Lotería de Navidad 2023

«El Gordo de Navidad me solucionó la vida»

Han pasado ya 25 años desde que el primer sorteo de la lotería cayó en Villabona y 10 desde que se abrió el champán en Arrasate. Los agraciados explican cómo ha cambiado su día a día

Jueves, 21 de diciembre 2023, 01:00

Gipuzkoa sabe lo que es ganar el Gordo de la Lotería de Navidad. Han pasado 25 años desde que Villabona se inundó de champán por los 21.000 millones de las antiguas pesetas que dejó el número 21.856, vendido en la administración regentada por ... Mónica Roteta y su madre.

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Las cifras

180 millones

dejó la Lotería de Navidad en Arrasate hace diez años.

21.856 número agraciado

21.856 fue el número agraciado con el primer premio en Villabona hace mañana 25 años.

Iñaki Goikoetxea fue uno de los agraciados y recuerda aquel día como si fuera hoy. Unos años después, en 2013, los millones cayeron en Arrasate. La vida de José Mari, con dos décimos, ha dado un giro de 180 grados.

«Perdí el décimo, compré otro y lo encontré. Fue el Gordo»

José Mari Torres Arrasate

«Perdí el décimo, compré otro y lo encontré. Fue el Gordo»

La suerte le acompaña José Mari Torres, vecino del barrio de San Andrés de Arrasate, desde hace ya una década. Nunca se hubiera imaginado que los décimos con el número 62.246 que tenía iban a darle esa sorpresa. Le tocó el Gordo de la Lotería de Navidad que regó Arrasate con 180 millones. «La vida me sonríe desde entonces», dice. Y ahora, «todos los años juego a ese mismo número». Para el sorteo de mañana atesora cinco décimos de ese número que compró por internet en una administración de lotería de Madrid.

La prodigiosa buena fortuna de José Mari comenzó días antes del sorteo de la Lotería de Navidad de aquel 22 de diciembre de 2013. Como acostumbraba, cogió un décimo del número con el que jugaban sus ya excompañeros trabajo de Gamei, empresa de la que él se acababa de jubilar en septiembre. «El viernes 20 por la tarde, estaba de txikiteo por con mi mujer y unos amigos. Le había entregado el décimo a mi mujer para que lo guardara. Lo metió en el bolso. Y de allí a un rato se percató de que le faltaba. Sin decirle nada, me acerqué a la administración de lotería y le compré otro», recuerda.

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Al día siguiente, volvió al bar y uno de los amigos con los que había estado de vinos la víspera le preguntó si había perdido algo. Le dijo que un décimo terminado en el número 46. Al parecer, su compañero lo había encontrado y se lo entregó de vuelta, por lo que José Mari se hizo finalmente con dos décimos. «Se le debió de caer del bolso a mi mujer al ir a sacar algo. Él se percató de que se le había caído a ella y me lo entregó a mí en cuanto me vio».

«El domingo 22 estaba de txikiteo por la mañana cuando mi mujer me llamó fuera de sí. '¡José, José! ¡Sube a casa que nos ha tocado la lotería!', gritaba. Ella aún no sabía que yo había comprado otro décimo porque lo llevaba en la cartera. Al llegar a casa le dije que teníamos dos», cuenta todavía ilusionado. «Salimos los dos para acercarnos a la administración de lotería. Aquello era una fiesta tremenda. Nos sacaron en la televisión, en la prensa... Mi familia de Córdoba se enteró por la tele de que nos había tocado el Gordo».

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José Mari le prometió a su amigo Moto, el que le había entregado el décimo perdido, que le pagaba sus vacaciones. «Y le metí 6.000 euros en un sobre que se lo entregue con mi mayor agradecimiento», explica. «Además era escayolista y le encargué la obra de mi casa».

El Gordo de Navidad de 2013 a este hombre de Arrasate le «solucionó la vida. Ese septiembre me jubilaron de Gamei con 55 años, tras 40 trabajando en la empresa. Además, ese mes me casé con mi actual pareja. Hoy es el día que puedo decir que estoy viviendo sin problema ninguno gracias a la lotería. De estar ahogado, con una hipoteca cuya cuota mensual era de 1.000 euros pasé a liquidar la deuda y además me compré otro piso en Montilla (Córdoba), donde residimos largas temporadas disfrutando de la vida. Y no solo eso. Ahora nos hacemos un gran viaje todos los años. Alternando un año a Nueva York, donde mi pareja, que es dominicana, tiene dos hijas, y otro año, a la República Dominicana». Sin ir más lejos, el próximo 3 enero se van a la República Dominicana por tres meses, «para visitar a su familia y a disfrutar de la buena comida y del magnífico clima. Además, la gente es allí maravillosa y extraordinariamente amable allí».

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José Mari está feliz. «Con lo que me ha quedado de jubilación vivimos mi mujer y yo estupendamente. Mi mujer trabajaba, pero con la lotería le dije que teníamos la vida resulta. Con lo que me ha quedado de paga y no teniendo 'trampa' ninguna, vivo tan ricamente entre Arrasate, Córdoba, Nueva York y la República Dominicana. No me olvidaré en la vida de aquel 22 de diciembre de 2013. Desde entonces juego siempre a ese número, 62.246. No sé si volverá tocar el mismo, pero son manías que adquiere uno. Intento conseguirlo donde sea», admite. Para este año tiene cinco.

