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Los tiempos cambian en casi todos los ámbitos y las sociedades gastronómicas no son una excepción. Lejos quedan ya esos txikiteos de pie y los cánticos entre amigos con los que enseguida daban las tantas de la madrugada. Ahora internet, las redes sociales y la tecnología han pasado a un primer plano para las nuevas generaciones, que ya desde hace varios años han dejado de juntarse para preparar una comida o una cena con dedicación y optan por beber con los amigos en la calle o en una casa y ligar a través de las numerosas aplicaciones existentes. Es decir, «se han perdido las costumbres de toda la vida».
Ese es, al menos, el sentir general entre los socios de varias sociedades distribuidas por diferentes puntos de Gipuzkoa. «Esto ya no es lo que era, y como sigamos así, la continuidad de los espacios en los que reunirnos en cuadrilla va a peligrar, y dentro de no mucho tiempo», aseguran Iñigo Ozcoidi, Juan Mari Lejardi y José Ángel Muguruza. Los tres son socios de sociedades de Donostia, Eibar y Beasain, respectivamente, y llevan varios años percibiendo que «los jóvenes vienen pero ya no entran en las cocinas». De hecho, en Usurbe de Beasain han priorizado reformar el comedor y la barra a la cocina, «que cada vez se usa menos», declara Mitxel Ventureira.
Según ellos, los chavales continúan haciendo uso de las instalaciones, «aunque en menor medida de como lo hacíamos nosotros a su edad». La gran diferencia es que «o piden la comida de fuera o la traen ya preparada», aseguran. Es decir, casi nadie se pone el delantal entre fogones como manda la tradición y así poner en práctica lo aprendido en casa. «Ahora la juventud pide pollos con patatas, pizzas o bocatas y solo consumen la bebida, mientras que nosotros utilizábamos la sociedad para hacer las recetas que la ama nos enseñaba en casa», cuenta Lejardi, más conocido como 'Pastor'.
Juan Mari Lejardi 'Pastor'
Sociedad Kamarroak (Eibar)
«Ya sabemos cómo somos los vascos, que con una buena comida o cena en una mesa de sociedad lo arreglábamos todo», reconoce este eibartarra de 75 años, socio de Kamarroak. En su caso, explica que se han visto obligados a cambiar la normativa de acceso como socio a la sociedad ante la falta de relevo generacional. Si bien en la actualidad tienen el cupo cubierto –son alrededor de 40-50 personas en activo–, dice haberlo conseguido gracias a la voluntad de los hijos e hijas de los socios, a quienes ya no se les pide un canon de entrada, como era costumbre, sino simplemente que paguen la cuota como el resto: 30 euros al mes.
Este importe es similar en casi todas las sociedades del territorio y todo el mundo está de acuerdo. Ahora bien, uno de los mayores problemas a día de hoy es, además de la citada falta de relevo generacional, las altas cantidades que se solicitan para poder formar parte de ellas. Hay locales que exigen desde los 1.000 euros hasta 20.000 o 30.000 en casos muy concretos, cantidades imposibles de afrontar para muchos con la situación económica actual. Menos aún para la juventud, que ha demostrado además preferir destinar sus ingresos a otro tipo de actividades.
Iñigo Ozcoidi
Ardatza Herria (Donostia)
Fundada hace 94 años –en 2029 cumplirá su centenario–, la sociedad Ardatza Herria de la Parte Vieja donostiarra tiene un funcionamiento similar a Kamarroak para tratar de mantener su identidad. Es mixta y los hijos e hijas de los socios mayores de 18 años pueden disfrutar de su uso sin necesidad de ser socios. «La gente joven no tiene arraigada esa cultura de venir, cocinar, hacer tertulias... y, en definitiva, disfrutar», reconoce Iñigo Ozcoidi. Pese a ello, siempre proponen diferentes actividades para mantener con vida algo tan importante para ellos y así enganchar a futuros miembros de su espacio gastronómico.
«Entre la tamborrada y cursos de cocina que hacemos periódicamente tratamos de atraer a los chavales», destaca. Actualmente son 118 socios, «pero hay una serie de personas que ya tienen una edad y quieren dejar paso a quienes vienen por detrás, pero no es sencillo». En Ardatza Herria, la persona que quiera convertirse en 'concejal' –desde su constitución se rige como un pueblo, siendo el presidente el alcalde y el resto ediles– tiene que pagar 2.000 euros, «pero no es a fondo perdido porque eso le permite tener un porcentaje del local». En caso de que lo deje, asegura Ozcoidi, «se le devuelve el dinero», añade. Llevan 8 años percibiendo un cambio de hábitos en los jóvenes, que se ha modificado todavía más tras el Covid. «Lo bonito de la sociedad es que vaya gente y eso se está perdiendo», señala este donostiarra.
José Ángel Muguruza
Monte Usurbe (Beasain)
Opinión similar expone Muguruza, presidente de la sociedad Monte Usurbe de Beasain. Él cree que «antes había un ambiente y ahora otro. Es un reflejo de la sociedad. La gente, en general, ya no quiere hacer nada y prefiere irse por ahí a comerse un plato combinado», destaca. «Antes nos ayudábamos unos a otros; ahora cada uno mira por lo suyo. Y como en todos lados, siempre son los mismos los que pringan», matiza Muguruza. Ellos ya no cobran por entrar como socio. Únicamente abonan la cuota trimestral (100 euros). «Somos 50 socios y, vista la situación, decidimos no cobrar entrada (alrededor de 3.000 euros) para poder llenar el cupo. Aún así, es verdad que la gente nueva viene mucho al principio, luego un poco menos y al final a veces ni aparecen», lamenta. Su colega y también socio de Usurbe Mitxel Ventureira lo tiene claro.
«Los jóvenes prefieren el poteo y socializar con sus amigos que comer bien. Les da lo mismo comerse una pizza que una txuleta, porque lo que no quieren es hacerla», insiste. «Cuando yo entré con 20 años (ahora tiene 48), cocinábamos cazuelas enormes de rabo en salsa, besugo a la parrilla... Todo eso ha pasado a la historia. Como comedores de Primera división que somos los vascos, me da mucha pena», concluye Ventureira. ¿Volverán a recuperarse las costumbres de antaño o seguirán los jóvenes buscando otro tipo de planes alternativos a las sociedades?
La presencia de jóvenes que cocinen en las sociedades no es lo único que echan en falta los socios, que ven cómo las actividades relacionadas con estos locales gastronómicos «también se están perdiendo». «Si esto sigue igual, al final no va a haber gente para las tamborradas o diferentes eventos», subraya José Ángel Muguruza, miembro de Monte Usurbe, en Beasain. «Lo de dedicarse a los demás y hacer cosas sin que estén retribuidas ya es pasado», confirma. En Kamarroak de Eibar, por su parte, Lejardi recuerda que antes de la pandemia «hacíamos cena todos los viernes y sábados del año», una tradición que el coronavirus se llevó por delante. «Al ser locales cerrados hay una serie de impedimentos que llevan a la gente a decantarse por otras opciones. Ya no queremos problemas», sentencia.
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José Mari López e Ion M. Taus | San Sebastián
Miguel González y Javier Bienzobas (Gráficos) | San Sebastián
Javier Bienzobas (Texto y Gráficos) | San Sebastián
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