La cultura y la estructuración social se consideran los grandes motores del crecimiento cerebral. FOTOLIA
El árbol de la ciencia

Tecnología y evolución cerebral

¿Ha cambiado nuestro cerebro con el progreso tecnológico? Su tamaño se ha triplicado en 3 millones de años

Domingo, 27 de marzo 2022, 07:34

Hace 3 millones (M) de años éramos simios bípedos, con un cerebro de 450 cc y poco más inteligentes que un chimpancé. Desde entonces el tamaño cerebral se ha triplicado y se ha reorganizado en respuesta a presiones ecológicas (cambios climáticos) y sociales (necesidad de ... cooperación) y ocurrieron cambios culturales revolucionarios. La primera revolución tecnológica tuvo lugar hace 2.6 M de años. Fue el periodo olduvayense y se caracterizó por la fabricación de herramientas simples: las lascas o fragmentos de piedra con bordes afilados. Sucedió con H. habilis que contaba con el número necesario de neuronas en su cerebro de 600 cc, una anatomía precisa de la mano (dedos cortos y fuertes con un pulgar largo y oponible) y una alimentación que incluía vegetales duros y carne, despegada con las lascas del hueso de presas que otros carroñeros dejaban. El mayor aporte energético de la dieta incrementó el tamaño cerebral hasta alcanzar los 900 cc de H. erectus y H. ergaster. El hito de la segunda revolución fue el uso controlado del fuego hace cerca de 1 M de años con H. rhodesiensis y heidelbergensis. Su cerebro de 1.200 cc tenía suficientes neuronas interconectadas en redes complejas para fabricar sofisticados útiles de piedra con dos caras afiladas (bifaces), lanzas y jabalinas, cocinar alimentos y dedicar más tiempo a coordinar grupos de caza. Fue el periodo achelense, paso previo a la aparición del lenguaje, el simbolismo (joyas, artesanía, pintura, ritos, enterramientos) y la organización social, definitorias de H. sapiens y su pariente próximo, H. Neandertalis.

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El aumento de tamaño encefálico no siempre ha coincidido con un avance cultural. La evolución cerebral no siempre precede a la innovación cultural y viceversa. Por ejemplo, las lascas se siguieron fabricando en el periodo achelense. En este caso, el motor del crecimiento cerebral fue la estructura social. Es decir, la cultura y el pensamiento simbólico son consecuencia de la socialización y no su causa. Esta es una explicación del valor de la relación social en la prevención de enfermedades neuropsiquiátricas. Desde entonces se han sucedido los avances, como la imprenta, la máquina de vapor, la electricidad o internet. Todos impactaron en la vida cotidiana y transformaron la sociedad. ¿Cambiaron también nuestro cerebro? La respuesta intuitiva es que sí. Sin embargo, su tamaño no ha aumentado en los últimos 200.000 años. De hecho, se ha reducido un poco, tal vez por el efecto domesticador de la cultura (un animal domesticado tiene un cerebro más pequeño que el de su homólogo salvaje). Tampoco parece haber una mayor complejidad organizativa pues no existen diferencias cognitivas entre europeos y aborígenes australianos (siguieron líneas divergentes hace 50.000 años) y los sans, tribu de cazadores-recolectores del desierto del Kalahari, muestran una inteligencia y racionalidad similares a la nuestra. Además, es posible que el cerebro no disponga de recursos para hacernos más inteligentes ya que su anatomía y fisiología no permiten mejorar su eficiencia. Entonces, ¿no hay ningún cambio sustancial a mejor? La evolución no tiene objetivo y el término 'mejor' adquiere una gran relatividad. El 80% de nuestros genes se expresan en el cerebro. El lóbulo frontal es donde menos se expresan y, por lo tanto, es el más expuesto a la influencia del ambiente. Tal vez la progresiva complejidad del entorno haya influido en el funcionamiento del lóbulo frontal y hayamos ganado en ciertos aspectos sociales. Para S. Pinker, este hecho explicaría el progreso humano, asentado en la razón y con menos guerras, menos desigualdad, menos hambre, más longevidad, mejores sistemas de gobierno, y un largo etcétera de cambios positivos. Y A. Damasio afirma que el cerebro actual es más agudo y más veloz para procesar información porque vivimos en un entorno rápidamente cambiante, interconectado y globalizado, muy complejo y exigente mentalmente, lo que se traduce en una mayor flexibilidad cognitiva. Sigamos así, pues de no hacerlo estamos abocados a la extinción.

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