Tiempo de cementerios. Hacía mucho que le tenía ganas a uno. Tantas veces yendo a Chamonix y siempre entre mis planes estaba visitar su cementerio. Pero por una cosa u otra, dejándolo para la último se me acababa la estancia y no acudía a esa ... llamada interna para visitarlo. El pasado mes, por fin, lo hice.
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Una amplia entrada con el magnífico paisaje que ofrece tener el Mont Blanc como perenne guardián de los que allí descansan eternamente da lugar a la primera tumba con la que me topo, nada menos que la del legendario Edward Whymper, del que pone en su lápida 'autor, explorador, montañero'. Un grande de sus tiempos. Estar allí pone los pelos de punta por el sentimiento que representa. Como la tumba justamente de al lado donde reposan los restos de otro histórico como el alpinista Maurice Herzog. Un par de tumbas más a la derecha, la de otro grande, Lionel Terray. Quién no ha leído alguno de sus magníficos libros como el famosísimo 'Los conquistadores de lo inútil'. Allí estaba también un gran genio del alpinismo como fue Louis Lachenal.
Más arriba nos topamos con una gran tumba de la Asociación de Guías de Montaña que ofrece sus lápidas para poner los nombres de los guías muertos en accidente de montaña. Empieza la, desgraciadamente, larga lista con los nombres de Pierre Carrier, Pierre Balmat y Auguste Tairraz, muertos en el Mont Blanc en 1820. El último nombre grabado es el de Frédéric Gentet, fallecido en 2021. Algún 'Om Mani Padme Hum' pudimos leer a modo de epitafio en alguna lápida colgando banderas de oración tibetanas.
Visité las tumbas de Roger Baxter Jones, Jean Afanassieff, junto a la de su hermano Michel. Muchos muertos enterrados en este cementerio fallecidos en la montaña, personas anónimas que como última voluntad eligieron descansar para siempre bajo la sombra del Mont Blanc y las Agujas de Chamonix. Muchas tumbas con piolet, algunos muy antiguos, muchas lápidas talladas en forma de montaña, muchos alpinistas y guías de montaña enterrados y muchos de ellos, la mayoría, muertos en accidente de montaña y algunos demasiado jóvenes.
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Gastón Rébuffat (murió con 64 años de cáncer). Sentía algo especial por visitar su tumba. En una gran lápida de piedra figura un medallón de bronce con su inconfundible rostro y debajo de su nombre pone: 'Guía-Escritor-Cineasta', en definitiva lo que fue, dejando un legado importante de magníficas publicaciones (maravilloso 'Estrellas y borrascas', excepcional 'Horizontes conquistados') y películas de montaña de aquél entonces ('Estrellas y borrascas', 'Entre la tierra y el cielo'). Más abajo firma una de sus frases escoltada por uno de sus piolets: «Llevando tu cuerpo a donde un día tus ojos miraron». Me impresionó estar allí delante de quien en 1985, sin haberle conocido, escribí en estas mismas páginas de DV una carta de despedida para él a modo de semblanza, una especie de epitafio que titulé: «Au revoir, mon ami». Cuando vuelva a Chamonix regresaré al cementerio para dejar esta carta sobre su tumba.
Darse una vuelta por el cementerio de Chamonix es trasladarse a ese alpinismo romántico del que hoy en día se adolece tanto. Es pasar un rato con los más legendarios e ilustres hombres y mujeres que dieron su vida por y en la montaña.
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