Vacuna, incienso y mirra
Aquí, en la segunda ola ·
Viva la ciclotimia: desayunamos los peores datos pero recibimos a los Magos con ansia de normalidad. La pandemia es más cortoplacista que el fútbolSecciones
Servicios
Destacamos
Aquí, en la segunda ola ·
Viva la ciclotimia: desayunamos los peores datos pero recibimos a los Magos con ansia de normalidad. La pandemia es más cortoplacista que el fútbolHola. Si hoy es 7 de enero esto debe ser la novísima normalidad. Pero no caigamos ya en la depresión de la cuesta de enero, ... que este año más que cuesta es comoi la etapa reina del Tour. Uno de mis mejores regalos de los Magos no llegó un 6 de enero, sino en marzo. El helicóptero de los Madelman que yo había pedido se agotó en todas las jugueterías (explicación para millennials: éramos muchos niños en la generación del baby boom, y entonces no existía Amazon), mis padres lo encargaron... y llegó casi tres meses después.
Fue un regalo de Reyes en diferido, y así parece que va a ocurrir este año con el regalo colectivo que hemos pedido: la vacuna. Ya dijo alguien que este años los Magos son Pfizer, Moderna y AstraZeneca. Pero llega con retraso, más del anunciado.
Dicen que el fútbol es un estado de ánimo, y con el virus ocurre lo mismo. Vivimos en la ciclotimia global: pasamos de la euforia (¡llega la vacuna, esto se acaba!) a la depresión (¡viene con retraso, los gobernantes son incompetentes, esto no va a terminar nunca!).
En el desayuno nos deprimimos al leer en el periódico y escuchar en la radio que empeoran los datos y llega la tercera ola. Pero sales a la calle y encuentras la euforia colectiva de unos Reyes Magos como cuando éramos normales. Esta semana paseabas por el centro de Donostia y los clientes inundaban las tiendas como cualquier 5 de enero. Y hubo Magos, aunque pasearan en una especie de papamóvil mágico.
Así hemos pasado las Navidades, que en teoría terminan hoy: con un ojo en las estadísticas de contagiados y con otro en la supuesta normalidad. Empezamos formales en Santo Tomás, comiendo la txistorra en la intimidad, y en Nochebuena ya nos hicimos un lío: el rey que salía antes en el mensaje de Nochebuena está ahora en Oriente, como sus colegas los Magos, y el nuevo tenía que decir pero sin decir, o no decir pero diciendo. En Nochevieja hasta los más gautxoris debieron volver a casa como Cenicienta, salvo que estuvieran en una 'rave' de esas que terminan a pecho descubierto.
El otro día tuvimos en San Sebastián algo parecido al concierto de Año Nuevo. Fue en el Kursaal, con la joven orquesta de Euskal Herria intepretando a Beethoven: no tienen el oropel de los de Viena, pero sí la energía de los jóvenes artistas. Aplaudimos cargados de entusiasmo. Y en vez de batir palmas con la Marcha Radetzky cantamos el 'Hator, hator'. Ya dijo Voltaire que los vascos somos «ese pueblo que canta y baila a los dos lados del Pirineo». Aunque ahora no toca.
Llega el momento de preparar las agendas del nuevo año o fijar las vacaciones en el calendario global. ¿Cómo pronosticar octubre si aún no sabemos si nos quedan por delante medio confinamiento, un par de perimetrajes municipales o un rosario de PCRs?
Cada uno tiene sus fijaciones. Gran Bretaña está peor, hasta Alemania va mal, pero a mí, francófono declarado, me sigue sorprendiendo que Francia, con un confinanmiento vigente y más duro que el nuestro, con la hostelería y la cultura cerradas desde hace semanas, tenga datos al menos tan malos como los de aquí. ¿Por qué? El único consuelo que tienen es escuchar hablar a Macron, con ese dominio de la oratoria, en lugar del 'star system' de políticos vascos y españoles. Quizás Macron miente, como casi todos, pero da gusto dejarte engañar por tan buen conversador.
Cuando anoche bajaste al contenedor los papeles y cajas de los regalos habían terminado las Navidades. Ahora nos centraremos en ver cifras que se anuncian duras, medidas que pueden ser complicadas y discusiones políticas por los retrasos en las vacunas. Estas semanas toca pesimismo, y luego volverá la nueva ola de buenas noticias. Así hasta que capeemos el temporal a la espera del siguiente. Sabíamos que la vida del ciclotímico es dura; ahora sabemos que es aún peor el discurrir de las sociedades ciclotímicas.
Llegan la tercera ola y, a la vez, las rebajas y la No-Tamborrada. Si algo hemos aprendido este año es que vivimos la pandemia con más cortoplacismo que el fútbol.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.