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SARAI VÁZQUEZ
Jueves, 8 de octubre 2020, 23:38
A lo largo de la historia, el bordado ha estado muy ligado a la feminidad. Se trataba de una actividad impuesta para las mujeres que les permitía evadirse y crear vínculos entre ellas, ya que era el único momento del día en el que se ... podían reunir y tener un espacio solo para ellas. Pero con el paso del tiempo, las cosas fueron cambiando. En 1917, las sufragistas comenzaron a crear banderas con consignas pidiendo el voto para la mujer, pero bordar no es cosa del pasado. Sin ir más lejos, desde hace décadas, los minuciosos trabajos artesanales se utilizan para reivindicar la igualdad. En pleno siglo XXI, esta actividad manual ha encontrado un nuevo sitio: muchas jóvenes han decidido coger un bastidor, un trozo de tela y enhebrar la aguja para realizar sus propias composiciones. Esta labor no solo es un hobby para alguna de ellas, si no que se ha convertido en su trabajo.
Es el caso de Usune Bravo, una vizcaína de 36 años, que se introdujo en el mundo del bordado siguiendo los pasos de su hermana mayor, Enara. «A ella le encantaba. Un día me invitó a una clase y esta práctica me atrapó», recuerda Usune. En aquel entonces, esta joven ya perseguía el sueño de hacerse un hueco en el mundo de la moda. Estudió una licenciatura en Bellas Artes y completó una especialización de Diseño de Moda en la UPV. «En 2018, me presenté al certamen Bilbao International Art&Fashion, organizado por la asociación BIAF. Fui una de las 20 finalistas y me concedieron durante cuatro años una beca para realizar diferentes cursos en el Central Saint Martins de Londres, una de las escuelas de moda más prestigiosas de todo el mundo», menciona con orgullo. Pronto comenzó a trabajar para importantes diseñadores de la villa.
Mientras tanto, su afición por el bordado aumentaba con los años. «Aprendí de forma autodidacta e hice algunos cursos para profundizar mi conocimiento en diferentes técnicas. Es una actividad maravillosa que te permite relajarte y concentrarte, mientras agudizas tu creatividad», cuenta. En aquellos momentos, Usune creaba bordados para amigos y conocidos por pura diversión, hasta que conoció profesionales que se dedicaban a esta actividad en París. Fue entonces cuando decidió fundar hace dos años Aracne, su propio estudio de bordado. «El nombre viene de un mito grecorromano», explica esta creativa vizcaína.
En su espacio, situado en la calle General Concha, Usune comenzó a elevar las creaciones de los diseñadores a la categoría del arte con su bordado. Ya lo decía el legendario Karl Lagerfeld, director creativo de la 'maison' Chanel durante más de 35 años: «Igual que no hay fiesta nacional sin fuegos artificiales, no puede haber vestidos sin bordados». Esta joven borda con dedicación en el bastidor que ocupa el centro del taller y, en muy pocas ocasiones, realiza primero los esbozos sobre papel. «Prefiero elaborar el proceso de cosido directamente sobre el tejido. Imagino el dibujo en mi mente y después hago pruebas», declara. Eso sí, cuando se adentra en su estudio, reconoce que «el tiempo pasa volando». Para completar uno de sus bordados más sencillos puede tardar como mínimo tres horas. «Me suelo poner varias alarmas para hacer pequeñas pausas durante la jornada, porque podría estar dando puntadas todo el día», admite.
Pero en el estudio, esta creativa no sólo elabora bordados para exclusivas prendas de moda como vestidos de novia, sino que sus hilos de colores también forman parte de obras de arte. «Unos artistas pintan maravillosos paisajes en óleo, mientras yo los bordo», declara. De hecho, su bastidor está ocupado por una de las creaciones de su próximo proyecto, en colaboración con la ilustradora madrileña Clara Moreno. «Bordaré algunos elementos sobre sus dibujos», detalla. Un trabajo que no saldrá a la luz hasta dentro de un par de meses. «Nos hemos retrasado debido al confinamiento, ya que no pudimos conseguir algunos materiales», cuenta.
Usune pasó los días de encierro lejos de su taller y de su material. «Vivo en Leioa y no podía venir a Bilbao para coger mis cosas», explica. Pero se arregló con lo que encontró por casa para amenizar aquellos meses de cuarentena a los seguidores de su cuenta de Instagram. «Grabé varias clases sencillas de bordado para que la gente se iniciara en esta maravillosa práctica y la verdad es que tuvieron muy buena aceptación», reconoce. Aunque no era la primera vez que esta vizcaína impartía clases de bordado. «Es muy importante que esta actividad se aprenda para que no se pierda y se sigan valorando las cosas hechas a mano». Con este objetivo, Usune suele organizar clases intensivas en la casa rural que regenta su hermana en Orozko. «Son una verdadera experiencia, con música, comida sana y con personas con ganas de pasarlo bien», indica. Desde que Usune fundó el estudio en el corazón de la villa, también imparte lecciones de bordado. Este año, comenzarán a finales de mes y serán muy diferentes. Por lo pronto, y para respetar las distancias de seguridad, solo dos alumnos podrán coincidir en el estudio.
Por el momento, las composiciones de Usune no están a la venta, pero prepara su primera colección de elementos de decoración. «Ya he empezado a bordar varios cojines que verán la luz en los próximos meses», adelanta. Además, admite que en este mundo «siempre hay que estar formándose». «Quiero probar nuevos métodos. Ahora, por ejemplo, voy a empezar a trabajar con hilo de oro», desvela mientras saca un par de bobinas de uno de los muebles de su taller. También le gustaría especializarse en las técnicas de bordado avanzadas para la Alta Costura en París, en la escuela de Lesage, propiedad de la firma Chanel. Porque esta creativa vizcaína lo tiene claro: esta actividad manual le apasiona y espera poder coger su bastidor, un trozo de tela y enhebrar la aguja para bordar muchos años más.
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