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La tolosarra Arancha González Laya, exministra de Asuntos Exteriores de Pedro Sánchez, apuesta por la formación de una coalición internacional que combata el terrorismo de ... Hamás y sostiene que la solución al conflicto de Oriente Próximo pasa por el reconocimiento de los dos estados. González Laya es una de las firmantes de un manifiesto de mujeres que han ocupado altos cargos en la diplomacia internacional que piden un alto el fuego por motivos humanitarios.
– ¿Qué es lo que persiguen con esa declaración?
– Hemos unido nuestras voces pidiendo una mayor y mejor protección para los civiles. Eso pasa por el cese de los bombardeos, la liberación de los rehenes israelíes, el establecimiento de un corredor humanitario y la apertura permanente del paso fronterizo de Rafah.
– ¿A qué cree que está esperando Israel para entrar en la Franja?
– El problema que se le plantea ahora a Israel es que su capacidad de disuasión militar está en cuestión. El ataque de Hamás pilló por sorpresa al ejército de Israel, que necesita restablecer esa disuasión. Mi impresión es que se debate ahora entre saber si esa disuasión militar pasa por entrar en Gaza o si emprende algún otro tipo de acción militar.
– ¿Otro tipo de acción?
– No deja de llamar la atención que en los últimos días su ejército está protagonizando cada vez más actuaciones en el norte. Hemos visto un aumento de las hostilidades en Cisjordania y en el Líbano. Creo que esa es la pregunta que Israel se están haciendo y no tengo la respuesta.
– Eso supondría la extensión del conflicto.
– Hay tres riesgos muy claros. El primero sería un estallido de violencia en Cisjordania, donde también hay una población civil muy importante que está sufriendo los embates de la actividad militar. Otro riesgo sería que la violencia se extendiese por la región, y estoy pensando en Líbano, en Siria y en último término en Irán, que es la figura emergente en este conflicto. El tercero sería un traslado de esa rabia a nuestras sociedades occidentales con el aumento del terrorismo yihadista dentro de nuestras fronteras.
– No parece a la luz de los últimos bombardeos que Israel esté atendiendo a las peticiones de Biden de una respuesta proporcionada.
– Cabe recordar que también en la guerra hay reglas, que hay una obligación de proteger a los civiles, de procurar que tengan acceso a sus necesidades más básicas: agua, medicación, alimentos... Sé que decir esto en medio de una conflagración como la que se vive ahora puede parecer incluso ingenuo, pero se trata de derecho internacional y el respeto al derecho internacional es lo que nos diferencia a las democracias de los regímenes autocráticos.
– Se dice que toda crisis representa una oportunidad para avanzar. ¿Sería pecar de optimismo pensar que la de ahora podría servir para dar un paso adelante en Oriente Próximo?
– Lo que creo que ha quedado muy claro es el fracaso de la estrategia de la avestruz de meter la cabeza bajo la arena al no impulsar el acuerdo de los dos estados al que se comprometió la comunidad internacional. Se ha demostrado que favorecer únicamente el restablecimiento de relaciones entre Israel y sus vecinos árabes no basta. Resolver el problema de fondo pasa por activar mecanismos diplomáticos para que la solución de los dos estados se haga realidad. En mi etapa de ministra intenté crear un espacio para ese diálogo: viajé a Israel y Ramala en diciembre de 2020, me reuní con los líderes israelíes y con los de la autoridad palestina y a todos les trasladé el mismo mensaje, que no podíamos meter la cabeza en la arena, que teníamos que reiniciar esa negociación.
– Pasan las generaciones pero el conflicto sigue latente. Hay quien duda de que Israel, un país con estándares sociales y culturales occidentales, pueda sobrevivir rodeado de estados teocráticos.
– Los términos de la ecuación están muy claros. Primero, el reconocimiento de Israel, una garantía de seguridad para Israel y sus ciudadanos, y el reconocimiento por parte de Israel del Estado de Palestina y una seguridad y prosperidad para sus ciudadanos. Se han dado pasos importantes en una parte de esa ecuación. A día de hoy hay más países del entorno que reconocen a Israel y que tienen unas relaciones funcionales con Tel Aviv. Hablo de los Emiratos Árabes, de Baréin o de Marruecos. Pero a la vez que hemos dado ese paso adelante hemos dado pasos atrás en la petición de reconocimiento de Palestina y en la petición de seguridad para sus ciudadanos. Se han implantado nuevas colonias que hacen más difícil la solución de los dos estados. Hemos visto que se puede avanzar, pero que es necesario un avance en todos los frentes, no solo en uno de ellos. Porque si solo se avanza en el frente del reconocimiento de Israel y no lo hacemos de forma simétrica con Palestina ya hemos visto a dónde lleva esa estrategia.
– ¿Cuál sería el mejor de los escenarios para reconducir la situación actual?
– La urgencia es el cese las hostilidades y la protección máxima de los civiles. Creo que hay que redescubrir un espacio para la diplomacia, tenemos más de 200 rehenes israelíes en manos de Hamás y hay que hacer un esfuerzo para liberarlos. Y toda la ayuda humanitaria que se pueda aportar. Mientras se trabaja en eso hay que buscar un alto el fuego un poco más estable. También sería muy importante tejer una coalición para acabar con el terrorismo de Hamás, porque es un problema para la estabilidad en la zona, tanto para Israel como para Palestina.
– ¿Una coalición que incluyese a países árabes?
– El terrorismo de Hamás es un problema que comparten muchos países, también países árabes que no se escapan del impacto de la violencia. Lo hemos visto en Irak claramente.
– ¿A la reacción de la Unión Europea le han sobrados los personalismos?
– La UE tiene que hacer un esfuerzo para que el conflicto se resuelva. Y lo tiene que hacer porque es frontera natural de esta región: estamos en el mismo vecindario y si a ellos les va bien a nosotros nos va bien, pero si a ellos les va mal a nosotros también nos va a ir mal. Hay factores económicos, migratorios o de seguridad que nos deberían impulsar a hacer un esfuerzo máximo para sumar, no es el momento de personalismos. Nos jugamos mucho.
– La guerra entre Hamás e Israel se ha sumado a la de Ucrania haciendo que el panorama internacional esté cada vez más tensionado. Da la impresión de que los equilibrios que hasta ahora habían mantenido a Occidente al margen de la guerra son cada vez más precarios.
– En estos momentos hay una nueva distribución de poder en el mundo pero un gran desequilibrio en la gobernanza y, por lo tanto, un desorden. Tanto el poder económico como el militar está en más manos de lo que estaban hace veinte o treinta años y eso está haciendo que surjan zonas de fractura donde se pone de manifiesto la ausencia de unos mecanismos de gobernanza adecuados.
– ¿Y cuál sería la solución?
–Tenemos que retomar los espacios de diplomacia internacional. Tenemos que ser capaces de volver a construir espacios donde nos sentemos a hablar incluso con nuestros enemigos porque necesitamos encontrar puntos que estabilicen nuestro mundo. Lo que estamos viendo es que la ausencia de una gestión colectiva incentiva el estallido de conflictos.
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