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a pesca es todavía un oficio vivo y fundamental en el territorio, pero enfrenta el desafío de contar con cada vez menos manos que la ... sostengan en sus principales puertos. La flota vasca está compuesta por cerca de cincuenta barcos, que operan desde los puertos guipuzcoanos de Hondarribia, Getaria y Orio, así como de los vizcaínos de Ondarroa, Lekeitio, Bermeo, Santurtzi y Zierbena. No obstante, en las últimas décadas ha mermado considerablemente.
El puerto de Hondarribia afronta este año la campaña con dos embarcaciones menos, pero mantiene viva la tradición de este oficio, cuya flota ha trabajado el mar durante generaciones a través de la Cofradía. Los marineros del 'Itsas Eder' y 'Tuku Tuku' ultiman sus preparativos antes de la subasta del día en la lonja.
El linaje de los Emazabel está estrechamente ligado a este oficio, transmitido de generación en generación. Urbano Emazabel, conocido como 'Urba' por sus compañeros, encarna este legado dirigiendo el barco 'Itsas Eder' y una flota con décadas de experiencia entre sus tripulantes, donde se encuentran varios marineros y pescadores próximos a retirarse este año.
Con 53 años de edad, afirma que parte de la empresa, que lleva el mismo nombre que su embarcación, le pertenece. Desde los dieciséis años ha navegado, acumulando casi cuatro décadas de dedicación incansable al mar, a pesar de los sacrificios que implica.
Al hablar sobre el relevo generacional, reconoce que, aunque las nuevas generaciones comienzan a incorporarse al sector, el proceso es lento y complicado. Además, admite sin rodeos que preferiría que sus hijos e hijas no siguieran este camino. «¿Querrías que tus hijos se dedicaran a esto? Es un oficio duro, sacrificado y exigente, y los jóvenes de hoy no quieren trabajar, da igual en qué. De lunes a viernes, se duerme cuando se puede, tanto a bordo como en tierra. Hoy, por ejemplo, el día ha sido especialmente desagradable, con lluvias intensas y temperaturas muy bajas, aunque, por suerte, la mar estaba en calma».
«El problema -añade- es que si empiezas en esto, te gusta. Cuando eres joven las cosas son diferentes. Empecé a echar una mano en la mar porque el padre de uno de mis compañeros se rompió la clavícula y el hermano el pie, y 36 años después, aquí estoy. A mí nadie me obligó. De hecho, mis padres me decían que estudiara, que la pesca seguiría aquí luego también, pero no me arrepiento de nada».
El miedo vivido por las adversidades del mar siempre acecha, pero «como curiosidad, recuerdo que mi difunto padre tenía muchas verrugas en las manos, y cuando empezó a trabajar en la mar, se le fueron todas. Eran tiempos en los que el pescado se almacenaba en la cubierta y pasaban más de doce horas trabajando en el barco, una barbaridad», añade.
Entre los dieciséis tripulantes que dirige 'Urba', hay varios marineros y pescadores que en los próximos meses formalizarán su retiro laboral, aunque admiten que nunca dejarán el mar como tal.
Entre los cuatro nombres de veteranos que configuran la plantilla del 'Itsas Eder', sus compañeros señalan a Aitor Arbelaitz, un hondarribiarra con la impresionante trayectoria de 42 años en la mar. Pertene a la misma empresa desde los diecisiete y ha formado parte de la tripulación de tres embarcaciones, en la última de las cuales, 'Itsas Eder', continúa desempeñando su labor como marinero.
A sus 59 años, este será el último en el que salga a faenar, ya que se ha marcado el objetivo de jubilarse antes de que termine 2025. Por ello, asume que «este último será el más largo de todos estos años. «Mi padre, Urbano Arbelaitz, era arrantzale. Los que no queríamos estudiar no nos quedaba otra que meternos a trabajar de esto, ya que lo vivíamos desde pequeños en casa. En el caso de muchos de nosotros, nuestra generación será la última, ya que nuestros hijos y los jóvenes de hoy en día no quieren salir a la mar ni enfrentarse a sus sacrificios. Lo cierto es que solo quedamos nosotros, y con nosotros se cerrará este ciclo. La mar requiere una gran responsabilidad y compromiso. La pesca antes se hacía de forma natural y mucho más artesanal, todo eso ha cambiado y en muchos sentidos es mejor», añade.
Meticuloso y ágil en la selección de las piezas, explica que una vez descargado el pescado no suele manipularse en exceso durante el proceso. Además, señala que la anchoa no adquiere suficiente fuerza en la mar hasta la primavera. «Estamos en temporada de anchoa, pero todavía no tiene la fuerza suficiente. Por eso, en la 'largada' es común encontrarnos con sardinas, que debemos separar manualmente en las cajas. En primavera, la anchoa tendrá un mayor tamaño que ahora», añade.
El segundo patrón de una de las embarcaciones tradicionales del puerto hondarribiarra como 'Tuku Tuku' cuenta con quince años de experiencia, y a sus 43 sigue encontrando motivación en su trabajo. Luis Antoñana afirma que es esencial que te guste la pesca para dedicarte a ella y que el barco no deja de ser un Gran Germano. «Hacemos cuatro salidas a la semana y cinco ventas. Salimos entre las tres y las cuatro de la tarde y no volvemos hasta la mañana siguiente. El pescado es quien manda y las horas de trabajo son relativas. Salimos a faenar durante más de doce horas, aproximadamente, dependiendo de si hemos conseguido algo o no, si al echar la red has tenido fallas... Durante la anchoa muy pocas veces estamos en casa, venimos el viernes directamente. Muchas veces, incluso, dejamos el barco en Gijón y volvemos en autobús, últimamente estamos pescando mucho por aquella zona también», relata.
