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«A partir de las 12.00 comienza a complicarse la cosa». Y así es. Pasado el mediodía, los pacientes comienzan a llegar a Urgencias ... del Hospital Donostia y el ritmo de trabajo se acelera. Fuera, varias ambulancias traen a pacientes en un goteo permanente. En esta ocasión, un anciano entra en silla de ruedas aquejado de un dolor abdominal. «Es el motivo de consulta más frecuente, pero es que abarca desde una gastroenteritis hasta una perforación», comenta la jefa de Urgencias, Arantza Aguillo, después de un turno de noche «muy potente. Ha sido un follón», tanto por la gravedad como por la cantidad de los casos. En su turno tocó asistir a 290 pacientes. El Diario Vasco se adentra en el servicio de Urgencias del Hospital Donostia, el corazón que nunca se detiene y donde una intervención rápida y eficiente puede suponer la diferencia entre la vida y la muerte. Esa «adrenalina», esa «tensión» es lo que más apasiona a la jefa de Urgencias, que entró en este servicio hace 24 años y sigue «enganchada».
«Aquí llega todo« expone Aguillo, que destaca cómo este año las cifras de atenciones se están disparando, con cerca de 300 casos al día, un 8,5% más que el año pasado. «Este verano hemos estado en récord absoluto de cifras de asistencias; en realidad llevamos así todo el año, cuando antes llegar a estos números era algo anecdótico. Bajó mucho al comienzo de la pandemia, porque la gente tenía mucho miedo a venir a Urgencias. El año pasado ya recuperamos niveles prepandemia y este año todos los meses hemos hecho cifras por encima, con 350 atenciones en un solo día en varias ocasiones», comenta Aguillo, que no encuentra una causa concreta al porqué de este incremento. «Puede deberse a múltiples factores. En verano por ejemplo, viene mucha gente de fuera que necesita asistencia. Hemos atendido bastantes golpes de calor, sobre todo gente mayor, medicada con fármacos para la tensión o cardiópatas y también personas que trabajan al aire libre. Ese aumento de las atenciones todo el mundo lo achaca a que los PACs (Puntos de Atención Continuada) no están dando la cobertura adecuada».
Aguillo nos espera en la entrada junto a Itziar Agote, enfermera y una de las supervisoras del servicio de urgencias del hospital donostiarra. A los pocos minutos llega una ambulancia con un hombre de mediana edad. Parece que le falta el aire. Le trasladan en camilla y se detiene en la zona de triaje. Entramos tras él. Una luz blanca artificial envuelve el ambiente.
Enfrente, varias administrativas toman nota de los pacientes recién llegados y después pasan a la zona marcada en azul, donde un médico valora el motivo de consulta, determina la gravedad y la prioridad con la que debe ser atendido y se establece en qué zona se le va a atender. Un celador va moviendo a los pacientes de sitio y el ir y venir de batas blancas empieza a ser continuo.
«En este hospital el triaje lo realiza un médico. Generalmente, en otros centros lo hace enfermería», destaca Aguillo, mientras hace de guía por los pasillos. En el área A, que dispone de 8 boxes, se atiende a los pacientes con patología médica moderada-grave. «Es un lugar con poca intimidad pero muy práctico para trabajar». En el área B, también con 8 boxes, «entra la patología traumática: esguinces, torceduras, fracturas, politraumatismos...», añade Aguillo. Al área C, con 5 puestos de atención, van los pacientes leves que vienen con patología no grave y en la zona H se atienden los casos de patologías infecciosas.
Área A
Área B
8 boxes
8 boxes
Para pacientes con patología moderada-grave
Para pacientes con patología traumática
Área C
Área H
5 boxes
12 boxes
Para pacientes con patología leve
Para pacientes con patología infecciosa
Área A
Área B
8 boxes
8 boxes
Para pacientes con patología moderada-grave
Para pacientes con patología traumática
Área C
Área H
5 boxes
12 boxes
Para pacientes con patología infecciosa
Para pacientes con patología leve
Área A
Área B
Área C
Área H
8 boxes
8 boxes
5 boxes
12 boxes
Para pacientes con patología infecciosa
Para pacientes con patología moderada-grave
Para pacientes con patología traumática
Para pacientes con patología leve
Por estos pasillos cuelgan de la pared fotografías en blanco y negro. «Son fotos que nos sacamos durante la pandemia», comenta Itziar. El recuerdo le cambia el rostro y se queda unos minutos frente a estas instantáneas. «Fueron momentos duros. La gente al principio no acudía a Urgencias porque tenía mucho miedo, pero luego vino todo de golpe, como un 'tsunami'. Estábamos aquí metidos todo el día, las jornadas eran maratonianas, cada día era un protocolo diferente...», recapitula. El área H que pisamos lo ocupaba antes el hospital de día de Hematología, un lugar «lúgubre» que «se preparó y se abrió en pandemia para la zona Covid. Ahora, en cambio, no hay un circuito específico para Covid, sino que atendemos toda la patología infecciosa». Son 12 boxes cerrados. «Estos días hay bastantes fiebres, mucho proceso respiratorio y bastante Covid», añade esta sanitaria.
A medida que avanza la mañana comienzan a llegar cada vez más pacientes. Rozan la centena. El 20% de los que entran por la puerta de Urgencias suele acabar ingresado y «generalmente el lunes se da el mayor índice de ingresos».
