a. chico / f. segura
San Sebastián
Sábado, 20 de noviembre 2021, 17:09
Dicen que el siete es el número de la suerte, pero en este caso es el de la cruel desgracia. Siete inmigrantes han muerto en lo que va de año en la frontera intentando encontrar una vida mejor en Europa. Ya sea el Bidasoa o ... el paso froterizo de Irun, el salto a Francia se ha convertido en una trampa mortal para estos jóvenes, en su mayoría magrebíes o subsaharianos, que se juegan su vida a una carta.
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La última tragedia tuvo lugar ayer en el río fronterizo. Tras las primeras dudas sobre si el cadáver hallado era consecuencia de un accidente o de si se trataba de la muerte de un inmigrante, finalmente se confirmó este último caso.
Esta persona, cuya identidad de momento se desconoce, se suma a las otras seis fallecidas este año en el mismo intento de pasar la muga. Siguiendo un orden cronológico, la anterior tragedia se produjo el mes pasado, en este caso ya en el lado francés, cuando un tren se llevó por delante a tres jóvenes argelinos, de los que solo trascendió la identidad de dos, Fayçal Hamadouche y Mohamed Kemal. Un cuarto joven también resultó atropellado, pero salvó la vida, aunque con heridas de gravedad y un quinto huyó del lugar, aunque la policía lo encontró dos días después.
Según el informe elaborado por la fiscalía de Baiona, los argelinos dormían sobre las vías apenas 500 metros antes de la estación de San Juan de Luz, cuando fueron sorprendidos por un TER procedente de Hendaia. El conductor del mismo declaró que los vio tumbados, pero no le dio tiempo a frenar.
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Otros dos fallecimientos más se produjeron también en el Bidasoa. El 8 de agosto perdió la vida Abdoulaye Koulibaly. El río ahogó su ilusión por llegar a Nantes y ayudar desde Europa a su padre y sus hermanos, que se quedaron en su país. Su historia se truncó cuando intentaba por cuarta vez cruzar la muga, férreamente controlada por la Policía gala. Junto a un compañero eligió el camino más peligroso, un río traicionero en el que las corrientes convierten apenas 50 metros de cauce en una trampa mortal. Abdoulaye lo intentó por tierra varias veces, le habían advertido del riesgo, pero después de cuatro años de travesía a lo largo de más de 5.000 kilómetros y varias millas en pleno océano para alcanzar desde Mauritania las costas de Canarias, cruzar de orilla a orilla un «pequeño» río no iba a ser su mayor obstáculo.
Pero lo fue. Igual que unos meses antes el Bidasoa también se cobró la vida de Yaya Karamoko, un migrante de 28 años procedente de Costa de Marfil. Su sueño de encontrarse con parte de su familia en Francia también se ahogó en las aguas del río que supone para muchos migrantes la última frontera para llegar a su destino. Yaya murió el 22 de mayo cuando intentaba, junto a otras tres personas, cruzar a nado desde la costa de Irun hasta la de Hendaia.
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Su periplo desde Costa de Marfil junto a su sobrino pasó por el Sáhara Occidental, donde trabajaron para pagar el «pasaje» a Canarias. El 16 de marzo pisaron suelo español después de que los equipos de emergencia les rescataran tras cinco días a la deriva en una piragua. La vida de tres personas se quedó en aquella embarcación. Yaya siguió viaje a Málaga, ya sin su sobrino, que al ser menor fue tutelado en Canarias. Y tras pasar por Granada llegó a Irun, donde perdió la vida.
Un mes antes, Tessfit, un joven eritreo de 21 años, inició esta crónica del luto de la forma más triste posible: se quitó la vida en Azkenportu, frente a esa frontera que para él resultó ya inexpugnable.
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