Donald Trump no compra, toma. Ayer, en el Despacho Oval, donde recibió al rey Abdalá II de Jordania, el magnate, famoso en sus negocios por estafar a los pequeños contratistas y empleados ilegales, presumió de su «larga carrera» inmobiliaria y anunció su intención de quedarse con Gaza sin pagar un centavo. «No vamos a comprar nada. Lo vamos a tomar, y nos lo vamos a quedar», dijo. «¿Bajo qué autoridad?», le preguntó un periodista. «Bajo la autoridad de EE.UU.», respondió sin más explicaciones.
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El rey jordano, estoico, mantuvo la compostura ante la declaración y jugó sus cartas lo mejor posible, aunque se podía observar un pequeño tic nervioso cuando la horda de periodistas le forzaba a responder preguntas. Su larga relación con el magnate, que precede incluso a su primer mandato en la Casa Blanca, le daba un estatus con el que muchos contaban para hacerle ver lo disparatado de su plan, pero Abdalá II no estaba allí para discutir la idea de una Gaza estadounidense, o la posible anexión de Cisjordania a Israel, que según Trump, «eso va a ir muy bien». Su objetivo es evitar precisamente la reubicación forzosa de la población palestina en su reino, y eso pasa por hacer creer al presidente estadounidense que le secunda. Lo hizo astutamente, anunciando por sorpresa que empezará a acoger a los palestinos acogiendo con 2.000 niños hospitalizados.
«Yo no sabía lo que acabas de decir, que había niños con cáncer y otros problemas. Eso es un gesto realmente precioso», le alabó su anfitrión. «Música para mis oídos». Médicos estadounidenses de origen árabe estuvieron hace dos semanas en la ONU, como parte de una campaña internacional en la que suplicado la evacuación de 2.500 niños palestinos que, de no ser trasladados inmediatamente a hospitales, morirían «en las próximas semanas», dijeron. Es presumible que a estas alturas solo queden 2.000. Israel ha dificultado su evacuación con todo tipo de trabas, requiriendo incluso la presencia de un acompañante a niños mayormente huérfanos, que han perdido a sus padres en los bombardeos. En al menos un caso, a la tía de dos niñas mutiladas se le impide llevar consigo al bebé que amamanta, sin garantizarle el derecho al retorno, por lo que de facto se la obliga a elegir entre salvar la vida de sus dos sobrinas a costa de abandonar a su propio hijo, o dejarlas morir.
Con Trump a bordo, satisfecho por lo que consideraba una victoria propia, el monarca puso a Israel en un brete. «Tendremos que mirar a EEUU para asegurarnos de que COGAT (Agencia Israelí de Coordinación en los Territorios ocupados), que debe darles luz verde, lo haga de la forma más eficaz posible», pidió el monarca. «La mejor manera de trasladarlos a nuestras instituciones sanitarias es por helicóptero. Creo que hay también un número de países árabes que quieren acogerlos en sus hospitales. Los europeos también quieren ser parte», anunció.
La situación en Gaza puede complicarse sustancialmente a partir del sábado a mediodía, cuando venza el plazo que Trump le ha dado a Hamas para liberar «a todos los rehenes» o «abrir las puertas del infierno». El mandatario estadounidense dice haber visto llegar en tal mal estado a los rehenes liberados, «que parecen venir del holocausto», que ya no quiere que salgan «dos ahora, dos la semana que viene, otros dos en cuatro semanas…». Personalmente dice estar convencido de que Hamas no aceptará su órdago. «Querrán hacerse los duros. Veremos lo duros que son», amenazó.
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Exultante, convencido de que su visión de Gaza es una joya en bruto para convertir la región en un emporio de desarrollo económico, el presidente al que el mundo da la razón para no desatar su ira cree que su plan ha sido recibido con entusiasmo. «Va a ser maravilloso para Oriente Medio. y traerá finalmente la paz», aseguró. Hablaba de hoteles y oficinas, de prosperidad y de seguridad, como si la solución para el conflicto más enquistado de la región sea una operación inmobiliaria más de Trump Organization. Agradeció los atentados del 7 de octubre, «sin lo cual esto no hubiera pasado», y aseguró que los palestinos están de acuerdo. «Los conozco a todos, no quieren vivir allí», respondió a pregunta expresa. Incluso la comunidad árabe americana está de acuerdo, según él. «Gané Michigan», recordó.
Frente a la verborrea de su anfitrión, Abdalá II, visiblemente incómodo, a pesar de su sonrisa, desvío cualquier respuesta al plan que presentará Egipto y otros países árabes en la capital saudí, que Trump dijo ya conocer.
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