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Clarence Thomas, el juez escorado a la extrema derecha

Cuestionado por sus inclinaciones sexuales y defensor a ultranza del sistema penal que criminaliza a las minorías, el Congreso investiga ahora a su esposa por participar en la trama de Trump para retener el poder

caroline conejero

Domingo, 21 de agosto 2022, 00:18

En un día cualquiera, el juez Thomas Clarence recorre con su porte afable y sonrisa jovial las galerías del solemne edificio de mármol de la Corte Suprema de la Primera Avenida de Washington, saludando a unos y otros. Conoce el nombre de todos, desde el ... personal de mantenimiento hasta los asistentes judiciales, y no es difícil escuchar su carcajada espontánea brotar en cualquier conversación. El busto de su abuelo Myers Anderson y un retrato del abolicionista Frederick Douglass presiden las paredes de su sobrio despacho de madera en el segundo piso donde a menudo entretiene largas tertulias con grupos que le visitan.

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El abuelo Myers es una figura fundamental en la vida de Thomas, a quien inculcó las nociones del trabajo duro y la autosuficiencia, así como la importancia de la educación. Se hizo cargo de él y su hermano cuando la madre, una trabajadora doméstica, no pudo proveer más para ellos tras el abandono de su padre a temprana edad. E abuelo nunca le perdonó del todo a Clarence que abandonara los estudios religiosos en un seminario de Missouri, desencantado por la falta de posicionamiento de la iglesia católica ante el racismo en pleno avance del movimiento de derechos civiles.

Gran parte de la filosofía legal del juez Thomas proviene de su fervor por la ley natural y de una profunda religiosidad que comparte con su esposa Ginni Thomas. El segundo juez afroamericano de la Corte Suprema de la historia, nacido en la pobreza extrema de una comunidad rural en Georgia, y en otro tiempo, miembro del activismo negro de los derechos civiles y seguidor de Malcolm X, se ha enfrentado a numerosos retos en la vida. Los agravios han dejado en el juez un resentimiento antagónico y una larga lista de quejas que ha tornado contra liberales y adversarios sobre quienes ha prometido prevalecer en su revancha final.

Nadie habría imaginado que su nominación en 1991 por el presidente George Bush padre, para suceder al juez afroamericano Thurgood Marshall en el Supremo, se convertía en la batalla de confirmación más contenciosa de la historia. Una extraordinaria y complicada nominación que por primera vez situó los temas de raza, sexo y poder en el centro de la atención nacional de los estadounidenses. Un reticente comité de confirmación del Senado de mayoría demócrata, presidido por el entonces senador Joe Biden, desconfiaba de sus posiciones sobre el aborto, y tras un arduo debate, no parecía inclinado a aprobar su nominación.

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La filtración a la prensa de las acusaciones de acoso sexual de su ex ayudante la abogada Anita Hill, que llevó a su comparecencia pública ante el comité, conmocionó al país y dio alas al primer movimiento del #MeToo. Profundamente humillado, Thomas jugó la carta de víctima racial ante un panel compuesto de hombres blancos —incluido el senador Ted Kennedy conocido por sus escándalos sexuales—, y acusó al comité del senado de 'linchamiento técnico' para impedir el acceso de un negro prominente a una de las posiciones más altas del poder. Thomas ganó por fin por un estrecho margen, dejando un sabor amargo en todos. A lo largo de los años otras mujeres han revelado las inclinaciones sexuales del juez en sus relaciones con ellas.

Defensor de un sistema racista

Thomas se adhiere al Originalismo, una doctrina legal de la que el juez Antonin Scalia es el sumo pontífice en el Supremo, que defiende una interpretación fundamentalista de la Carta Magna de acuerdo a cuando fue adoptada. En aquel momento, 1789, los fundadores incluyeron la esclavitud en la Constitución. Con ello, el originalismo de juez pretende ignorar la Decimocuarta Enmienda que garantiza los derechos básicos individuales y las libertades civiles, como el derecho al voto y la igualdad.

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Pero Clarence Thomas es el mayor originalista del Supremo. Sus opiniones están a la derecha incluso del resto del extremismo del tribunal. El compromiso no existe en el mundo de Clarence Thomas. El propio Scalia le ha descrito como un 'originalista a muerte'. Otros, como 'el más puro entre los puros'. Thomas se opone a la mayoría de las políticas de integración y rechaza las leyes y programas diseñados para combatir la discriminación o ayudar a las minorías. El juez es partidario del logro individual sin ayuda de los blancos, cuyo paternalismo considera el mayor impedimento para el avance negro. También defiende el sistema penal que criminaliza a las minorías.

Aun así, el juez Thomas no puede negar haber sido un beneficiario de la integración, y en gran medida, de las 'cuotas' raciales que tanto critica. Su admisión en la Escuela de Derecho de Yale se debió a los programas de Acción Afirmativa que establecían un cupo de admisión de minorías. Y lo mismo con su nominación para el Supremo. Para muchos, el juez Thomas, a quien a menudo se tilda de 'Tío Tom', representa una figura dócil, desleal al movimiento de la lucha por la igualdad, alguien convertido en defensor a ultranza de un sistema plagado de racismo.

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Estos días, el juez parece regocijarse con la reciente serie de sentencias del Supremo que han desmantelado derechos constitucionales fundamentales como el aborto, y otros que imponen restricciones al voto. Las actividades de su esposa Ginni Thomas, una abogada fundadora de una organización que defiende causas de ultraderecha que a menudo se elevan ante el Supremo, han llamado la atención pública sobre los problemas de incompatibilidad que suponen para el juez. La investigación del Congreso sobre la implicación de su esposa en la trama del expresidente Trump para retener el poder, augura más problemas para el juez. Con el poder de recusar al juez, el Congreso podría tener después de todo la última palabra sobre el futuro de Thomas.

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