Eneko Karrera se encontraba sembrando en su parcela el pasado viernes, en la pequeña localidad goierritarra de Gaintza cuando, a pesar de la oscuridad que reinaba en ese momento, avistó a un gran grupo de jabalíes paseando con total tranquilidad. Rápidamente, cogió el móvil para captar la imagen y «mandárselo a mis amigos y compañeros».
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En el vídeo, que ha sido difundido por ENBA, la organización agraria de los baserritarras profesionales de Euskadi, se puede apreciar a más de una docena de jabalíes correteando de noche por el campo en el que Karrera se encontraba trabajando junto con otros ganaderos, mientras lo preparaban de cara al invierno.
Algunos de los presentes, como Karrera, estaban realizando sus labores sobre tractores, vehículos de gran tamaño, robustez y que generan un ruido potente. Los jabalíes no reaccionaron ni mostraron signos de miedo hacia las máquinas; es más, «anduvieron por ahí, alrededor de los dos tractores que trabajaban en ese momento sin miedo alguno. Ni se inmutaron», asegura, todavía algo incrédulo ante la situación.
El numeroso grupo de jabalíes pillado en vídeo, «mayor que algún rebaño de ovejas» tal y como han especificado desde el sindicato agrario, estaba conformado tanto por grandes ejemplares como por algunos más pequeños, que no aparecen en el plano hasta el final de la cinta. Las hembras pueden dar a luz hasta diez jabatos al año. Mientras, los machos adultos tienden a ser más solitarios.
Aunque esta es una escena «cada vez más habitual» para los sembradores de la zona, el susto inicial ante la presencia de semejante piara de cerdos salvajes sigue siendo el mismo. «Saqué el móvil e hice el vídeo, pero acto seguido seguimos trabajando como si nada. Tratamos de actuar con normalidad», cuenta Karrera.
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Eso sí, el descontento cada vez va a más entre la gente que trabaja o vive en los alrededores. «Los mayores daños los hacen en el campo. Quieras o no estropean todo lo sembrado: el maizal, los pastos... Todo lo que pillan por su camino, sea lo que sea». Estos daños, además de echar a perder las horas de trabajo, también traen consecuencias económicas para los sembradores. Por otro lado, estos animales pueden ser portadores de enfermedades, como tuberculósis. Y por si fuera poco, «cada vez se acercan más, incluso a las propiedades», apunta este trabajador.
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