El día suele arrancar «más tranquilo. Después la cosa empieza a animarse y el mediodía es horroroso. A la tarde quizá baja algo pero para las 20.00 horas sube otra vez, y las noches están siendo terribles: comas etílicos, peleas, gente drogada...», señala la enfermera Itziar Agote, a quien le tranquiliza la presencia de dos guardas de seguridad en la entrada. No es la primera vez que ella y sus compañeras han sufrido una agresión. «Es gente que viene como viene», dice.
Las jornadas son intensas y hay momentos en los que los problemas se multiplican. Como cada día, el equipo de Urgencias se reúne para comentarse los casos que han tenido. «Hacemos turnos de 12 horas. Hay uno de noche, de 21.00h a 9.00h, en el que trabajamos 4 médicos y 10 enfermeras y otro de día, que se entra a las 9.00h, y donde trabajamos 10 médicos y 12-14 enfermeras. En ese cambio de guardia es donde nos contamos lo que hay, esto es, los pacientes que se quedan pendientes, y lo que ha pasado. Y a partir de ahí a esperar lo que venga», explica Aguillo. El equipo lo completan los celadores, auxiliares y personal administrativo, que se enfrentan a todo tipo de casos a diario. «El ritmo es frenético» en Urgencias, sobre todo «el sábado por la noche» y cuando faltan manos, el trabajo se desborda. Aguillo reclama que «hacen falta más profesionales médicos, pero en todas las especialidades y en todo el mundo. Tenemos muchos problemas para cubrir bajas, vacaciones... Vivimos en una saturación continua».
A estas horas de la tarde ya no cabe un alfiler y los médicos cada vez tardan más en llamar al siguiente. En las salas de espera se respira una atmósfera cargada. Algunos usuarios aprovechan para hablar fuera con sus familiares o tomarse un respiro mientras aguardan noticias. En el exterior, siguen llegando las ambulancias. «Hay momentos en los que la gente no entra en las salas. Afortunadamente no hemos tenido nunca pacientes en los pasillos», comenta la jefa del servicio, que explica que antes de llegar esa situación se toman medidas, como la apertura de otras salas. «También tenemos que pedir a los acompañantes que se vayan para dejar espacio». En este sentido, reclama la necesidad de rediseñar las instalaciones ya que «son unas Urgencias que se unificaron en 2004 y ya nacieron pequeñas entonces. Necesitamos más puntos de atención, más espacio en las salas... También la pandemia nos enseñó que los pacientes no pueden estar tan apelotonados».
En la zona de observación –con 12 boxes abiertos y 4 cerrados– ingresan los pacientes para estancias de 24-48 horas. En uno de los boxes, una de sus compañeras vigila las constantes vitales de un paciente que se queja de dolor.
Choca contemplar el servicio de Urgencias, donde conviven la molestia causada «por una ampolla en el pie porque el zapato le ha hecho una rozadura», hasta un politraumatismo que obligará al paciente a ingresar en la UVI. ¿Una ampolla en el pie? «Sí, la Primaria está como está y los PAC de guardia no siempre han tenido cobertura médica. Y para todo el mundo lo suyo es lo más importante. Intentamos explicarles que si tenemos que atender a pacientes que han sufrido por ejemplo un accidente de tráfico, quizá tengan que esperar 6 horas. Hay quien se lo toma mejor y peor», explican estas sanitarias, que destacan no obstante que «la estancia media», esto es, desde que los pacientes entran en Urgencias hasta que salen, según los últimos datos está en 4 horas y 50 minutos. «Ha bajado mucho», afirman.
Hay una sala en Urgencias a la que nadie querría entrar nunca. Es el lugar donde se comunican las peores noticias. «Informar a los familiares es un trago. Es de las cosas más difíciles y es muy difícil hacerlo bien, porque tienes muy poco tiempo, porque hay que volver donde el paciente si todavía estás peleando...», comenta Aran-tza Aguillo, que añade que «hacemos formaciones de comunicación de malas noticias», aunque «pecamos mucho de dar información en los pasillos. Además la sala donde nos reunimos con los familiares es muy mejorable, no está totalmente cerrada por arriba, no hay tanta intimidad». A pesar de que esta profesional sanitaria lleva casi media vida atendiendo todo tipo de urgencias, hay casos que siguen «impactando», como los accidentes laborales, los de tráfico, «accidentes con segadoras, motosierras... Ver un cuerpo así sigue impactando por muchos años que llevemos en esto», afirma. En esos momentos, Aguillo considera fundamental el «aplomo» como una cualidad en este servicio. «Son situaciones de mucho estrés y nervios. Hay que trabajar en equipo con mucha gente y si te pones nervioso y a gritar, al final se descontrola todo». La creación de la especialidad de Urgencias, que anunció Sanidad el pasado mes de junio, es algo que celebra. «Era fundamental y necesario. Parece que vamos a tener especialidad y formación específica. Hay que seguir trabajando para que se reconozca también para enfermería», señala. Al hablar de los casos más graves que recuerda, Aguillo añade que las lesiones y diagnósticos graves en gente joven suponen un golpe. «Diagnosticar un tumor te deja... No es el sitio más habitual pero a veces pasa. También recuerdo perfectamente a una mujer que dio a luz y después murió», cuenta con pesar. Durante la conversación también surgen los casos «rocambolescos» que han tenido que atender, pero tanto la jefa de Urgencias como la enfermera supervisora evitan trasladar sus singulares cuadernos de bitácora. «Los pacientes y familiares se podrían sentir identificados...», afirman, aunque «la realidad supera la ficción. Ya puedes llevar 25 años trabajando que vas al triaje y te enfrentas a situaciones que no has visto en la vida».
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