea desde que queda encargado.
Después tienen carne y pescado, como para saber elegir. Aita o ama. Besugo y rodaballo contra chuletón y solomillo. Y ojo al rabo, un guisado de primer nivel para quedar saciado. Eso, si no llegan al final cansados, pueden probar con el souflé (que se pide al principio). Un remate tradicional a muchas comidas que se estaba perdiendo.
La bodega es corta pero no por ello modesta. Y encontrar un Pazo de San Mauro blanco frío y rico alegra a cualquiera. Se come bien y se tiene la sensación de estar en un rincón de los que ya no quedan o, al menos, de los que cuesta encontrar. Aquí no hay química ni deconstrucciones, sino cariño a la materia prima y devoción por la cuchara. Aquí, en el Arrate, el cocido se viste de glamour.
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