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«Tengo una boda, bautizo o comunión, pero no quiero ir disfrazada». Esta es una de las afirmaciones más repetidas cuando alguien cruza la puerta de nuestra tienda en busca del look perfecto. Y una de las claves de nuestro trabajo radica no sólo en ... saber cómo es el evento al que va a acudir -una boda por la iglesia, en el campo o por la noche-, sino también en conocer cómo es nuestra clienta para que pueda lucir como la denominada «invitada perfecta» sintiéndose ella misma.

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Estudiamos su morfología y colorimetría, pero también es imprescindible descubrir cómo es su estilo y personalidad. No podemos plantarle un escote hasta el ombligo a una mujer tímida que vaya a estar incómoda y pendiente del mismo porque, por muy increíble que sea ese vestido, para deslumbrar tiene que sentirse a gusto sacando lo mejor de sí misma.

Es cierto que muchas veces tenemos que animar a las clientas a salir de su zona de confort -no pueden asistir a una boda en zapatillas y vaqueros-, pero tampoco deben acudir al evento con algo con lo que no se sientan identificadas. Y si les apetece ponerse una pamela o llevar la espalda al aire porque siempre lo han deseado y no han tenido la ocasión... ¡Adelante! Siempre y cuando vayan acorde al protocolo que, a no ser que los anfitriones hayan indicado lo contrario, deban cumplir.

Por todo ello, he aquí algunos 'tips' básicos: no acudiremos a una boda de día con un vestido largo de lentejuelas ni a una de noche con un pamelón, por mucho que estemos impresionantes con él. Además, en las bodas, las pamelas y los tocados deberán mantenerse en su sitio hasta el baile, comida incluida.

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Pero, sobre todo, lo que yo les digo a mis clientas es que disfruten ya que si se sienten guapas, la sonrisa siempre aflorará y ese será su mejor complemento.

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