Nadie está preparado para ser el tercer hombre más rico del mundo. Así entiendes que a Jeff Bezos se le vaya la olla. Su último capricho ha sido comprarse un yate de 500 millones y pagarle unas tetas nuevas a su churri. Y si no ... te parece un dispendio exagerado, intenta imaginarte las gilipolleces de nuevo rico que harán el segundo y el primero de la lista Forbes. El segundo es Bernard Arnault, rey del emporio del lujo LVMH, casado con la actriz Salma Hayek, otra que anda bien servida de pectorales. Igual o parecida a Natasha Bassett, última novia conocida de Elon Musk, el triunfador en el podio de los billonarios ociosos. Yo creo que deberían competir ellas sacando pecho (talla mínima 120 de sujetador) y no ellos con sus yates de la era Gil y Gil marbellí.

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Además de aburridos, palurdos y extravagantes, son muy cutres tío. Necesitan más un cursillo para manejar su vida que para gestionar su pasta. Y sin embargo encarnan el paradigma de la felicidad en una sociedad hasta los güevos de demagogias y hambrienta de placeres y emociones. La lista Forbes, las Kardasian y la revista Hola, han democratizado la riqueza. Ahora que las ideologías han muerto, desde la cultura del pelotazo, no se veía una exhibición de poderío tan impúdica. De las cloacas del Deep State surge un nuevo modelo de democracia donde todo se compra y se vende: los votos, la decencia, la conciencia, la ética, la justicia, la honra … y hasta el cariño verdadero.

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