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Raquel Martí sigue con preocupación y dolor desde Madrid la masacre en la Franja de Gaza, donde han perdido la vida también cerca de 70 compañeros de UNRWA, el comité de la ONU para los refugiados palestinos que ella dirige en España.
– La Franja ... de Gaza parecía en relativa calma hasta el brutal ataque de Hamás. ¿No calibró la milicia islamista el sufrimiento que iba a provocar en el pueblo palestino?
– Los palestinos viven a diario bajo un régimen fundamentalista. No pueden tomar decisiones de forma libre. Hamás cuenta con grupos armados que son los que cometen los atentados, y la población vivió con verdadero horror la envergadura del ataque del 7 de octubre y por que sabía que la respuesta de Israel sería desproporcionada. Cada vez que hay una escalada militar saben que les toca sufrir. En Gaza nunca hay calma, solo amenaza y violencia.
– ¿Cuál es la situación actual en la Franja de Gaza desde el punto de vista humanitario?
– Se estima que hay 1.400.000 desplazados a lo largo de todo el territorio, la mayoría en el sur, que también está siendo bombardeado. El mismo martes en Yabalia se produjo otro descomunal ataque con decenas de muertos. Toda la Franja está siendo asediada.
– A todo ello hay que sumar los miles de muertos y heridos.
– Los muertos ascienden ya a más de 8.500, 3.500 de ellos niños y niñas. Además hay 21.000 heridos. Cifras dramáticas.
–¿Cuál es la labor de la UNRWA y con qué infraestructura cuenta?
– Somos la operación más importante de la ONU en Gaza. Tenemos 13.000 trabajadores, la gran mayoría palestinos, con solo 22 internacionales, destinados a nuestro sistema educativo. Contamos con 200 escuelas de educación básica con 300.000 niños y niñas, además de dos centros de formación profesional, dos clínicas de salud, 14 centros de distribución de alimentos para 1.200.000 personas por toda la Franja, y proyectos de atención a la violencia de género, a personas con necesidades especiales, etc.
–¿Cómo es el día a día sobre el terreno de los trabajadores de su organización? ¿Qué les cuentan?
–Ya si telefoneas y te cogen es buena señal. Lo primero que le decimos es 'me alegro de que estés vivo'. Y después les preguntamos por su familia, si su casa ha sido bombardeada. Casi siempre te responden que ha muerto algún hermano, un sobrino, un hijo. Otros compañeros están desaparecidos y otros acogidos con nosotros. Se levantan por la mañana y sin desayunar van a trabajar a otros centros a atender a 10.000 personas al día, a repartir comida, agua, higiénicos...
–¿Cuál es en este momento su mayor preocupación?
–La prioridad es el combustible. Desde el 7 de octubre no ha entrado una gota. Los sistemas eléctricos están desconectados, se precisa combustible para los generadores y para la planta eléctrica de Gaza, y tampoco pueden funcionar las plantas potabilizadoras de agua, los camiones de recogida de basura. Los hospitales no tienen electricidad y hay cientos de personas conectadas a equipos médicos, incubadoras, respiradores, las UCI, diálisis. Muchos están inoperativos por falta de combustible.
–Esta precariedad incluso se puede agravar ante la falta de un alto el fuego.
–Claro, y debería ir acompañado de corredores humanitarios para que puedan entrar las ayudas. Los 20 o 30 camiones que acceden a diario ahora no cubren ni una ínfima parte de las necesidades de la población. Antes de la barbarie entraban 500 camiones al día.
–¿Estamos ante una de la mayores catástrofes humanitarias en Oriente Próximo?
–Sin poder compararla con la destructiva guerra de Siria, donde hubo 5 millones de refugiados, 6 millones de desplazados y miles muertos, la diferencia respecto a la Franja de Gaza es el grado de intensidad. En tres semanas de ofensiva han sido asesinados más niños que en todos los conflictos armados en el mundo el año pasado. Nunca ha habido tantos muertos diarios como ahora. Nosotros hemos perdido a casi 70 compañeros. Sentimos dolor, impotencia y rabia porque los civiles y el personal humanitario nunca pueden ser un objetivo de guerra.
– ¿Cómo gestionan los trabajadores humanitarios situaciones de tanto dolor, con escenas dramáticas a diario?
–Vamos a tener que empezar ya con apoyo psicológico. Todos los equipos están desbordados y exhaustos. Llevamos 24 días sin descanso, trabajando una media de 14-16 horas diarias constantemente expuestos a situaciones de horror, y cuando hablas con ellos solo te cuentan noticias terribles.
–La sinrazón de la guerra alcanza incluso el bombardeo de hospitales y centros de refugiados.
–Ahora no hay ningún lugar seguro en la Franja de Gaza. Cualquiera puede morir en cualquier momento. No respetan ni hospitales ni escuelas donde se cobijan los refugiados, ni zonas residenciales, mercados, panaderías...
–Y todo indica que la guerra se va a prolongar porque no hay negociación, ni alto el fuego.
–Siendo realistas tememos que la situación va a ir a peor. Hay más tensión y habrá más actores involucrados, Yemen, Egipto...
–Hay quien denuncia el desinterés de buena parte de la comunidad mundial respecto al pueblo palestino. ¿Cómo lo ve?
–Hasta el ataque de Hamás no había medios de comunicación, y en Gaza estaban ocurriendo muchas cosas. La violencia se ha incrementado mucho. Ha sido bestial lo ocurrido en Cisjordania. Las tensiones se veían venir.
–¿Tiene solución este conflicto?
–Mientras no haya un plan de paz ni interés por parte de la comunidad internacional seguirá el sufrimiento. Las sociedades deben movilizarse y exigir a sus gobiernos que eviten masacres como esta. Urge un alto el fuego e investigaciones posteriores para exigir responsabilidades a ambas partes por esta barbarie.
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