Mientras desayuno y escribo esto oigo que ya, en dos días del nuevo año, han llegado cuatro pateras a las costas españolas y constato que todo sigue igual, o parecido. Repaso 2023 mientras, envidiosa total, acompaño a María a tomar posesión de su aguinaldo de ... empresa, un masaje 'aromatizado' en La Perla. Lo comparo con el vino de medio pelo que me ha tocado a mí; tampoco he participado en ninguno de los nuevos formatos de cena de empresa navideña que parece que se han impuesto, como por ejemplo un concierto con Taburete donde también se sube al escenario a cantar el jefe, regalos de tatuajes o 'escape rooms', cursos gastronómicos o de sumiller, juegos de pasapalabra o rasca y gana.
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No estoy en la pomada, está claro, así que me despreocupo y no pienso hacer más propósitos de año nuevo, que la cosa fluya a su aire. Sobre todo desde que leo los vaticinios para mi signo zodiacal en un medio de prestigio como Vogue. Viviré dos fases: una de 'no me da la vida« y otra de 'ups, la he liado'.
Pero no me voy a quejar porque estoy siendo testigo de cientos de momentos históricos según los politólogos y analistas; sin ir mas lejos, ver morir a Pelé y al Papa emérito, dos popes, cada uno en lo suyo. Pienso esto mientras paso por la catedral y me reconforta que esté ahí el nuevo obispo. Creo que ser colega del obispo-periodista Prado Ayuso me dará enchufe en las más altas instancias espirituales, sin olvidar que me une a él el fervor por los txipirones.
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