«El premio se cantó muy temprano. Y era el nuestro»

Mónica Roteta Villabona

«El premio se cantó muy temprano. Y era el nuestro»

Mónica Roteta estará pendiente del sorteo especial de la Lotería de Navidad también mañana, de la misma forma en la que lo lleva haciendo desde que trabajaba junto a su madre. Aunque esta vez, será aún más especial. Mañana se cumplen 25 años desde que repartieron 21.000 millones de las antiguas pesetas o, lo que es lo mismo, más de 126 millones de euros. En su momento fueron la administración más pequeña en dar un premio, que no solo se repartió en Villabona, si no también en Betelu, Leitza y Lasarte, a través de comercios y bares.

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En 1998, ella estaba oyendo los premios con la lista de los décimos en la mano, «en la radio. En aquella época no había internet ni nada parecido». Dos semanas antes habían dado un pellizco de un premio de los sorteos de entre semana. Tenían la tienda abierta, y su madre estaba hablando con una vecina. El día anterior había habido algún accidente con fallecidos en el municipio y seguían en 'shock'. El premio «se cantó a las 10.30 horas, muy temprano. Empezaron el 2, el 1, el 8... Y yo solo podía pensar en el 5 y el 6», dice. Enseguida supo que el número estaba entre los suyos. «Dos días antes tuve diecisiete décimos en la mano para entregarle a una persona y me acordaba del número. Enseguida supe que era el nuestro», recuerda con la emoción aún en el cuerpo.

Su madre seguía hablando con la clienta. Mónica les interrumpió. «Le dije '¡Ama, que nos ha tocado!' Y me respondió si estaba segura. Pero claro que lo estaba». En pocos minutos llegaron los vecinos, los periodistas, los niños que salían de la escuela... «En cinco minutos todo cambió. Fue una locura».

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El premio estuvo repartido, y llegó a «gente obrera», recuerda Mónica, hoy en día al frente de la administración. Por cada décimo, el premio fue de 30 millones de pesetas, «mucho dinero en esa época». Algunos aprovecharon para pagar o comprarse un piso, «con ese dinero hasta te llegaba para amueblarlo», cambiar de coche fue otra de las opciones más elegida.

Mónica solamente conocía a los clientes habituales, como «el carnicero o los de los bares», pero tras el premio fueron muchos los que se acercaron hasta su administración para conocer el lugar. Incluso algunos se han convertido en clientes habituales. «Hay una persona que viene todos los años desde Baiona, como los turrones en Navidad», comenta agradecida. En Betelu y en Leitza también continúan llevando la lotería de Mónica. «Los de allí quieren el número de Villabona», dice.

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El 21.856 no era un número abonado, por lo que no han vuelto a venderlo. «Aquel año fue uno de los que nos enviaron». Aun así, desde entonces, son muchos los agraciados que se abonaron «a otro número», y siguen jugando. El de hace 25 años fue el primer premio importante que repartió la administración abierta en 1985.

Este año, espera también repartir algo «con la campaña tan fuerte que ha sido», ya que llevan desde julio con ello. Desde entonces, han repartido, en los sorteos de entre semana, tres primeros premios y otros menores, dos en 2022.

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«El premio es una ayuda, pero no puedes bajar la guardia»

Iñaki Goikoetxea Villabona

«El premio es una ayuda, pero no puedes bajar la guardia»

Iñaki Goikoetxea ejerció de Olentzero con 31 años. En aquella época regentaba el 'ostatu' de Betelu y llevaba unos cinco años llevando la lotería de Villabona. Aquel 22 de diciembre seguramente fue de los últimos en enterarse. «Había ido a Tolosa a hacer compras», recuerda. Y de vuelta a Betelu es cuando se enteró. No recuerda ninguna euforia, sino más bien «miedo por llegar a Betelu, a ver qué me iba a encontrar». Y se topó con «una locura» que no paró en todo el día. «Estuve trabajando, me quedé sin comer, sirviendo a todos los clientes. Y a las 20.00 horas decidí cerrar y largarme a casa», cuenta.

De un momento a otro, fue el responsable de repartir un premio de 4.000 millones. «Era muchísimo. Me cogió en un momento un poco tierno, en la treintena, y no estás preparado. Realmente creo que no estás preparado nunca», reconoce.

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En Betelu en casi todas las familias hubo agraciados y al hostelero le hace feliz haber participado en ayudar a tanta gente. Pero por otra parte, también tuvo sus miedos. «Lo bueno es que en mi casa teníamos un décimo todos los hermanos. Pero me daba miedo pensar lo que podía pasar en casa con tanto dinero». Sus prejuicios no se cumplieron, por lo menos en su familia. Hoy es el día en que muchos le conocen como al que le tocaron los millones. En caso de ganar la lotería, Iñaki aconseja no hacer «nada», simplemente «estar al frente del cañón y dejar pasar un año hasta que la cosa vuelva a su cauce». Aquel año vendieron «un montón». En Reyes, dice Iñaki, «estuve sentado vendiendo la lotería en el comedor. La gente se vuelve loca».

En la actualidad, Iñaki sigue llevando la lotería de la administración de Mónica, ahora para el bar que regente en Tolosa, el Bidegoxo. «Todos los años cambio de número», dice. Estas navidades, con la huelga de trabajadores del polideportivo Usabal comenzó más tarde la venta de décimos. «Seguramente no llegaremos a lo vendido el año pasado, pero no andaré lejos», indica. Él también tiene amigos y clientes que todos los años le compran al menos un décimo. Desde su punto de vista, el premio es una «buena ayuda, pero no puedes pensar en bajar la guardia. Si me toca ahora, cuando tengo muchísimo recorrido y trabajo hecho, sería diferente».

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