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La imagen que dejó ayer el incendio en el campo de refugiados de Moria, en Lesbos, es desoladora: niños caminando solos buscando a sus padres, menores no acompañados pidiendo ayuda a los voluntarios y oenegés trabajando a contrarreloj para poder dar sustento a todas las personas que tuvieron que huir del campo más sórdido e inhóspito de Europa de prisa y sin apenas tiempo para recoger sus escasas pertenencias. La prioridad ahora es proteger a la población más vulnerable y traer carpas desde islas cercanas y alimentos para ofrecer una primera solución. «Al principio no había ni agua. Hemos preparado 1.000 comidas y otras 3.500 cenas, pero es insuficiente», explica con preocupación desde la isla Malen Garmendia, coordinadora de la ONG guipuzcoana Zaporeak en Moria. «La situación es dramática», relata.
El campo de refugiados, que alberga a cerca de 13.000 personas, cuatro veces su capacidad, quedó ayer prácticamente destruido como consecuencia de un incendio provocado tras enfrentamientos entre los migrantes. La situación en el campo era insostenible desde hacía mucho tiempo y la pandemia del coronavirus no ha hecho más que acrecentar los problemas.
El incendio se desató, según informó el presidente de la comunidad de la pequeña población de Moria, Yiannis Mastroyiannis, después de que 35 personas que habían dado positivas de Covid-19 se negasen a que les trasladaran a un centro de aislamiento. A partir de ese momento, comenzaron enfrentamientos entre los propios refugiados y algunos provocaron incendios, tanto dentro del recinto cerrado, el campo oficial, como en el olivar que rodea al campo, donde malviven hacinados miles de migrantes.
«El fuego se originó con cuatro pequeños focos de fuego que pronto se convirtieron en uno más con la ayuda del viento y las personas que estaban en el campo salieron en estampida. Con las circunstancias de Moria era imposible de sobrellevar, ya que ni por asomo se podían mantener todas las medidas de seguridad e higiene para afrontar la situación que se preveía», valora Peio Garcia Amiano, responsable de ONG guipuzcoana que opera en la isla distribuyendo comida.
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Las llamas, que quemaron las carpas donde estaban alojados los migrantes y refugiados, comenzaron casi simultáneamente en varios puntos. Los 25 bomberos y 10 vehículos que acudieron al lugar de los hechos precisaron que «no hubo víctimas, pero sí algunos heridos leves con problemas respiratorios por el humo». Controlar el incendio no fue sencillo, ya que no solo se producían continuas explosiones, sino que grupos de refugiados les atacaban con piedras, según medios locales.
En un primer momento, todos los residentes de Moria abandonaron el recinto. «La gran mayoría se fue con lo puesto», sostienen desde Zaporeak. Pero a lo largo de la mañana muchos refugiados, incluidos niños, empezaron a moverse por el campo buscando pertenencias, una situación «muy peligrosa», porque todavía había pequeñas llamas y las temperaturas de los objetos carbonizados eran elevadas.
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«La mayor parte del campo está calcinada. El fuego ha devorado el 70%. Muchas personas huyeron como pudieron tras declararse el incendio, intentaron refugiarse en zonas que consideraban más seguras, intentaron llegar a la ciudad, pero los controles de las autoridades locales lo impidieron. Hay mucha desinformación y poca asistencia médica y faltan alimentos. La situación es muy grave», explican desde la isla.
La labor de las ONG se ha dificultado aún más porque los refugiados están repartidos por los alrededores del campo, hasta donde hay que hacerles llegar la ayuda. «Desde la ONG No Border Kitchen van a cubrir toda la parte del campo de Kara Tepe, donde se encuentran refugiados en situación vulnerable o con posibilidades de obtener el asilo, y nosotros vamos a asistir en los alrededores de Moria», detalla Malen Garmendia.
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Ante esta situación y después de que el gobierno heleno decretara el estado de emergencia para la isla, la Comisión Europea anunció que asumirá el traslado inmediato a Grecia continental de 400 niños y adolescentes del campo de refugiados.
El incendio se produce una semana más tarde de la aparición del primer caso de Covid-19 en Moria, y un día después de que las autoridades sanitarias confirmasen que entre las 2.000 personas que tuvieron contacto con un paciente con el virus, 35 dieron positivo en la prueba y debían ser aisladas. Por ello, para frenar la propagación del virus, el Gobierno griego señaló que quedaba prohibida la salida de la isla de todas las personas que vivían en Moria.
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La Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) ha pediddo a los más de 12.000 refugiados que se han visto afectados por el incendio del campo de Moria que no intenten viajar a la vecina ciudad de Mitilene, a unos siete kilómetros.
«Urgimos a todos a que ejerzan la contención, y pedimos a todos los que estaban en el centro, que estaba bajo cuarentena después de que 35 personas dieran positivo por Covid-19, que restrinjan sus movimientos y permanezcan cerca del campo, mientras se encuentra una solución temporal para darles techo», ha señalado ACNUR en un comunicado.
ACNUR subraya que ha habido ya tensiones entre solicitantes de asilo y residentes en localidades vecinas al campo de refugiados cuando los primeros intentaban llegar a Mitilene, cuyo acceso por carretera desde Moria ha sido cortado por la Policía.
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