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Canal Motor
Sábado, 23 de marzo 2024, 17:00
La primavera, que este año coincide con las las vacaciones de Semana Santa, es una estación muy cambiante, con lluvias y variaciones de temperaturas. Además, el sol comienza a incidir con más fuerza y la vida despierta de su letargo invernal, por lo que ... hay un mayor movimiento de animales e insectos, y de crecimiento y floración de las plantas, con un aumento del polen en el ambiente. Por otro lado, también aumenta el polvo en suspensión en el aire respecto al invierno.
Todo ello afecta especialmente a la visibilidad, con el parabrisas y los limpiaparabrisas como protagonistas. Por ejemplo, nunca hay que usar el líquido y los limpiaparabrisas con el sol de cara, porque durante un largo instante no veremos casi nada. Este efecto se acentúa, en gravedad y tiempo, con unas escobillas desgastadas.
El riesgo de sufrir un accidente cuando llueve es un 70% superior, y la reducción de la visibilidad es la principal culpable de este aumento de la siniestralidad, incluso por encima del menor agarre de los neumáticos sobre el asfalto mojado. Esta menor visibilidad se debe, principalmente, a la perturbación visual en el parabrisas; más que a la menor luz ambiental o a las gotas de agua en el aire. Incluso con los limpiaparabrisas en funcionamiento, el agua sobre el parabrisas distorsiona la luz, ya que la falta de uniformidad de esa capa de agua que se forma sobre el cristal, reduce el rendimiento visual del conductor. Este efecto se multiplica si el parabrisas sufre desperfectos (impactos, grietas, arañazos…) y si las escobillas están en mal estado y dejan canales de agua en cada barrido, según Carglass.
En Semana Santa hay otros dos factores que acentúan todo lo dicho: comienza a aumentar la cantidad de polvo y polen en suspensión en el aire. Las gotas están impregnadas de estas sustancias, son más opacas y pueden generar una capa de barro fino sobre el parabrisas, que unos limpias en mal estado extienden generando surcos. Es importante elegir bien cuándo usar los limpiaparabrisas para limpiarlo, porque el barro que se forma en el parabrisas y los reflejos de la luz nos dejarán a ciegas unos segundos.
Las plantas también comienzan a crecer y pueden dificultar la visibilidad a través de zonas (interiores de curvas, medianas, cruces, rotondas…) en las que, en invierno y sin hojas, había una perfecta visibilidad. Hay que estar atentos a estos cambios en nuestros recorridos diarios, en los que nos puede aparecer un coche, moto, ciclista o peatón «de la nada», porque estaba oculto tras la vegetación. Por otro lado, los frutos y las resinas pegajosas de algunos árboles pueden caer sobre el parabrisas cuando estamos estacionados, y son difíciles de limpiar.
De igual modo aumenta el número de pájaros. Si un ave impacta contra el parabrisas, hay que mantener la calma y no mover el volante ya que el cristal aguantará el impacto y solo nos llevaremos un susto. Otro efecto secundario de las aves se produce cuando aparcamos debajo de un árbol, en forma de excrementos que son difíciles de limpiar (incluso con los limpias y el líquido) y dificultan la visión.
Y aunque cada vez hay menos, en Semana Santa puede aumentar el número de insectos que acaban estampados contra el parabrisas. Hay que usar los limpiaparabrisas con regularidad para no comprometer la visibilidad, y evitar que los restos de los insectos se sequen y dañen las escobillas.
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