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Juicio al depredador sexual

Abusó de diferentes víctimas en los mismos lugares

En el caso de la violación de Lasarte-Oria en 2015 el agresor siguió primero a otra mujer, a la que descartó cuando una pareja apareció en el lugar

Aiende S. Jiménez

San Sebastián

Miércoles, 16 de febrero 2022, 06:33

Entre los años 2012 y 2015 el presunto violador en serie de Gipuzkoa atacó a varias mujeres en diferentes localidades. Los investigadores aseguran que escogía muy bien los sitios en los que perpetraba los ataques, y que en más de una ocasión repitió el ... lugar. Ocurrió en el caso de la violación a una joven de 21 años en Lasarte-Oria, el cual está siendo juzgado desde este lunes en la Audiencia de Gipuzkoa y por el cual la Fiscalía pide 11 años de prisión para G.G.C. La Ertzaintza describió ayer las claves que permitieron atribuirle dicha agresíon sexual.

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En el mismo sitio. El ataque se produjo la mañana de Año Nuevo de 2015 en unos soportales cercanos a la vivienda de la víctima, pero su atacante la esperó en la zona del bidegorri que discurre junto a las vías del Metro en Lasarte-Oria. Un año antes, el 1 de enero de 2014, el hombre atacó a otra mujer en el mismo lugar. En ambos casos las mujeres volvían a casa tras pasar la noche de fiesta y fueron abordadas por detrás y con el uso de un trapo con cloroformo. «Una denuncia prácticamente exacta en un lugar que era ideal para estar esperando a su víctima», afirmaron ayer los investigadores. No era la primera vez que repetía el lugar en el que acechaba a las mujeres. También lo hizo en Andoain y en Irura. Los ertzainas aseguran que siempre eran zonas oscuras, en las que merodeaba de noche «y podía ver cómo venía su víctima». En algunos casos las aguardaba cerca de paradas de autobús cuando volvían de fiesta de otras localidades. «Y también eran sitios donde tenía una escapatoria rápida».

Las cámaras de vídeo. Las cámaras de vigilancia de Euskotren captaron al agresor «merodeando por la zona» poco antes de las 7.00 de la mañana, si bien no se le pudo identificar por la mala calidad de las imágenes. Según explicaron los investigadores, en las imágenes se observa al acusado con un pantalón gris y una sudadera oscura. En un momento se ve pasar a la víctima caminando, y el hombre sale tras ella, aunque esta vez cubriendo su cabeza con la capucha del jersey y manipulando algo en su bolsillo. Se sospecha que era la prenda con cloroformo que utilizó para dormir a la víctima. Después ambos salen de la imagen.

Descartó a otra mujer. Las imágenes de videovigilancia también permitieron concluir a los investigadores que el agresor había elegido a otra víctima, a la cual descartó cuando se percató de la presencia de una pareja caminando por el mismo lugar. «En las imágenes se ve que sale detrás de una mujer que camina sola. Se gira a mirar para atrás, y aparece una pareja», señaló un agente de la Er-tzaintza. Su hipótesis es que el agresor estaba «controlando la zona y esperando que pasase una mujer sola. La primera vez que sale ve a la pareja, se da la vuelta y vuelve a esperar hasta que sigue a la víctima».

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Se determina su altura. Aunque las cámaras no ofrecen una imagen nítida del agresor, sí aportó a la Ertzaintza datos importantes sobre su fisonomía que permitieron seguir conformando el perfil del violador en serie que permanecía sin identificar desde 2012. Así, se encargó un estudio antropométrico para determinar la estatura del agresor. «A través de una comparación con la altura de la víctima el estudio determinó, con un margen de error máximo de 3 centímetros por arriba y por abajo, que el agresor medía 1,74 centímetros», señaló el investigador principal del caso ante el tribunal. De esta manera, todos los sospechosos a los que se podía atribuir la autoría de las violaciones era descartado si no coincidía con esa estatura. El acusado mide 1,75 centímetros, tal y como confirmó su abogado en el juicio por la violación a una joven en Beasain celebrado a finales de enero.

El ADN lo confirma. Tras el ataque se activó el protocolo de agresión sexual y la víctima fue trasladada al hospital, donde permaneció varias horas y se le realizaron diferentes exámenes forenses. En su cuerpo se hallaron restos de semen que coincidían con el ADN del violador en serie no identificado. Confirmaban así lo que ya sospechaban por el modus operandi utilizado, que había vuelvo a actuar. Hasta cuatro años después, cuando se le detuvo y se pudo cotejar su perfil genético con la base de datos de la Ertzaintza, la víctima no supo quién había sido su agresor.

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Un sujetador. El agresor no utilizó un simple pañuelo para dormir a la víctima, sino un sujetador. En las inmediaciones del lugar en el que se produjo la violación, a unos 65 metros, los agentes encargados de la inspección ocular hallaron la copa de un sujetador sobre un arbusto. Este desprendía «un fuerte olor». La prenda se envió al Instituto Nacional de Toxicología en Madrid, encargado de analizar este tipo de pruebas, y un año después, en enero de 2016, se confirmó que en el mismo habían hallado cloroformo y varios pelos de la víctima, por lo que «inequívocamente lo utilizó para asaltarla».

La señal del móvil. Los agentes analizaron los repetidores móviles de la zona para poder localizar el móvil del agresor, pero fue imposible debido al gran número de teléfonos que aparecieron en el lugar. Sin embargo, cuando fue detenido en 2019 la Ertzaintza le incautó el iPhone, y tras analizar los datos extraídos entonces, comprobaron que el teléfono estuvo bajo la cobertura de la zona donde se cometieron los hechos a las 7.02 de la mañana. «Estuvo allí sin duda», insisten.

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