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A Boris Johnson le gusta pescar en río revuelto. El primer ministro inglés logró auparse al cargo y consiguir un acuerdo 'in extremis' con la Unión Europea nadando en las turbulentas aguas del Brexit. Ahora acaba de hacer pública una generosa oferta para contratar ... a médicos extranjeros aprovechando la profunda crisis en que se halla sumido Zimbabue. No parece casualidad que su extraordinario anuncio de visas baratas coincida con el despido, dictado por los tribunales del país africano, de 211 doctores de hospital y la previsión de que otros 300 vayan a correr la misma suerte en un futuro inmediato si no se avienen a un acuerdo e interrumpen la huelga que iniciaron el pasado 3 de septiembre.
El hecho de que sea un contingente abundante, anglófono, con una excelente formación y experiencia singular suscita suspicacias. Los medios de comunicación locales ya advierten de la rapiña inglesa y el Gobierno del presidente Emmerson Mnangagwa ha denunciado la «influencia extranjera» que condiciona la profunda crisis sanitaria que sufre la antigua colonia británica, al borde de la bancarrota.
No es ésta la huelga de un sector profesional privilegiado. La mayoría de los médicos asegura que tan sólo pretende sobrevivir y trabajar en condiciones dignas y algunos ni siquiera disponen de fondos para pagar el transporte hasta su lugar de trabajo. La penuria es general en un país con grandes recursos naturales, pero que se halla entre los más miserables del planeta. La caída de la producción y la falta de divisas para importar han fomentado la escasez y el desabastecimiento. El precio de la gasolina se ha multiplicado por cuatro desde principios de año y ya es uno de los más elevados del mundo, mientras que el pan subió un 60% el pasado mes y los fabricantes no confían en conseguir trigo suficiente para seguir elaborándolo.
Desvalorización: Los médicos de Zimbabue aseguran que el valor de su salario se ha reducido quince veces a lo largo del año.
Dólares o papel mojado: Zimbabue ha recobrado su extinta moneda y el uso de divisas, moneda electrónica y pagarés. Los médicos exigen un pago en dólares americanos.
Reino Unido abre la puerta: El precio de la visa británica para profesionales sanitarios se reducirá de 928 libras, unos 1.080 euros, a la mitad, y se garantizará una rápida respuesta.
Sanidad abierta al mundo 152.000 empleados del servicio sanitario inglés, el 13% del total, son extranjeros. La mayoría proceden de Asia y África.
El sector sanitario, como el educativo, se encuentra entre los más afectados, ya que su salario está fijado por el Ministerio y no reacciona ante el rápido incremento del coste de la vida. La economía de Zimbabue se encuentra en una situación comatosa, con tasas de inflación tan elevadas que el Gobierno ha optado por no hacerlas públicas. Hace dos meses, el índice llegó al 300%, el más elevado del mundo después del venezolano.
No hay visos de solución ante la dinámica de autodestrucción que sufre el país, ya devastado durante el anterior régimen de Robert Mugabe. Las autoridades prometieron, sucesivamente, aumentos del 30 y 60% de los salarios de los médicos, que rondan los 180 euros, pero estas medidas resultan insuficientes para frenar el deterioro económico que sufre el gremio. Ante la imposibilidad de un acuerdo, la Administración ha llegado a ejercer la represión. Peter Magombeyi, presidente de la Asociación de Médicos de Hospital, fue secuestrado y torturado durante varios días, al igual que otro medio centenar de líderes sindicales en lo que va de año.
Reino Unido precisa de 10.000 profesionales cualificados en el ámbito sanitario y África ha sido su caladero natural. Ghana, Nigeria, Kenia y otros países proporcionan jóvenes licenciados que buscan formación y que, tras finalizar su especialización, son absorbidos por el sistema de salud británico, a pesar de que, en muchos casos, sus ambiciones no resultan satisfechas. Zimbabue constituye un caso especial, porque aporta especialistas cualificados. Durante los últimos años, el desastre financiero y el recurso a la extinción de contratos para forzar el fin de sus movilizaciones han forzado la salida de numerosos doctores y enfermeras hacia la vecina Sudáfrica, Australia, Norteamérica y Europa. Los últimos despedidos del área pública también han expresado su intención de emigrar, mientras el sistema privado de salud zimbabuo sobrevive atendiendo a una élite ajena a los problemas de la mayoría de sus 14 millones de habitantes.
El plan de Johnson incentiva la opción británica reduciendo a la mitad el pago de la visa e, incluso, facilitando las condiciones de su abono a quienes no pueden afrontarlo. A cambio, exige una aceptación rápida para que asuman inmediatamente su nueva condición laboral. Zimbabue podría perder un tercio de su personal médico en los próximos días.
Los cada vez más escasos profesionales zimbabuos que pretenden permanecer en su país demandan que su retribución sea en dólares americanos para preservar su capacidad de consumo, pero el Gobierno de Harare acaba de imprimir moneda propia y quiere prohibir el uso cotidiano de divisa extranjera. La oposición y los sindicatos reclaman ayuda internacional para conseguir medicamentos, equipos y el pago de las nóminas. Mientras tanto, Occidente calla y abre las puertas de sus consultas y quirófanos a los recién llegados.
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