«Hoy en día se termina pagando el logo aunque el producto sea de plástico». Ana Balda, Dra. en Comunicación Audiovisual con la tesis titulada «Cristóbal Balenciaga. Una política de comunicación frente al avance del prêt-à-porter», lo tiene claro. Autora de diversos artículos ... académicos sobre la historia de la marca, ejerce actualmente como profesora universitaria y comisaria independiente, y su último trabajo ha sido el comisariado de la exposición fotográfica «Tom Kublin para Balenciaga».
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A pesar de sus múltiples proyectos, Balda no ha perdido la oportunidad de examinar con detenimiento las semanas de la moda. Unas 'fashion weeks' convertidas, sin duda alguna, en el fiel reflejo del contexto actual.
- Ana, necesito empezar a analizar en profundidad el desfile de Balenciaga. Sigo en 'shock' y seguro que una persona tan experimentada como tú me puede aportar luz. ¿Qué está pasando con esta firma que tanto conoces? ¿Qué te ha parecido su último 'show'?
- (ríe) La moda nos da momentazos y el desfile de Balenciaga ha sido uno de ellos. Ha habido muchos más desfiles desde que empezó Nueva York a comienzos de septiembre y has comenzado por Balenciaga. Eso ya es un síntoma claro de que han cumplido su objetivo: captar la atención de todo el mundo y que se hable de ellos en todas partes.
- Por lo tanto… ¿La estética de la colección, la imagen de marca ha pasado a un segundo plano? Algunos, entre los que me incluyo, la han definido como «un manotazo al buen gusto»
- Es interesante lo que dices del «buen gusto». Hasta principios de los 2000 eran las revistas las que dictaminaban lo que iba a ser tendencia. Los editores hacían una selección de todo lo que veían (que no estaba aún a la vista del público como ahora) y te contaban que se llevaba el punto rojo, por ejemplo. Automáticamente las marcas publicaban en esas mismas revistas anuncios sobre eso, sobre sus jerséis rojos y como resultado final, nadie ponía en duda que para ir a la moda había que tener un jersey rojo (valga la redundancia).
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Internet hizo saltar ese sistema por los aires. Hoy en día el criterio de las revistas no es el único. Existen tantos criterios como se quiera porque hay infinidad de gente subiendo constantemente fotos y vídeos a las redes sociales con sus looks. Las revistas han perdido influencia y las marcas ya no necesitan publicitarse como solían. Pueden interactuar directamente con su público y trabajar mecanismos para llegar a otros. Además, Internet les da muchos datos reales para tomar decisiones. Como hay tanto de todo, desde gente anónima subiendo sus looks hasta actrices enseñándonos lo que llevan en su bolso, las firmas necesitan captar la atención del público, sobre todo de la gente joven, por vías distintas a anuncios en las revistas.
Captar a un cliente potencial, que empiece por hacerte caso y entre en tu Instagram o canal de YouTube, no es nada fácil. Por eso, se entiende bien lo que hace Balenciaga. Con una estrategia de comunicación que no deja indiferente a nadie, llega a otros públicos muy diversos y tremendamente heterogéneos. Vende desde un abrigo o un traje muy alto de gama, que puede ser de lo mejor en términos de calidad, a objetos de 'streetwear' como zapatillas, viseras y bolsos con el logo a un público que se siente a la moda por llevar un accesorio de una marca que consideran provocadora, alternativa, etc. Por eso eligen a Kayne West, por ejemplo, como imagen de la marca abriendo su desfile del otro día. Con él y con todas sus polémicas (la última la de las camisetas «White lifes matters») llegan a una comunidad que va a sentirse fuera de su nicho si no viste algo con el logo Balenciaga.
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- Por lo tanto, objetivo cumplido por parte de la marca…
- Sí, pero lo más interesante de todo, al menos desde mi punto de vista, es que Balenciaga ha anunciado que sus clientes pueden usar como medio de pago piezas que tengan de sus colecciones anteriores. No olvidemos que Kering, grupo al que pertenece Balenciaga, es accionista desde el año pasado de Vestiare Collective, una de las plataformas más importantes de venta de ropa de segunda mano. Con la medida, consigue recuperar piezas de Balenciaga para revalorizarlas y ponerlas de nuevo en el mercado de segunda mano. Es abrir otra vía en el mercado de la moda y ser ejemplo de sostenibilidad, mientras sigue vendiendo sus últimas piezas con el logo, que después recuperará, antes de que lo hagan otras empresas que se dedican a la segunda mano. Es diversificar el negocio. Me parece brillante.
- El 'show' que ofreció Balmain también me pareció cuanto menos rompedor...
- Es otro caso distinto, creo. Al final, si miramos la moda desde nuestro punto de vista de sociedad europea y blanca, muchas veces no entenderemos casi nada. Balmain pertenece a un grupo catarí y tiene otro público muy distinto. Su última colección tan dorada se entiende mejor desde la perspectiva de las clientas árabes.
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-Reconozco que Valentino me ha encantado. También me ha gustado Loewe, con un propuesta que por momentos me ha recordado a la etapa de Josep Font al frente de la dirección creativa de Del Pozo. Me ha vuelto a sorprender la diversidad de modelos y el camino hacia el «no género» que se percibe en muchas colecciones.
