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AYAR SALAZAR
Errenteria.
Domingo, 31 de octubre 2021, 00:45
Jon Bagüés Erriondo (Errenteria, 1955) ha trabajado por la recuperación, difusión y promoción de la música vasca y ha sido el director del Archivo Vasco de la Música, Eresbil, durante veinte años. En la entrevista concedida a DV, Bagüés cuenta sus actuales proyectos y hace un repaso a su trayectoria.
–¿Está disfrutando de la jubilación, tras 20 años al mando de Eresbil?
–Yo me he jubilado, pero no me he retirado, esa es la gran diferencia. Uno se jubila porque lo establece la ley y a mí me parece importantísimo dar paso a los jóvenes, pero yo sigo viniendo y colaborando. El jubilarse no significa que uno se quede en casa sin hacer nada, uno al día siguiente sigue teniendo las mismas constantes neuróticas (ríe). Además, cuando me jubilé miré que tenía 171 libros acumulados sin leer, estoy en ello, uno a uno.
–¿En qué consisten esas colaboraciones con Eresbil?
–En un archivo siempre hay trabajos que nunca se acaban y yo cuando estaba al cargo de Eresbil, les decía en broma 'esto para cuando me jubile', 'este fondo que es complicado... para cuando me jubile'. Lo que podía ser una broma ahora se ha hecho realidad. El mapa de fondos musicales de Euskadi está prácticamente hecho, falta completarlo y yo voy a intentar hacerlo y presentarlo el próximo año. Seguiré escribiendo artículos de investigación, hasta donde den las fuerzas, leer escuchar música y pasear...
–Veo que usted sigue comprando libros para el archivo...
–Así es, ayer en Vitoria compré tres libros de los años cincuenta, muy interesantes porque son los cancioneros de la primera falange, es lo que generaciones de vascos en los años 40 y 50 aprendieron en los colegios oficialmente, como canciones de recreación. Documentos muy importantes para que en el futuro se hagan estudios sociológicos e históricos.
–Acaba de conocerse que ha sido galardonado con el Premio Manuel Lekuona 2021 de Eusko Ikaskuntza por su trabajo en favor del patrimonio musical vasco...
–Me comunicaron la semana pasada y el premio se entregará en marzo, tiene que haber un tiempo porque se suele preparar una publicación sobre el homenajeado. He recibido la noticia con mucha alegría, a Eusko Ikaskuntza le tengo en mi corazón. Formé parte de la reactivación después de la guerra, he sido presidente de la sección de música y hemos trabajado con muchos proyectos y con ganas, se agradece el premio.
–A lo largo de su carrera usted ha tenido la oportunidad de unir sus diferentes pasiones...
–Absolutamente, a lo largo de la vida fui uniendo aficiones, a la música llegué un poco tarde, todos somos frutos de nuestra época, a mí me tocó una época difícil en Errenteria y yo no llegué al sistema de enseñanza con la banda sino que me formé en solfeo en Ereintza con el Txistu, si uno quería aprender armonía tenía que irse a San Sebastián y ahí llegué a aprender, por una parte música en el conservatorio, pero por otra parte a mí me gustaba la historia, la tradición escrita, los libros, y entonces empecé a estudiar filosofía y letras y poco a poco fui uniendo las dos cosas. En Barcelona estudié historia de la música, uniendo dos pasiones, y después más adelante, gracias a la relación con José Luis Ansorena y la coral Andra Mari y el archivo, pude unir el tercer vector que es la archivística.
–¿Por qué es importante resguardar estos documentos?
–Somos en general un pueblo que no aprecia la documentación en música. Hasta antes que José Luis Ansorena comenzara con Eresbil, no se empezaron a recoger documentos. No había casi libros de historia y música en mi entorno. Quise hacer un trabajo sobre música y la edad media y me encontré con que casi no había libros. En tercero de la universidad me fui a Barcelona y coincidió que los profesores se pusieron en huelga el 7 de enero y la mayoría volvieron a casa, pero yo me quedé a aprender de la ciudad, pasé muchísimas horas en la Universidad de Cataluña, simplemente mirando ficheros, yo iba apuntando lo que había de música vasca en la biblioteca de Catalunya y ahí es donde me di cuenta la cantidad de libros que existían sobre la cultura vasca en el mundo. Eso me hizo pensar. 'En el País Vasco –me dije– también tiene que haber alguna biblioteca especializada en música'.
