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El otro día en una cena con amigos todos discutían por qué pedir. Era imposible ponerse de acuerdo, una batalla perdida ante la cual revisaban la carta y descartaban posibilidades a quemarropa. El motivo: una vegana, un vegetariano y un crudivegano compartiendo mesa. Otro de ... los asistentes practicaba ayuno intermitente y nada más llegar anunció que solo bebería agua con limón y no probaría bocado. Decidí pedirme un Martini mientras continuaban diseccionando la carta hasta que dieron con la solución: no cenar. Se limitarían a beber: cerveza, vino, Martini -o agua con limón-. Y voila.
Está de moda ser vegano, vegetariano o vegiflexible. Parece que ahora lo cool es evitar el gluten o huir de los lácteos. Comer y ayunar, ayunar y comer. ¿Pero cuántos lo hacen realmente por salud o convicción? ¿Cuántos en cambio se ven empujados en silencio por una tendencia impuesta, una inercia social?
También lo sostenible está de moda -y qué necesario, el planeta lo pedía a gritos-. El mindfullness y el eterno pensamiento positivo, algo que me resulta realmente exasperante. Porque suscribo a Leila Guerriero: - «¿Cuántas toneladas de autoayuda y 'mindfulness' hemos tragado para engendrar esa necesidad maníaca de encontrarle a todo una enseñanza? El dolor, a veces, es simplemente dolor». Obsesionarnos con encontrar un lado positivo a las experiencias más dolorosas no es otra cosa que un intento fallido por maquillar la realidad, como si pudiéramos paliar el sufrimiento bajo kilos de optimismo forzado y casi impuesto.
Ahora en el mundo virtual solo se habla de ghosting, el síndrome FOMO (fear of missing out, miedo de perderte algo por no estar presente) y el bloqueo digital. El ghosting como una vía cruel y cada vez más recurrente para abandonar una relación de manera radical sin ningún tipo de explicación previa, solo obviando los mensajes y llamadas del "otro "y no volviendo a contestar jamás. Sin embargo el bloqueo digital es una herramienta más para alejarnos de personas que nos perjudican. No es un acto de inmadurez, ni mucho menos un comportamiento impulsivo o incoherente. Cuando hace 30 años alguien decidía poner punto y final a una relación, evitaba en su rutina según que restaurantes y pubs, frecuentar determinadas calles o círculos sociales. Era una manera de facilitar el trance, no tentar a la suerte y esquivar un sufrimiento innecesario. Porque una relación insana es lo que produce: una montaña rusa de sentimientos, emociones de extremos, un eterno vaivén y siempre un final teñido de dolor. En el año 2022 y en un escenario post pandémico conquistado por la era digital, bloquear a alguien de las redes sociales, borrar su número de teléfono y desviar sus correos electrónicos a El País de Nunca Jamás es lo equivalente a obviar el bar de tu barrio para evitar cruzarte a la persona que intentas olvidar. Una vía más para cortar un vínculo, protegerte y cuidar tu salud mental. Porque dejar una relación es muy parecido a dejar cualquier otra adicción. ¿Acaso alguien dejaría de fumar y llevaría un paquete de tabaco en el bolso? ¿O pasaría todos los días por un estanco para observar los paquetes perfectamente apilados en las estanterías y volver a salir con las manos vacías? Hay modas tontas, otras esenciales y otras tantas irrelevantes. Pero el bloqueo digital no es egoismo, ni mucho menos algo ingenuo e infantil. Es pura supervivencia.
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