- El tema del «no género» es muy interesante. Nos llevaría muy lejos. Pero Loewe fue pionera en eso. Al fin y al cabo es una estrategia inteligente para abrir el mundo bolso al público masculino. Hasta hace unos años, un hombre llevaba un maletín o los más modernos, una mochila de cuero, como mucho. Loewe haciendo desfiles con hombres llevando el 'Amazona' o el 'Puzzle', está abriendo otro mercado que se consideraba completamente cerrado en el ámbito masculino. La forma de hacerlo es romper con el género. Y está teniendo éxito. Basta con entrar en el 'street style' del Vogue Runway, donde se ven infinidad de fotos de ese público con bolso. Por supuesto, es publicidad pero va calando. Bonito o feo… lo importante es el negocio y seguir abriendo e inventando mercados.
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- Ahora bien… ¿Qué valoración haces de París? Tengo sentimientos encontrados. Me ha parecido una edición de contrastes.
- Muy buena, pero igual es porque soy un poco friki de esto. París es un hervidero de ideas, no solo desde el punto de vista estético, también desde el punto de vista del modo de enfocar las cosas. El sector de la moda es tremendamente innovador como negocio puro. Creo que practican mucho eso del «Think out of the box» y que son un ejemplo para muchos otros sectores.
- ¿Qué grandes cambios estás percibiendo en los directores creativos de las principales firmas de moda?
- No más que en los años pre-pandemia. Los cambios se suelen producir por dejar de ser comercial y eso sucede, generalmente, por un agotamiento de las ideas. En esta tesitura suele haber siempre alguna marca. Es normal. Porque hacer seis colecciones al año con la presión constante de la necesidad de éxito comercial es tremendamente complejo. Supone trabajar al máximo nivel siendo novedoso a una velocidad de vértigo. Eso es imposible de sostener demasiado tiempo. Acaban exhaustos. Lo dijo ya Cristóbal Balenciaga: «C´est la vie de un chien».
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- ¿Lo que hemos visto y percibido en París o Milán (las dos grandes ciudades de la moda) es una muestra del camino que está emprendiendo nuestra sociedad?
- La moda es el reflejo de lo que está pasando. No lo digo yo, lo dijo ya Chanel hace más de cincuenta años: «la moda está en el aire». Desde mi punto de vista, si a la fragmentación tremenda de públicos que ha traído Internet, le sumamos el momento post-pandemia de incertidumbre económica, inestabilidad y tensión política, una guerra brutal a la vuelta de la esquina y misiles sobrevolando Japón, creo que la enorme heterogeneidad y cierto caos que se percibe en la moda, es un reflejo fiel de lo que hay. Por eso, lo de Balenciaga del otro día me parece un brillante retrato de nuestro presente: el fango.
- He de reconocer que también he tenido la sensación de estar viendo colecciones de trapillo a precio de oro...
- Ha habido de todo. Lo que parece y es 'made in China' aunque se presente en Milán, y lo que es de una liga que cada vez menos gente sabe apreciar porque hemos perdido la cultura que sí tenían nuestros padres de saber lo que son las cosas y lo que cuesta hacerlas. Me estoy refiriendo a saber apreciar todos los atributos de una prenda: desde la capacidad innovadora que ha supuesto, hasta la calidad del tejido con la que está confeccionada y todas las demás cualidades (forros, botones, interiores, etc.). No hay demasiado público que hoy sepa diferenciarlo y como resultado se termina pagando el logo aunque el producto sea de plástico.
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- ¿Con cuál de las propuestas te quedas y por qué?
- No me quedo con una. En casi todas ha habido cosas que me han parecido muy buenas, y otras que no tanto. También cosas que aprecio y que no me compraría porque no tengo la ocasión para ponérmelas, aunque pudiera pagarlas. También algunas que no me han gustado demasiado pero que intuyo que me acabaran gustando. La moda es así. Además, tu momento personal define mucho lo que te gusta y lo que acabas comprando. Y todos sabemos que estamos en constante evolución y cambio. ¡Menos mal! Si no, sería aburridísimo…
- ¿París o Milán? Yo siempre me decanto por la capital francesa…
- Esto es un poco como intentar contestar a «¿Dónde comemos, en Berasategui o en Mugaritz?» Es muy difícil competir con París porque ellos llevan la tradición de la moda desde Luis XIV. Viven de la moda y del lujo desde entonces y por eso mantienen oficios que en otros países han desaparecido. Chanel, por ejemplo, ha comprado casas bordadoras o mantiene a artesanos que hacen plumas y flores, oficios que han dejado de existir en otras partes del mundo. Hay quien dirá, «¿Plumas? ¿Flores?» Sí, en Francia hay generaciones de familias que han vivido de estos oficios artesanos y que su mano, su saber hacer, es fundamental para la alta costura o para un prêt-à-porter de lujo, que es lo que sustenta el 'made in Paris'.
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- ¿Y qué me dices del 'made in Italy'?
Los italianos son otra cosa. Su punto de vista es muy interesante, son muy creativos y poco aburridos. Tienen una relación con la ropa mucho más experimental desde el punto de vista de la mezcla, de los colores, de los tejidos. Y a veces nos parece que son demasiado excéntricos. Pero hay que ponerse también en su contexto, en su historia, con toda esa carga de tradición artística que les invita a experimentar constantemente y a tener una cultura del color que es envidiable… Gucci, Prada y también Valentino, aunque desfile en París casi siempre, seguirían siendo italianos aunque desfilen en la luna.
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