–¿Ahí nació su afición por la archivística?
–Si, los dos últimos años en Barcelona conocí a dos profesores, uno granadino, Antonio Martín Moreno, y Francesc Bonastre, catalán, entre los dos nos formaron a un grupo en la historia de la música y como éramos muy pocos podíamos ir en dos coches a la catedral de Tarragona a ordenar el archivo que estaba desordenado. Para mi tesis de fin de curso, José Luis Ansorena me dio la pista de un archivo de música vasca que estaba por ordenar y estaba ubicado en el Santuario de Arantzazu y ahí me fui, luego se publicó el catálogo de Aranzazu, de ahí ya vinieron las cosas rodadas.
–Cuéntenos su paso por la Capilla Peñaflorida, entidad interpretativa dedicada a la difusión de la música antigua.
–En los archivos hay mucha música escrita, pero está en los papeles, callada, silenciada. Para que la música esté viva, hay que interpretarla, y por ello, en 1986, en el aniversario del conde de Peñaflorida, creamos un grupo, aprovechando que había venido al conservatorio de Vitoria una personalidad, el profesor Pepe Rada (clarinete y órgano). Junto a Pepe y cuatro cantantes se hizo un núcleo para hacer las obras del Conde de Peñaflorida y su entorno, y ese mismo año yo le conté que en Arantzazu había una misa de escarlata inédita, única en el mundo. Ese mismo año la interpretamos, se trata de una misa compleja para orquesta, cuatro solistas y coros. La capilla la hemos utilizado fundamentalmente para rescatar músicas antiguas tanto vascas y de compositores españoles e internacionales.
–¿Qué autores son los más representativos dentro de los muchos que ha puesto en valor Eresbil?
–Antxieta es uno de los autores que hemos puesto en valor con la publicación de tres discos con sus obras mayores. Destacaría toda la obra barroca de Arantzazu, fundamentalmente del siglo XVIII que fue muy rico, compositores como Fray José de Larrañaga, el más grande, a quien le dedicamos un disco, también a Fray Agustín de Etxeberria, en Arantzazu llegaron a convivir cinco grandes compositores. El siglo XVII también hay personalidades muy importantes de la música, con la capilla hemos descubierto fundamentalmente al alavés Juan García de Salazar, a quien le hemos dedicado varios discos y al navarro Urban de Vargas.
–La juventud suele buscar casi todos los temas en internet. ¿Es suficiente?
–La gente piensa que en internet está recogido todo, y no es verdad, internet y la tecnología vende la música que a ellos les interesa. Meter música vasca a Spotify por ejemplo es un trabajo de chinos, y no porque sea difícil, sino que luego se pierde entre millones de títulos y si no tienes a la plataforma sugiriendo u orientándote, lo más probable es que ese disco pase inadvertido. Pero la tecnología es así, en cuanto a los conciertos, no sabemos si vamos a recuperar todo el público que había antes de la pandemia, quizás vamos a asistir al nacimiento de nuevos formatos que siempre suelen surgir en momentos de crisis.
–¿Por qué Eresbil se situó en Errenteria?
–En Errenteria musicalmente hay mucho movimiento y ese ha sido el caldo de cultivo, junto a personas concretas, como José Luis Ansorena, que irrumpe en la escena, monta un coro, que es la coral Andra Mari, luego se le ocurre hacer una semana de la música vasca y además crea Musikaste (1973). Al finalizar la primera edición el público le pide que organice el festival todos los años. Pero para hacer una semana de la música vasca anual se necesitaba una biblioteca o un archivo para saber qué es lo que hay. No había ningun archivo en el país vasco, y fíjate de esa idea tan sencilla, que era recoger partituras para ir programando sucesivas semanas de la música vasca, así nace Eresbil en 1974. Ahora curiosamente las cosas se han invertido, en la actualidad Musikaste es una acción de Eresbil.
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