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Empiezan los Juegos Olímpicos de Invierno, los quintos con participación de un esquiador de Tolosa, pueblo sin nieve. Imanol Rojo prolongará la huella de aquellos noruegos que en 1907 instalaron la fábrica de clavos Mustad en Berazubi y, en cuanto cayó una nevada en Izaskun, ... subieron a saltar rampas con sus esquís. «Los campesinos vascos nunca habían visto semejante locura y se divirtieron mucho», escribió el historiador Vaage, citado por Francisco Tuduri. «Pero Bernt Topp cayó sobre una huerta, arrancó unos nabos, el campesino se enfureció y los echó de allí». Noruegos y nativos fundaron el Ski Club Tolosano, cuna de esta tradición de esquiadores que compiten por el mundo y emprenden travesías por Laponia, Alaska o Groenlandia.
Rojo sigue la estela de Ixaka López Mendizabal, escritor, político, cofundador de Euskaltzaindia, que en 1909 tomó una decisión histórica en la estación pirenaica de Eaux-Bonnes. En unas competiciones contra franceses y suizos ante cuatro mil espectadores, solo uno de los catorce miembros del Ski Club Tolosano se había atrevido con la prueba de salto: el noruego Gustave Aas, que consiguió la medalla de plata. López Mendizabal dijo que algún tolosarra tenía que lanzarse. Saltó la rampa, emprendió el primer vuelo de un vasco en competición internacional, se le desequilibró una pierna y se pegó un tortazo. No apareció en las clasificaciones pero abrió una huella en la nieve que ya llega hasta Pekín.
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