Dos factores suelen arruinar mis charlas y presentaciones de libros: el sol («con el día tan bueno que hace, claro, no ha venido nadie») y la lluvia («con el día tan malo que hace, claro, no ha venido nadie»). Un sábado nuboso viajé hasta un ... pueblo del Pirineo navarro y, nada más llegar, dos mujeres me revelaron un tercer factor: «Ay, mi chico, no sé si va a venir mucha gente a oírte: es que dan el Osasuna-Real Madrid por la tele». Asistieron ellas dos y tres mujeres más. Representaban el 4,5% de la población. Bueno, si yo alguna vez consiguiera atraer a esa proporción en Donostia, serían 8.235 personas y necesitaría la plaza de toros.

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He conocido concejales de cultura que se desviven por divulgar las charlas con carteles y entrevistas en la radio comarcal; otros que asignan la pasta y se echan a dormir. Llegué a un pueblecito guipuzcoano, encontré la casa de cultura cerrada, pregunté en el bar y me indicaron la casa del concejal: «Tú toca el timbre, que está echando la siesta, pero toca fuerte, que ese no se despierta ni con un terremoto». Me dejé el dedo apretando el timbre, hasta que el concejal abrió bostezando con los pantalones desabrochados. «Ah, perdona, tú eres el de la charla del surf en Indonesia, ¿no?». Entró al bar, arrancó a cuatro paisanos de su partida de mus, los arrastró a la casa de cultura y allí me puse a hablarles de los caravaneros de la sal en el Cuerno de África. (Continuaré, si reúno los ánimos suficientes).

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