Hace quince años que se dedica a este oficio. Comenzó en esta profesión por influencia de sus amistades cercanas, ya que no tenía interés en continuar estudiando. Hoy afirma tener «ilusión de salir a la mar y de pescar, de hacer el cupo. Siento que tengo algo que conseguir y me gratifica. Los momentos de pesca son de tensión, pero nos llevamos bien entre nosotros. Estamos habituados a descansar poco, a no dormir durante día y algo, como el pasado lunes».
Uno de sus hijos es parte de la tripulación y afirma estar «encantado. Se quiere dedicar a ello, no hay relevo. Antes se mantenía esa tradición, pero cada vez es más complicado. Aquí todavía se mantiene, pero también está desapareciendo la flota. Este año hay dos barcos menos. Hacemos una pesca artesanal y sostenible. Los bonitos los pescamos de uno en uno y con caña. La primera anchoa del año, considerado siempre tan valioso, ha empezado a venderse muy barato, y no es normal», recalca. Antiguamente, el pescado se mantenía en cubierta, pero en veinte años la tecnología ha avanzado mucho y la conservación ahora es mucho mejor», cuenta.
La conexión entre el linaje pesquero de Abdulah Sarr y la tradición de Hondarribia es un testimonio del poder de toda una herencia cultural. Al llegar a esta localidad hace dieciséis años, encontró un nuevo hogar donde la pesca no es solo un oficio. Abdulah Sarr afirma ser «uno más» en su flota. Este joven de 37 años, nacido en Senegal, ha residido en Hondarribia durante dieciséis años y, en el último año, se ha incorporado a la embarcación 'Tuku Tuku', tras haber trabajado en otros barcos desde que se inició en este trabajo en 2019.
Marinero de oficio, asegura que siempre ha trabajado en la mar y que llegó a este lugar contratado para trabajar en aguas hondarribiarras. Con la mirada puesta en su próxima faena y la ilusión de alcanzar nuevamente el cupo, confiesa que le gustaría ser patrón de su barco, pero la falta de estudios, por el momento, le impide alcanzar ese sueño, aunque eso no le detiene en su lucha por un futuro en la mar, donde tiene claro su camino. «Es lo que más me gusta: salir al mar y pescar. Desde muy joven he trabajado en la mar. Casi toda mi familia es pescadora, al igual que muchos de mis amigos. De hecho, fue un amigo quien me animó a convertirme en marinero. Soy hijo de pescador, tanto por parte de padre como de madre».
Sumergido en plena campaña de la anchoa y el verdel, afirma que en junio comenzará a trabajar con el bonito. «No me parece un trabajo complicado; me gusta pescar en general y disfruto haciendo este trabajo. Cuando estoy en la mar, disfruto más que con cualquier otra cosa. Por las mañanas me levanto con muchas ganas de salir al mar y de ir a pescar. Esa es mi filosofía, y cada día tengo la ilusión de pescar más que el día anterior».
En su barco actual, es el único senegalés, pero afirma que en el puerto de Hondarribia hay alrededor de ocho compatriotas más que faenan en otras embarcaciones. «Tengo la suerte de trabajar con gente maravillosa y me siento como uno más aquí. Así lo siento», concluye.
Este joven de 21 años, aún considerado una rara avis en su tripulación por ser el más joven entre compañeros de mayor edad, sugiere con su presencia que la pesca puede ser una forma de vida viable, y se convierte en un símbolo del espíritu de este municipio, que se esfuerza por preservar una tradición tan arraigada.
Su historia es la de muchos otros jóvenes de Hondarribia que en los últimos años han decidido seguir este camino. «Nunca me ha gustado estudiar, no se me ha dado bien, y decidí empezar a trabajar cuanto antes. Este es mi cuarto año en esta empresa en la que mi padre es segundo patrón de barco. Tengo muchos amigos de 18 años que poco a poco están entrando en este mundo. En mi entorno, el interés por la pesca va en aumento; este año se han incorporado ocho amigos míos, y ya formamos un equipo de doce jóvenes, cada vez somos más», recalca.
«Al principio es duro, no lo voy a negar, pero te acostumbras y es un trabajo bonito. Lo más difícil para mí es la falta de sueño, también pasas mucho tiempo fuera de casa, sin ver a tus seres queridos. Tengo amigos que lo han dejado y al tiempo se han arrepentido y han vuelto. Esta profesión tiene algo especial que engancha». También concluye que la presencia femenina en el sector sigue siendo muy reducida. «La única mujer que conozco es una amiga que ha trabajado de patrona en un atunero, quizás con el tiempo se vayan animando».
Iker sigue adquiriendo experiencia con el objetivo de continuar faenando en el 'Tuku Tuku': «Hasta que entre otra persona más joven que yo en el barco, desempeño el papel de aprendiz, o lo que llamamos 'txotxua'. Me encargo de hacer la lista de la compra de los víveres, asegurándome de que no falte nada a bordo, así como de cargar y descargar el pescado en la nevera industrial una vez capturado. Después de ayudar a cargar el pescado en las cajas y prepararlo para la venta, ahora debo limpiar la zona del comedor en la cabina, ya que a las tres de la tarde volvemos a faenar».
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