El vaso de la paciencia de los vecinos del barrio donostiarra de Txomin Enea estaba ya al límite con el goteo de robos que venían sufriendo en los últimos meses en viviendas, garajes, comercios y vehículos. Pero el agua de la hartazgo rebasó en ... la pasada madrugada, cuando amigos de lo ajeno se cebaron en la calle Felisa Martín Bravo, donde reventaron las lunas de una panadería –por cuarta vez en dos años– y una peluquería, así como de dos coches, una furgoneta y una autocaravana aparcadas. También fue forzado al menos el acceso peatonal a un parking subterráneo de rayas y trasteros en la plaza de Wroclaw, situada en la trasera de la vía asaltada. El propio vecindario se despertó por el ruido de los golpes para tratar de romper los escaparates y alertó a la Ertzaintza, que pudo detener a un joven en cada uno de los dos comercios salteados. «Hemos perdido la cuenta de los robos que hemos tenido, pero nunca lo que ha pasado esta noche», coincidieron varios vecinos de esta zona a orillas del Urumea. Algunas voces apuntaron que existe la voluntad de organizar patrullas ciudadanas por las noches para tratar de poner freno a la ola vandálica.
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El aviso a la Policía vasca tuvo lugar pasadas las cuatro de la madrugada. Lo realizó un agente policial que reside en el barrio y al que alertaron unos ruidos en la calle. Al asomarse al exterior, vio a un joven golpear la puerta de la peluquería Urrezko Orrazia. «Según me ha dicho el vecino, daba unos golpes y se apartaba. A la tercera vez que ha repetido la operación, ha roto la puerta, pero la verdad es que la Ertzaintza ha 'volado' porque cuando el chico intentaba entrar medio tumbado con los pies por delante, le han cogido», explicaba este mediodía la propietaria del establecimiento, Zaola Goikoetxea, mientras dos operarios le cambiaban el cristal.
Es la primera vez que le han tratado de robar, pero «una vez una vecina llamó a la policía al ver a unos sospechosos merodeando el escaparate. Lo han hecho más veces y se sabe quiénes son. Estamos ya asqueados de tanta inseguridad», señalaba la joven peluquera. Cogió el local «quince días antes de que nos confinaran» y abrió el negocio en agosto de 2020. No tiene ni alarma ni persiana, porque «¿quién piensa que se puede llevar algo de valor de una peluquería?». Apenas había barrido los cristales cuando, sobre las diez de la mañana, «me ha venido una empresa a ofrecerme una alarma».
Zaloa se mostraba «muy agradecida» al «apoyo de los vecinos» y también a la labor de la Ertzaintza. «Me han empezado a llamar al teléfono del trabajo sobre las 4.30 horas, pero entonces he creído que sería alguna de esas llamadas spam». Finalmente, un vecino que tenía su número personal le ha telefoneado pasadas las seis de la mañana, mientras una patrulla vigilaba la entrada con la puerta rota. «He llegado a las 6.45, toda nerviosa porque no sabes lo que te vas a encontrar. No me han robado nada, pero podía haber perdido todo un día de trabajo, que para una autónoma es mucho».
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Para entonces, la Ertzaintza ya había procedido a detener también al caco que entró en el local de Ogi Berri. El procedimiento fue similar, según pudo comprobar Fanny Flores a través de las cámaras de vigilancia. Según se aprecia en el vídeo que muestra en su teléfono, eran las 6.10 horas cuando un joven ayudado con un mazo golpea cinco veces el escaparate trasero. ¡Pom, pom, pom, pom, pom! Ya había amanecido, por lo que la imagen es tan nítida como el estruendo. Al saltar la alarma, el chico se aleja y regresa al reinar nuevamente el silencio para dar nuevos mazazos. Para entonces, la empresa de seguridad que tienen contratada ya le había llamado. «Imagínate el susto. He venido rápidamente».
Ya le habían entrado en otra ocasión, «el pasado septiembre, justo cuando comencé con la panadería». Entonces le rompieron el escaparate delantero y se llevaron la caja expendedora de cambio automático, que entonces no estaba anclada al mobiliario como ahora. «La Ertzaintza la encontró cerca», reventada. Según explica, la panadería abrió con otros dueños en febrero de 2020, y ya es la cuarta vez que les tratan de robar. La primera vez resultó tragicómica, porque el ladrón «abrió la puerta con un paraguas y luego se quedó encerrado dentro» al bloquearse la puerta. Bebió varios botellines de cerveza e intentó huir hasta por el techo de la cocina, para finalmente quedarse dormido en el suelo, donde fue sorprendido por una trabajadora».
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Tras cuatro robos, Fanny sopesa colocar una persiana. «Los anteriores dueños me dijeron que los vecinos no les daban permiso por el ruido que causaría al abrir y cerrar». Ayer, en cambio, «nadie oyó los mazazos», que «se oían bastante más que una persiana», dijo un cliente tras visionar el vídeo del robo.
La panadería está pegada al bar Ibaialde, que hace un año también fue objeto de otro robo, y donde ayer muchas conversaciones giraron en torno a la inseguridad del barrio, que apenas fue estrenado hace tres años. Unas diez familias fueron las primeras en aposentarse, en noviembre de 2018. Después, el Gobierno Vasco y el Ayuntamiento vendieron el 'ecobarrio' de Txomin –dotado con avanzados sistemas de iluminación, calefacción y agua caliente, como «el más inteligente de Euskadi», lo que sirve a los vecinos para realizar un paralelismo: «Es el barrio más inseguro de Euskadi». Sobre todo lo es, según cuentan, desde que varios jóvenes ocuparon el caserío Barnetegi, situado detrás del centro penitenciario de Martutene. «Son los mismos que echaron del Infierno y de Mundaiz en Egia. Nos hemos convertido en el barrio de los manguis». Un par de personas testigos de la actuación policial esta madrugada, aseguraron que «la Ertzaintza nos ha dicho que al menos uno tenía infinidad de antecedentes policiales. El problema es que tal como los cogen, los sueltan porque no pueden hacer mucho más».
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