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El momento exacto eran las 20.25. A esa hora la Luna alcanzó este lunes plenamente su condición de llena, como sucede doce veces al año, y numerosos ojos se alzaron para contemplarla. El cielo estaba despejado y a medida que oscurecía, el brillo ... del satélite se hacía más perceptible. Había hecho acto de aparición la llamada superluna, la primera del año, la luna de esturión.
Lucía esplendorosa, con la luz del Sol reflejada en ella. Se veía bien en las zonas urbanas y espectacular lejos de la contaminación lumínica. Parecía más grande de lo habitual y lo era, alrededor de un 10% más, y también más brillante, un 30%, pero esas diferencias no podían apreciarse a simple vista. Si algo tienen de especial las superlunas es que no pueden verse. Al menos no como debería esperarse de un nombre como el que han sido bautizadas. Es como si miráramos una naranja a 8,5 metros y después a nueve. No notaríamos ninguna diferencia de tamaño.
El término superluna no es utilizado por los astrónomos, que se refieren al fenómeno que se pudo observar este lunes en el cielo como la noche en la que la Luna llena coincide con el perigeo, que es cuando el satélite orbita más cerca de la Tierra. Es una conjunción que se produce tres o cuatro veces al año y que sitúa a la Luna a unos 356.000 kilómetros, 28.000 menos que la distancia media entre el astro y nuestro planeta, de unos 384.000 kilómetros. En el punto más lejano de su órbita, el apogeo, llega a alejarse hasta los 406.000 kilómetros.
Lo de superluna fue una ocurrencia del astrólogo estadounidense Richard Knoll, que en 1979 anunció que había encontrado un vínculo entre los desastres naturales y la luna gigante. Knoll, que escribía en revistas esotéricas, aseguraba que cuando el satélite estaba más cerca de nosotros se producían más terremotos, huracanes y erupciones volcánicas. Llegó a predecir el fin del mundo hacia 1980, pero su vaticinio, como parece evidente, no se cumplió. Su mayor legado para la historia ha sido el de un nuevo término que ha acabado siendo aceptado sin reservas en la cultura popular, porque a la hora de optar entre el árido perigeo y la sugerente superluna no hay lugar a dudas.
La de este lunes se llamaba luna de esturión, que es el nombre que le pusieron en el siglo XIX los editores del almanaque «Farmers almanac», porque en agosto es el mes en el que más ejemplares de este pez se pueden ver en los Grandes Lagos y en el Lago Champlain, en Estados Unidos. Este año habrá otras tres: la luna de cosecha (18 de septiembre), del cazador (17 de octubre) y del castor (15 de noviembre). Por el camino, cada 29 días y medio volverá la Luna llena a alumbrar puntualmente el cielo. Y si está despejado, nos alejamos de las farolas y la miramos como si fuera una superluna, descubriremos que luce espectacular. Como lo hace siempre.
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