Conflicto en Ecuador
«Estoy aterrada por lo que están viviendo mis familiares en Ecuador»Conflicto en Ecuador
«Estoy aterrada por lo que están viviendo mis familiares en Ecuador»La violencia desatada en Ecuador, con una guerra abierta entre el Estado y las mafias de narcos mantiene en vilo a la comunidad ecuatoriana en Gipuzkoa y encerrados en casa a los vascos que se encuentran en el país. Kelly Mejía, Flor Guaján o Luis ... Alberto Conejo siguen desde aquí todas las noticias «aterrados» por lo que están viviendo sus familiares, mientras el sacerdote Josetxo García o Jon Mirena, el primero recién llegado a Errenteria y el segundo en Quito, explican la situación de miedo e incertidumbre por la que está atravesando el país, en «estado de guerra», según ha asegurado su presidente Daniel Noboa.
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Kelly Mejía Originaria de Guayaquil
Kelly Mejía lleva casi media vida en Donostia, aunque nació en Guayaquil, la ciudad ecuatoriana donde se ha desatado la ola de violencia en Ecuador que está dejando imágenes escalofriantes y un país sumido en el caos. «Estoy aterrada por lo que están viviendo mis familiares», confiesa Kelly mientras atiende su restaurante en el barrio donostiarra de Amara, a 9.200 kilómetros de su ciudad natal. Desde que se enteró de la noticia no se ha despegado del móvil y está muy preocupada sobre todo por su madre y sus hermanos, quienes conviven día a día con la violencia que han generado las bandas organizadas.
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«Mi madre y mis hermanos están viviendo una auténtica pesadilla. Mis hermanos son comerciantes y estas bandas ya les han intentado robar o les han amenazado varias veces. De hecho, a mi hermano le enviaron una nota anónima que decía que si no pagaba 10.000 euros lo iban a secuestrar», cuenta Kelly con impotencia.
Junto a su marido Edy Macías y sus hijos, que ya son mayores y están completamente arraigados en Donostia, están siguiendo con mucha preocupación la situación de su familia. «Mis hijos están muy preocupados por su abuela, a quienes llaman 'mami' de forma cariñosa. Me ha asegurado que lo que sale en la tele es la realidad».
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Flor Guaján Originaria de Quito
También Flor Guaján, una joven de 23 años de Quito, está en contacto continuo con su madre y sus hermanos. «Lo primero que hice cuando vi las noticias fue llamar a mi madre, aunque mi hermano y mi sobrina también se encuentran allí», asegura.
Flor explica que su hermano es «vigilante y sale a trabajar todos los días con miedo y mi sobrina de diez años está recibiendo las clases online». Aunque lo que más le inquieta, reconoce, es la falta de abastecimiento. «Todas las tiendas están cerradas porque extorsionan a los dueños, Tampoco hay medios de transporte públicos», cuenta.
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Luis Alberto Conejo Originario de Otavalo
Luis Alberto Conejo tiene familiares en Quito y en Otavalo, un pueblo con población Kichwa del que él es representante. Lleva 28 años en Gipuzkoa, y como el resto de sus compatriotas sigue con atención la situación de su familia, y del conjunto del país. «Tenemos un grupo y en cuanto nos llegaron las noticias de lo ocurrido me preocupé. Para nosotros todo lo que se está viviendo es un shock», asegura.
Luis defiende que están viendo imágenes de violencia, armas... que nunca habían visto. «Estamos en una situación que ni los propios ecuatorianos nos creemos. Ecuador siempre ha sido un país pacífico y ahora las ciudades se han convertido en ciudades fantasma. Todos están encerrados como en la pandemia».
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Los familiares de Luis también han cerrado sus comercios por precaución. «Hemos cerrado todas nuestras tiendas por seguridad, y por eso estamos intentando apoyarles desde aquí, sobre todo, económicamente».
Josetxo García 8 años viviendo en Quito
Desde la distancia también, aunque recién aterrizado en Errenteria procedente del país sudamericano, está siguiendo Josetxo García la escalada de violencia. Este sacerdote de 68 años, director de Cáritas nacional de Ecuador, vive en Quito desde hace ocho años, pero salió del país justo cuando estalló el conflicto. «Nunca imaginé lo que está pasando: balas, coches bomba, secuestros... esto es otro nivel de terror».
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Cuenta que todo empezó el domingo con la fuga de la cárcel de uno de los líderes de una de las bandas de narcos más importantes, los Choneros. El lunes la incertidumbre seguía, pero Josetxo tenía el vuelo a Donostia y no fue hasta el martes, «en cuanto llegué aquí», cuando se enteró por sus compañeros «de todo lo que estaba ocurriendo. Me dijeron que tenían que irse a sus casas por el caos que había en las calles. Están teletrabajando desde entonces», explica.
El errenteriarra dice que la situación en los últimos tiempos era bastante volátil. «Hace un mes me reuní con un coronel de Ecuador y me advirtió de que en algún momento iba a estallar, pero nunca imaginé las dimensiones de lo que está pasando: balas, coches bomba,secuestros... esto es otro nivel de terror», recalca.
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Jon Mirena 9 años en Quito
Ese terror lo está viviendo in situ Jon Mirena, que trabaja para una ONG en Quito. Al contrario que Josetxo, este vizcaíno de 38 años llegó al país sudamericano cuando estalló la violencia, tras pasar las vacaciones de Navidad en casa. «Aterrizamos en Quito a las cinco de la tarde y en cuanto quité el modo avión me empezaron a llegar cientos de mensajes de amigos y familiares preguntándome cómo me encontraba y que tuviese cuidado. A todos los del avión les pasó lo mismo, algunos estaban con lágrimas en los ojos al recoger las maletas».
Jon cuenta que el aeropuerto estaba completamente vacío, ya que no dejaban entrar ni salir a nadie. «Nos recomendaron que no cogiésemos ningún taxi que no fuese oficial, esperamos bastante tiempo, pero pudimos coger uno que nos llevó a casa». Allí, continúa, en su calle «ha habido disparos y enfrentamientos». Asegura que «la hija de mi pareja estudia en Donostia y nos llama varias veces al día porque está muy preocupada por nosotros. De momento, estoy teletrabajando y es como volver a vivir la pandemia», cuenta.
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Jon Mirena explica además que la embajada española recomendó a quienes estén en el país que extremen precauciones y no salgan de sus casas. Aunque Jon asegura que no les han avisado directamente a cada uno de ellos. «Suelen enviar un correo siempre que pasa algo y esta vez no lo han hecho, me ha parecido raro».
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