![Carlos Cabido, herpetólogo de Aranzadi, realiza muestreos en las charcas de Zepadi, en el valle de Epele, en Ereñotzu (Hernani).](https://s1.ppllstatics.com/diariovasco/www/multimedia/2024/06/21/95280707-k2JF-U220510149569pBH-1200x840@Diario%20Vasco.jpg)
![Carlos Cabido, herpetólogo de Aranzadi, realiza muestreos en las charcas de Zepadi, en el valle de Epele, en Ereñotzu (Hernani).](https://s1.ppllstatics.com/diariovasco/www/multimedia/2024/06/21/95280707-k2JF-U220510149569pBH-1200x840@Diario%20Vasco.jpg)
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ira, allí hay un montón de caballitos (del diablo) reproduciéndose. ¡Qué pasada!», exclama Ion Garin, herpetólogo de Aranzadi, mientras apunta con su dedo índice a la vegetación que se levanta sobre el estanque del valle de Epele, en Ereñotzu (Hernani), una de las 'puertas' de entrada al parque natural de Peñas de Aia. Carlos Cabido, doctor en Biología y director del área que investiga los anfibios y reptiles en la Sociedad Vasca de Ciencias, se encamina al denso caldo parapetado en su vadeador de neopreno en busca de estos zigópteros, algunos de un vivísimo color azul, para comenzar con el muestreo de especies. «Ten cuidado que es bastante profundo», le advierte Garin. El doctor, indiferente a la plomiza agua que le llega hasta las caderas, avanza lento, pero con paso firme con el instrumento de 'pesca' en su mano -la red acoplada a un bastón de madera de metro y medio- hasta que se detiene en el centro del humedal y… ¡Zas! Con un zarpazo, hunde la red en el agua para después arrastrarlo rápidamente hacia él, barriendo todo a su paso.
En el primer «mangueo», como los científicos llaman esta acción, la caja de plástico que Cabido lleva consigo se llena de renacuajos de sapos parteros y ranas bermejas, larvas de libélulas y caballitos y algún que otro tritón pirenaico. «¡Con tanta cantidad de vida esto pronto va a ser como Urdaibai!», ironiza el herpetólogo de 46 años con un leve acento gallego, lo que provoca las risas de Sara González y Oihana García, dos alumnas en prácticas que le observan desde la embarrada orilla. Las charcas de Zepadi –bautizadas así cuando Aranzadi las construyó hace diez años– probablemente no alcanzarán las cotas de vida del estuario vizcaíno, pero su labor frente al cambio climático, las plagas, enfermedades y especies invasoras como el mosquito tigre «sigue siendo igual de importante». El problema, aseguran, es que «están desapareciendo».
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Este privilegiado enclave se abre paso a un lado del camino que sigue el valle, por donde pasean numerosos senderistas a diario sin prestar demasiada atención, quizás por desconocimiento, al biotopo que bebe del arroyo de Epele, afluencia del Urumea. Sin embargo, bajo los fresnos, alisos y robles se esconde todo un universo de fauna conformado por libélulas, caballitos, ranas, sapos, tritones, lagartijas y culebras, y miles y miles de renacuajos, además de otros noctámbulos como murciélagos, erizos, zorros y jabalíes -hay huellas por todas partes-, e incluso nutrias. «Son hábitats muy necesarios para los anfibios. Sirven como áreas de reproducción; también como termómetros frente al cambio climático e 'islas' o 'refugios' para otros muchos animales», explica Cabido. «Son mucho más importantes de lo que la sociedad piensa, y en Euskadi, por diferentes razones, están desapareciendo», alerta.
Aunque las charcas de Zepadi sí que gozan de una protección especial porque están dentro del parque natural de Peñas de Aia, la mayoría de humedales se encuentran fuera de las tradicionales figuras medioambientales puesto que están diseminadas por el territorio. El «desconocimiento» sobre el papel que ejercen en el cuidado de la biodiversidad, la «falta de inversión», y su «asociación errónea» a condiciones insalubres y la presencia de mosquitos también son condicionantes que «no ayudan». «Cuando pensamos en reservas naturales, nos vienen a la cabeza Urdaibai, Txingudi, Doñana... Sin embargo, en Gipuzkoa tenemos pequeños estanques como los de este valle que tienen una importancia tremenda», explica Cabido. Además, añade Garin, «creemos que las que están bien naturalizadas pueden evitar la proliferación de mosquitos. De hecho, las larvas de los caballitos y libélulas, y las de los sapos y tritones se alimentan de las larvas de mosquito. Por eso, aquí no vas a ver estos insectos».
