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Momento de la detención de Emilio Indart.
El brutal asesinato de la niña Sandra Calvo

El brutal asesinato de la niña Sandra Calvo

Crónica negra de Gipuzkoa ·

Se cumplen tres décadas del brutal asesinato de una niña en el barrio donostiarra de Altza. La menor fue raptada por un joven que la sometió a abusos sexuales, le asestó varias cuchilladas y la arrojó por la ventana de un cuarto piso

Javier Peñalba

San Sebastián

Lunes, 7 de enero 2019

Sandra tendría hoy 35 años de no haber tenido la desgracia de haberse cruzado en el descansillo de su casa con el depredador sexual que la asesinó. Su muerte fue una de las más brutales que se han cometido en Donostia. La niña apenas tenía cinco cuando un joven la raptó, abusó sexualmente de ella y la agredió repetidas veces con un cuchillo para más tarde arrojarla por la ventana de un cuarto piso en el barrio de Altza. «Fue un juguete en manos del procesado». Las palabras las pronunció Luis Navajas, exfiscal jefe de Gipuzkoa, el día del juicio que sentó al asesino en el banquillo de los acusados.

Este próximo 13 de enero se cumplen treinta años de aquel horrendo asesinato que los altzatarras no olvidan. El agresor, Emilio Indart del Campo, fue condenado a 36 años de prisión por aquellos hechos y cuando salió en libertad intentó violar a una mujer de 78 años.

Eran las cinco menos cuarto de la tarde cuando Emilio Indart del Campo, que entonces tenía 27 años, se trasladó desde su domicilio, en el barrio donostiarra de Amara, a una vivienda de la calle Santa Bárbara de Altza, propiedad de la familia de la novia, para recoger diversos efectos. Durante su estancia en el inmueble, el acusado salió del piso una o dos veces, momentos que aprovechó para ir a diversos bares de la zona.

Emilio Indart, durante su declaración. Postigo

Sobre las nueve menos veinte de aquella noche, el acusado volvió a salir y fue entonces cuando coincidió en el rellano de la escalera con la pequeña Sandra, que vivía con sus padres en el piso de al lado. Indart concibió en aquel mismo instante la idea de «satisfacer sus deseos sexuales con la menor». Así quedo reflejado en la sentencia que dos años después dictaría la Audiencia de Gipuzkoa. El acusado llevó a la niña al piso de la familia de su novia. Allí primero la sometió a diversos tocamientos, seguidamente la amordazó con una servilleta, y luego le causó tres heridas con un cuchillo de cocina.

Emilio Indart dejó transcurrir el tiempo. Para entonces, tanto los padres de la niña y como del mismo inculpado, así como la novia de éste, habían iniciado cada uno por su lado la búsqueda de sus respectivos familiares. Las horas pasaban y no había rastro de ninguno. Sobre las doce y cuarto de la noche, el padre del procesado y la madre de la novia acudieron al piso, llamaron a la puerta. Ambos preguntaron entre las personas allí presentes si conocían el paradero de Emilio. «Le hemos visto entrar pero no salir», respondió uno de ellos. Ante el temor de que pudiera haber sufrió alguna indisposición, la que podía ser su futura suegra fue en busca de una llave para poder entrar.

Con la luz apagada

Emilio Indart, que para entonces había apagado la luz dado el creciente tumulto que se estaba originado en las escaleras y ante el propio edificio, cogió a la niña y la arrojó por una ventanaque daba a la trasera de la casa. «No pensé que la niña pudiera estar muerta ni tampoco quería matarla. Estaba muy asustado, no sé por qué lo hice», manifestó el acusado el día del juicio.

Vista general de la vivienda en la que vivía Sandra Calvo. Usoz

La acción del acusado, sin embargo, no pasó desapercibida. Una persona que causalmente se hallaba en el lugar vio la caída de la pequeña y le prestó las primeras atenciones. Seguidamente, Sandra fue evacuada al hospital, donde falleció tres horas más tarde.

Tras deshacerse de la niña. Indart regresó a la habitación en la que había estado con ella, en la que permaneció hasta que su padre y la madre de su novia accedieron al interior. «¿Qué haces? Le preguntaron. «No ves que estamos preocupados buscándote. El joven respondió quejándose del alboroto que había en exterior. «¿Es que no se puede dormir aquí?», dijo. Mientras, el clamor de los vecinos en la calle era cada vez mayor. Instantes después, llegó la Policía que tras efectuar diversas comprobaciones, se lo llevó detenido.

Antecedentes

No era la primera vez que el procesado abusaba de una niña. En 1975, cuando Indart tenía 11 años, fue examinado por un psiquiatra después de que intentara tocar a otra niña. Dos años más tarde fue puesto a disposición del entonces Tribunal Tutelar de Menores después de que intentara asimismo abusar de la esposa del director de un colegio en Morlans, a la que amenazó con una navaja. En una tercera ocasión, su padre tuvo que acudir a la comisaría en su busca tras haber sido denunciado por abusos.

El acusado fue examinado en dos ocasiones por sendos psiquiatras que la diagnosticaron trastornos en su conducta y le prescribieron un tratamiento que nunca siguió. «Yo pensé que con el ejemplo de casa y con el tiempo se iría corrigiendo», manifestó su padre el día que declaró en el juicio en la Audiencia Provincial de Gipuzkoa.

En aquella vista, también testificaron los padres de la niña, que mostraron una gran entereza. El padre no pudo evitar lanzar al acusado una mirada de esas que uno diría que matan. «Era una niña obediente. Cuando se iba con alguna amiga siempre nos pedía permiso. No se iba con desconocidos», afirmó el progenitor.

«Cuando no la encontramos, sabía que le había pasado algo. La estuve llamando a voces y estoy seguro de que el acusado tuvo que oírme. No se nos ocurrió mirar en el piso de al lado», añadió.

Durante el juicio, la Fiscalía solicitó para Emilio Indart 41 años de prisión por los delitos de rapto, agresión sexual y asesinato, además de una indemnización de 10 millones de pesetas, la moneda entonces en vigor.

Por su parte, el letrado José María Múgica, que representó a los padres de Sandra que ejercieron la acusación particular, pidió 89 años por asesinato, asesinato y violación en grado de frustración, rapto y abusos deshonestos, al tiempo que demandó 30 millones. Indart estuvo defendido por la letrada Carmen Campón que reclamó seis años y un día de cárcel por homicidio y seis meses más por los abusos.

Concentración feminista

Finalmente, el tribunal, integrado por los magistrados Joaquín Giménez, entonces presidente de la Audiencia, Pablo Pérez Rubio y Joaquín Pagés, impusieron a Indart 36 años de reclusión por rapto, abusos deshonestos y asesinato, además de una indemnización de 15 millones. La Sala desestimó la eximente incompleta por influjo del consumo de bebida alcohólicas que había alegado la defensa.

Tras varios años de cumplimiento, Emilio Indart quedó en libertad condicional y más tarde fue de nuevo sentenciado por intentar violar a una mujer de 78 años.

Manifestación durante el juicio a Emilio Indart. Postigo

Durante la celebración del juicio, decenas de personas se concentraron ante el Palacio de Justicia de Donostia y exigieron un castigo severo para el inculpado. La protesta fue disuelta por la Policía. Al día siguiente de este hecho, el padre de Indart protagonizó un lamentable incidente en el interior de Palacio de Justicia, después de que llamase «asquerosas feministas» al grupo de mujeres que se habían concentrado. El progenitor halló respuesta en una mujer que le pidió «un poco de respeto». El padre reiteró la descalificación y se produjo una disputa dialéctica que obligó a la Policía a intervenir.

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