Las diez noticias clave de la jornada

Cuando viniste a vivir aquí, la torre de Atotxa te pareció un mamotreto que destruye la armonía de la ciudad. No te falta razón, pero déjame explicarte lo que yo veo y tú no. A sus pies se extiende un cementerio indio en el que ... se me aparece el espectro de Arconada volando como un superhéroe para salvar de nuevo la ciudad; el de Maradona driblando justo donde ahora aquellos niños patean el balón; el de mi tío abuelo Patxi Alcorta lanzando dos cohetes para extender el gol por la ciudad. A varios metros del suelo flota el espectro del niño que era yo, de pie en una grada de hormigón una hora antes del partido, niño solitario, paciente y feliz, comiendo pipas, aspirando el tufo de fruta pasada, césped regado y humo de puro, colándome en la tribuna de los adultos en el descanso, cuando ya no vigilaban, corriendo al punto de penalti de la mano de mi padre y disparando un trallazo imaginario a la escuadra porque habíamos ganado la Liga, y la primera persona del plural era sincera, disuelta en aquella muchedumbre con música de charanga. La torre fue el monolito alienígena que tuteló nuestro crecimiento como el de los simios de 2001. Incluso me hace ver cosas que nunca conocí, como el velódromo que derribaron para construir el estadio. Sabes que los ciclistas donostiarras deberíamos odiar el fútbol, especialmente a la Real Sociedad, pero también se supone que todos deberíamos odiar esta torre y al final la queremos como se quiere a un hijo feo.

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