Bajo todas estas premisas, Aranzadi comenzó un proyecto pionero en el Estado para crear una red de microhumedales con el objetivo de concienciar a la sociedad sobre su importancia, y monitorizar los potenciales efectos que pueden estar sufriendo por el cambio climático. Han seleccionado dos docenas de charcas de Gipuzkoa que presentan ciertas particularidades por su tamaño, situación geográfica, grado de naturalización y fauna, y aunque aún siguen con la recopilación de datos -comenzaron a finales de 2022-, pueden adelantar a DV algunas conclusiones de los estudios realizados por entomólogos, herpetólogos, veterinarios, botánicos y expertos en gestión de hábitats que se empezaran a presentar finales de este año. Otras entidades como Naturklima, el Instituto Vasco de Investigación y Desarrollo Agrario NEIKER y ZIBA Science Resources también participan en el proyecto financiado por Kutxa Fundazioa.
La fauna que se esconde en las charcas de ZepadiVer 17 fotos
Una de las cuestiones por las que Aranzadi se planteó el proyecto fue la «preocupación» que percibió de «vecinos y entidades escolares» con las que colaboraban en proyectos de divulgación sobre la presencia de mosquitos, también de la especie tigre, en este tipo de estanques. De hecho, algunos han sido realizados por los propios escolares. En todo caso, los científicos aclaran que «la relación de encharcamientos con condiciones insalubres es un mito». «Las que están bien naturalizadas, como esta de Ereñotzu, pueden evitar la proliferación de mosquitos porque los anfibios son sus depredadores. Otra cosa es cuando hablamos de las que están en ciudades, menos cuidadas y menos naturalizadas».
Para comprobar esta hipótesis, los herpetólogos realizaron varias simulaciones en laboratorio a través de los muestreos de charcas como las de Ereñotzu. «Planteamos tres mesocosmos de estanques con mosquitos. El primero, naturalizado: con hojarasca y tritones, que son depredadores, y renacuajos de sapos parteros; el segundo, también naturalizado pero sin anfibios; y el último, sin nada, solo agua y un contenedor. Y observamos algo muy interesante: la presencia de anfibios reduce muy significativamente la de los mosquitos, incluso hasta extremos de que los elimina completamente», explica Cabido.
Para los herpetólogos, el problema, realmente, no reside en los humedales bien naturalizados como el de Epele. «El problema», aclaran, «está en los encharcamientos urbanizados. En Donostia los tenemos en varios parques». Allí es donde, a juicio de los expertos, «la presencia de depredadores, como los anfibios, es menor, porque los humedales están pensados para una función paisajística y no tanto desde un punto de vista funcional, de naturalizar los medios». Como consecuencia, especies perjudiciales para los humanos, como el propio mosquito tigre, pueden tener vía libre para habitar estos espacios.
El objetivo final que persigue el departamento que dirige Carlos Cabido es que el Gobierno Vasco cosidere este tipo de humedales como microreservas para que estén protegidos en el mismo grado que los parques naturales, además de concienciar a la sociedad sobre su importancia y evitar su pérdida. «Son hábitats que pese a estar más expuestos al cambio climático funcionan como refugios. Son enclaves que contribuyen a la reproducción de especies y aportan frescor a otros muchos animales. Nos haríamos un flaco favor si dejáramos de cuidarlos», concluyen los científicos.
Una de las acciones más importantes que ha llevado a cabo Aranzadi para concienciar a la sociedad sobre la importancia de estos humedales tiene que ver con su divulgación en centros educativos. Los herpetólogos, en este sentido, observaron que en colegios de Alemania los niños solían ir a los estanques atraídos por su naturaleza, y decidieron adaptar esa idea a Euskadi para que los más pequeños participaran activamente en su construcción. Uno de los primeros realizados por alumnos de escuelas de Gipuzkoa fue, precisamente, el del valle de Epele. Tres humedales conforman las charcas de Zepadi, y la más pequeña corrió a cargo del Colegio Público Txirrita de Ereñotzu. «Ellos entienden y respetan nuestra labor, y la verdad es que el proyecto ha sido un éxito», aseguran.
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Josu Zabala Barandiaran
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