Egan Bernal llegó a la meta de Cortina d'Ampezzo haciendo malabares para quitarse el chubasquero negro y lucir la maglia rosa, en un gesto que recuerda al de Fiorenzo Magni en 1948: con la maglia rosa pretendió tapar la camisa negra que había lucido ... como guardia fascista durante la guerra.
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Magni fue un chaval huérfano al que apoyaron los jerarcas fascistas de la Toscana para que siguiera compitiendo en bicicleta. En 1943, cuando una parte de Italia se pasó al bando aliado, él se alistó en la gendarmería de Mussolini. Alegaría que lo hizo para que no lo mandaran al frente. En 1945, Magni emprendió la mayor escapada de su vida: pedaleó mil kilómetros hacia el sur y desapareció un par de años, mientras lo juzgaban en ausencia como presunto participante en una masacre de partisanos. Salió absuelto de esa acusación y amnistiado del delito de colaboracionismo con los nazis, en 1948 ganó el primero de sus tres Giros pero fue recibido con insultos y abucheos: por fascista y por tramposo (una cadena de amigos lo empujó en el Pordoi para no perder la maglia ante Coppi). A Magni lo defendió siempre su amigo Alfredo Martini, admirado corredor y partisano socialista que transportaba cócteles molotov en bici durante la guerra. Juntos formaron una imagen de reconciliación. Cuando Magni murió en 2012, el Ayuntamiento de su ciudad rechazó la propuesta de dar su nombre a una pista ciclable. Magni, dijeron, es una herida abierta.
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