El árbol de la ciencia

¿Somos cada vez más malos?

Hay una percepción de declive moral en la sociedad

Domingo, 30 de junio 2024, 02:00

Michael Ignatieff, flamante Premio Princesa de Asturias en Ciencias Sociales, afirmó que, a pesar de vivir en una sociedad instalada en el pesimismo, atravesamos el mejor momento de la historia. El expresidente Barack Obama declaró que si le dieran a elegir en qué época vivir, ... elegiría el mundo de hoy. Y Steven Pinker, psicólogo evolutivo, concluyó en su libro 'Los ángeles que llevamos dentro' que los índices de violencia actuales son los más bajos que la humanidad ha sufrido desde sus albores. Y sin embargo, una revisión de estudios en los que participaron 12 millones de personas de 60 países a lo largo de 70 años, publicada en 2023 en Nature, indica que la gente tiene la sensación de que se ha producido un declive moral paulatino. Según el estudio, valores como la honestidad y la confianza en la interacción social cotidiana se han deteriorado tanto que son irrecuperables y se pone en riesgo la civilización humana. Esta percepción apocalíptica aumenta con la edad, pero también se aprecia en las nuevas generaciones. No obstante, cuando los datos se enfrentan a los de encuestas realizadas en el mismo periodo de tiempo a más de 4 millones de personas se observa que el declive es falso. Lo más grave y preocupante es que la ilusión es duradera, infundada y fácil de provocar.

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La sociedad conserva un buen registro histórico de conductas inmorales, como terrorismo, esclavitud, genocidios, dictaduras y violaciones. Según la ONU, los indicadores objetivos de inmoralidad (pobreza y desigualdad, conflictos bélicos o mortalidad infantil) han disminuido significativamente en los últimos siglos. Aunque sigue habiendo guerras atroces (las de Gaza y Sudán han multiplicado por tres el número de muertes infantiles), persecuciones y hambrunas, tratamos mejor a nuestros congéneres, algo que no cabría esperar si la honestidad, la amabilidad, la compasión y la bondad estuvieran cayendo en picado. Entonces, ¿a qué se debe la percepción de declive moral? A un mecanismo psicológico denominado «exposición y recuerdo sesgado», que hace que las noticias negativas, convenientemente aderezadas con bulos, titulares confusos y medias verdades, impacten con intensidad en el cerebro y permanezcan largo tiempo ancladas en la memoria. Son distorsiones cognitivas difíciles de erradicar y dañinas para el bienestar individual y colectivo. La psicóloga Elke Weber, Premio Fronteras del Conocimiento por sus estudios sobre la respuesta humana al cambio climático, defiende la necesidad de comunicar en positivo las noticias negativas. Sostiene que presentar un problema grave con la pertinente solución moviliza más y no genera miedo, ira , ni culpa; hacer lo contrario es el asiento perfecto para el catastrofismo y la visión dicotómica y polarizada de la vida, con buenos y malos.

¿Quién está detrás? Los proveedores de noticias y los medios de comunicación convencionales son sospechosos lógicos, pero todo ha explotado con las redes sociales, que democratizan la información rigurosa a la vez que viralizan la desinformación. ¿Y quién se beneficia? Según Rasmus Kleis, director del Instituto Reuters para el Estudio del Periodismo de Oxford, «las mayores campañas de desinformación las protagonizan los propios presidentes». Sorprendente y lamentable. Hay gente poderosa interesada en crear y airear espantajos de alto contenido emocional porque una sociedad emocional es manipulable y terreno abonado para la polarización, el desgaste de los contrapesos institucionales democráticos y el advenimiento de tiranos y populistas. En 2015, un 76% de estadounidenses creía que existía un declive moral que urgía corregir. Trump se adueñó del mensaje, ganó las elecciones y dedicó recursos a solucionar (y alimentar) este fantasma en lugar de a mejorar la pobreza, la inmigración, el medio ambiente o la discriminación racial. ¿Asoma Europa al mismo abismo? El uso espurio de las redes sociales, el resultado de las últimas elecciones y el trato que algún mandatario dispensa a las instituciones y al adversario, no son halagüeños. La situación merece una honda reflexión universal.

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