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Las probabilidades son minúsculas. Exactamente de un 0,001%. ¿Pero, y si toca? En vísperas de la celebración del sorteo de la Lotería de Navidad, la ilusión por que este año, sí que sí, toque el primer premio sigue intacta. DV sale a la calle ... a lanzar la pregunta del millón: ¿Qué haría si le tocara el Gordo? Liquidar la hipoteca y viajar son los sueños que más se repiten. Y al igual que la suerte se reparte entre la familia y los amigos, también se compartirían los millones en caso de resultar agraciado.
Para Ainhoa Iparragirre, el mejor destino para los 400.000 euros del premio Gordo (328.000 euros sin impuestos) sería «invertir en ladrillo». Está convencida de que, en caso contrario, se lo «fundiría todo». «A mis padres les tocó y compraron una casa», dice, queriendo invocar la misma suerte. Aunque «para dejar de trabajar no da, así que de momento hay que seguir».
«¿Lo que más me gustaría si me tocara el Gordo? Una casita para vivir un poco en paz, lo primordial en esta vida tal y como están las cosas. Mi chica y yo estamos buscando y sería un regalazo para los dos. Además tapar agujeros y disfrutar lo máximo posible para trabajar lo menos posible», cuenta Iker, seguro de que la lluvia de millones supondría una gran ayuda para ver el trabajo con otros ojos.
Este vecino del barrio de Gaiztarro resultó agraciado con el primer premio en 1980, estando trabajando en Legazpi. «Fueron 4 millones» y cada año juega con esa misma ilusión. «Si nos tocara otra vez, la mitad del dinero sería para nuestras dos hijas y el nieto y con el resto terminaríamos de pagar la hipoteca, que todavía nos queda aunque estemos jubilados». Entre la lista de deseos también incluyen «un viaje en crucero con la familia».
«Dejaría de trabajar, por supuesto que sí. Haría un montón de cosas que no se pueden hacer sin pasta. Por ejemplo desaparecer una temporada. Me iría sin billete de vuelta, sin equipaje, y me lo fundiría todo», sueña esta mujer.
«Viajar a base de bien». A Aurelio Bea le encantaría hacer las maletas para descansar un tiempo sin mirar al reloj, aunque tampoco es exigente con el destino. «A mí me gusta mucho ir a Benidorm, 15 días con el sol aquel estaría de maravilla. Pero después, a la rutina de siempre porque para retirarnos y vivir del cuento no da. Pero por lo menos un viajecito sí haría, a ver si cae algo», pide este donostiarra, que no se olvida de sus amigos, con quienes «también haría una cenita». Suele gastarse «unos 100 euros» en lotería de Navidad y aunque «nunca» le ha tocado, «la esperanza nunca se pierde».
«El premio se lo daría a mis hijas, sería un regalo estupendo que podría hacerles yo para liberarse de cualquier tipo de carga que puedan tener, que lo disfruten. A mi edad caprichos ya muy pocos». En su caso, «nunca» le ha tocado nada serio, «alguna devolución» pero nada llamativo. Aunque la «mejor lotería» que se puede tener es «la salud. Mientras haya de eso cada día... porque te puede faltar de forma inesperada y te cambia la vida. Salud, salud, y salud», repite este vecino del barrio donostiarra del Antiguo.
Puestos a pedir, Esperanza Jara, vecina de Trintxerpe, se gastaría el dinero en «comprar una casa más grande. Nos gusta mucho el anime y el manga, mi marido es fan de Star Wars... y necesitamos más espacio. También me gustaría viajar a Asia, que nunca he ido y es mi sueño».
«Nuestra hija estudia tercero de Psicología en Donostia y si nos tocara el Gordo nos gustaría comprar aquí una casa, que están por las nubes. Y si llega, lo gastaríamos en viajar», dice el gallego José Luis Añón, que se encuentra de visita por la capital guipuzcoana. «No nos podíamos ir de aquí sin comprar un décimo». Suele jugar «todos los años», desde hace 30 años, porque «es un premio muy social, lo vives con un montón de gente, lo compartes con amigos, la familia... y aunque el premio es el que es y tampoco hay que tener muchas expectativas, hace mucha ilusión».
«Intentaría llevar a cabo los proyectos que tengo en mente. Estoy pensando en emprender y utilizaría en eso el dinero», afirma María, que guarda dos décimos «detrás de la lámpara de la mesilla. No sé ni qué números son».
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