¿Y ahora, qué?

La pandemia no ha finalizado. Aún son muchas las incógnitas acerca del comportamiento futuro de este virus y, por ende, del devenir de este problema de salud pública. En estos dos años hemos identificado numerosas variantes con mayor o menor impacto debido a su facilidad en la transmisibilidad o a su poder de evasión inmunitaria. Gracias a la vacunación y a la infección natural, el nivel de protección que hemos ido adquiriendo puede ser alto. Sin embargo, la duración de esta protección a largo plazo sigue siendo una incógnita.

Asimismo, sabemos que el virus continuará acumulando modificaciones, bien a través de mutaciones o de recombinaciones de genes que puedan surgir en distintos animales y que 'salten' al ser humano. Esas modificaciones se podrán producir en cualquier lugar del mundo.

Tras esa dinámica viral, es probable que el virus se asiente en unos niveles bajos de transmisión, con epidemias que potencialmente podrían ser ocasionales y que, en un principio, podrían acabar por ser estacionales o afectar solo a los grupos más vulnerables, que deberían ser protegidos quizá con nuevas vacunas.

Por todo ello, la lucha debe desarrollarse en varios frentes: campañas globales de vacunación y actualización de las vacunas existentes; fortalecer los sistemas sanitarios, tanto de atención primaria como de urgencia y de críticos, para actuar rápidamente en los periodos de alta incidencia viral; continuar en la búsqueda de fármacos efectivos para curar la infección; y vigilancia continua y exhaustiva del virus.

Mediante un optimismo inteligente debemos trabajar por lo que no va bien y mantener aquello que funciona correctamente.

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